miércoles, abril 04, 2012

Con Javier Fernández de Molina

Ayer disfruté en Badajoz en la inauguración de la exposición Nihil prius de Javier Fernández de Molina en la Diputación Provincial. Por el abrazo y conversación con muchos amigos. Y por haber vuelto a sentir ese significado de la pintura de Javier que está siempre tras el lienzo, y que es la vida, el trato humano, las relaciones con los otros y con lo otro. También en términos artísticos, pues la obra de Fernández de Molina no puede quedar disociada de la palabra —presente en el catálogo en la de José-Miguel Ullán y su poema "Un puente"—, de la imagen fotográfica —la de Ceferino López —en el taller del artista— o de la música —la de Gecko Turner y Gene García ayer por la noche en la inauguración. Allí, el goce con la contemplación de esta efusión, que es como yo interpreto la actual propuesta de Javier. Es decir, efusión como desparrame de colores —bulería visual la llama Ceferino— y efusión como expansión de los afectos; contenida por la sutileza del ademán figurativo de unas flores, de un jarrón, unas bailarinas, un frutero, un libro..., como signos de vida. No lo veo en el catálogo; pero al entrar en la sala de exposiciones de la calle del Obispo hay un cuadro que recibe al visitante y que parece la ilustración para un cartel de alguna reunión de notarios o cosa parecida. Por eso el Nihil prius y el Nada antes como título interior en el catálogo, que remiten al lema notarial Nihil prius fide (Nada antes que la fe). Yo no sé nada; pero es como el origen de todo. Como si el antes de preferencia renunciase a su término de comparación —la fe pública— y se quedase en un antes temporal —y más de andar por casa— que inaugura y recibe una nueva etapa. Y luego está Ángela, a quien va dedicado todo; más allá del lienzo.

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