lunes, abril 04, 2011

Amargo

Será la cercanía del centenario, el próximo viernes, de Cioran ("Podemos imaginarlo todo, predecirlo todo, salvo hasta dónde podemos hundirnos"). Será eso, que es más literario. Será que se vive en la guerra. Ni siquiera en su inminencia, en la guerra misma como un estado natural que es el estado de sitio, de excepción y de alarma. Lo demás, lo que queda, es tonta tregua, pausa evasiva en la línea continua del desprecio, el reproche y la envidia, la censura, el vituperio, la violencia contenida y la mala educación. Querer y reír, agradar y acariciar, se convierten en exaltación pasajera, en la fiesta periódica de la algarabía del tiempo. Y el silencio. Según sea. Se prefiere el silencio cuando sería necesaria la palabra; y, sin embargo, la palabra se alza embrutecida cuando lo mejor sería callarse y no levantar la voz. Una mañana vi entrar en una iglesia, después de despedirse de su mujer con un beso, a una presunta mala persona. Pasé triste todo el día.

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