Siempre habrá alguien que quiera pisotear al débil, que arrebate al otro lo poco que tiene, y siempre, mientras pervivan la maldad, la ambición, la violencia y el odio, será necesaria, siempre seguirá siendo necesaria, una llama encendida, la luz de una vela que testimonie la contestación pacífica contra la barbarie; pero también contra la paz precaria, con condiciones. Una vela encendida porque hay razones para el pesimismo, para temer que las operaciones cosméticas solo simulan un cambio, que toda paz es para preparar la guerra, y que quien ha destruido hasta lo más pequeño para ganarlo todo, ambiciona mayores riquezas con la necesaria reconstrucción de aquello que abatió. Por eso, cuando uno relee la prensa de hace más de cuarenta años a la luz de los sucesos recientes, sigue teniendo motivos para el pesimismo y el pensamiento sombrío, y sigue, pues, siendo necesario mantener una llama encendida. Quise esta mañana que estas palabras precedieran la lectura de unos pocos poemas de algunas autoras originarias de Palestina, como Hanah Ashrawi o Naomi Shihab Nye, y de otros poetas, como Najwan Darwish, en la Vigilia contra el Genocidio en Gaza, una acción de solidaridad y resistencia de 24 horas organizada ayer y hoy en la Plaza Mayor por la Plataforma de Personas Refugiadas de Cáceres y la Plataforma Cáceres con Palestina. La consulta estos días de algunos textos antiguos publicados en la prensa española sobre el conflicto palestino-israelí ha nublado la promesa de un futuro benigno. Me sacude lo escrito por Gema Martín Muñoz («Prolegómenos del Estado palestino»), en El País el 31 de enero de 1996; el mismo medio del que acumulo recortes de Juan Goytisolo («Israel, Palestina y sus diásporas», «Palestina: memoria y mito», de 1982 y 1987), que publicó allí una serie de seis artículos bajo el título de «Ni guerra, ni paz» con la entradilla de «La ilusión surgida de los acuerdos de Washington y Oslo se desvanece ante la cruda realidad de los hechos» (12 de febrero de 1995). Qué lejos su Diario palestino de 1988 —cuando su serie televisiva Alquibla—, que recogió años después en De la Ceca a La Meca. Aproximaciones al mundo islámico (Alfaguara, 1997), y en el que escribió: «El tratado de paz firmado simbólicamente por un grupo de escritores, artistas, universitarios israelíes y palestinos, fundado en el mutuo reconocimiento de sus respectivos Estados, retorno a las fronteras del 48 y desmilitarización de Jerusalén, convertida en ciudad abierta y capital simultánea de ambos, nos recuerda de forma oportuna que las situaciones creadas no son irreversibles y los conflictos étnico-religiosos, por arduos y enconados que sean, tienen salida.» Qué lejos.
sábado, octubre 18, 2025
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