lunes, diciembre 17, 2007

La lentitud

La lentitud me persigue desde hace días. Si no ella, su argumento. Me ha bastado parar mientes en la lentitud para leer algo sobre eso. Primero fue una columna el viernes pasado de J. R. Alonso de la Torre referida a esta ciudad, con sentido común. Luego referencias al libro de Carl Honoré y al movimiento slow. Luego, un sugerente artículo —como siempre— de Javier Rodríguez Marcos sobre la lectura, publicado el sábado en El País y del que Álvaro Valverde se ha hecho eco —o sea, más. Ayer, en Página 2 fue escuchar al hindú Vikram Chandra decir que escribe con lentitud. No sé si decía toda la verdad.
Como yo, que quiero hacer pasar por convicción lo que es naturaleza. Mi elogio de la lentitud esconde un modo lento de hacer dos cosas, por ahora: leer y escribir. Estuve en mi escritorio buena parte de la tarde de ayer para escribir ochocientas palabras, de las que a esta hora, por lo que leo, sólo valen la mitad. En el fondo, me siento un Balzac, como dijo Monterroso en “Fecundidad”, de Movimiento perpetuo: “Hoy me siento bien, un Balzac; estoy terminando esta línea.” (Un amigo me recordó hace unos días lo de Monterroso. Se sentía igual. Es el único poeta que me llama para decirme que ha terminado un poema. Es Ángel Campos Pámpano, que hoy me ha leído otro; uno ya escrito, recuperado. Lentamente, y bien dicho. Por teléfono.)
No me importa mucho si un autor escribe con rapidez o con lentitud, que no es lo mismo que fácilmente o con dificultad. Eso se nota cuando uno lee, sobre todo si se fija. Supongo que seguiremos hablando de estas cosas. Con tranquilidad, con paso de buey.

2 comentarios:

Recaredo Veredas dijo...

La lentitud no es una mala perseguidora. Puede resultar molesta, pero al final siempre se agradece su irrupción. Saludos y gracias por su prosa.

Anónimo dijo...

J. Armas Marcelo decía en su artículo del ABCD las letras (hace dos semanas) que escribir es leer lento.