Hoy el periódico me ha traído estas imágenes en páginas distintas que aquí fundo. Las he leído en el pasillo del hospital, en la antesala de la consulta del alergólogo —acompañaba a Julia— y mientras un tipo tocado con una gorra de las que usa Miguel Delibes hablaba por su móvil —que había ‘descolgado’ a los sones del himno del ‘Atleeeeti’—, a voces, situado entre dos carteles grapados a la pared. En uno dice que no está permitido el uso de teléfonos móviles; y en el otro se recuerda al lector —a “usted”— que está en un hospital y que “Silencio”.
Tener la oportunidad de releer “Crucifixión” de Federico García Lorca en el periódico del día es un regalo, aunque la razón sea que mañana Sotheby’s saca a subasta en Londres el manuscrito de ese poema que perteneció a Miguel Benítez a un precio inicial entre 27.793 € y 41.689 €. No deja de tener un aire viscoso el reencuentro con este poema por ese motivo. Un poema que comenzó a difundirse en ediciones modernas, muy dispares algunas por el mal estado del autógrafo. Mario Hernández lo difundió hace años y hoy hay edición asequible del libro en el que está, Poeta en Nueva York, en la de María Clementa Millán en Ediciones Cátedra (Letras Hispánicas, 260). Y es que “La luna pudo detenerse al fin por la curva blanquísima de los caballos” y “Entonces salieron los fríos cantando sus canciones / y las ranas encendieron sus lumbres en la doble orilla del río.”. Siempre le pongo imágenes de Guillermo Pérez Villalta a estos versos.
martes, noviembre 27, 2007
El valor de las letras (del Tesoro)
Publicado por Miguel A. Lama en martes, noviembre 27, 2007
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2 comentarios:
Yo le pongo otras. Cuando leo un poema de Lorca en el que habla de la luna, me imagino una ilustración infantil, la que había en el libro por el que comencé a leer a Lorca hace tropecientos años, ya sabes, jaca negra, luna grande... y que mi madre compró cuando teníamos cinco o seis años. Lorca y la luna son ese libro de mi infancia, lo mismo que cuando leo la Oda a Walt Whitman siempre acabo imaginándome a Tom Sawyer. No me preguntes por qué, que eso no lo tengo claro.
Me compré hace muy poco un dibujo de Guillermo en el que se ve a un lector descomponiéndose en formas circulares mientras sostiene en la espalda una luna iluminada por un flexo. Me gustó la imagen (yo que soy lector camero)de la lectura como una transformación y encuentro de nuevas formas y cuerpos.
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