Me emocionó ayer recibir de mi compañera y amiga Pilar Montero Curiel (apud Pepe Barquilla) esta fotografía de una esquela en la puerta de la parroquia de Madroñera que noticiaba el fallecimiento en Barcelona de Joaquina Hoyas Gómez, «Viuda de Juan Marse», este miércoles 16 de abril, pocos días después de haber cumplido los 89 años. Me conmueve que a tantos kilómetros de distancia alguien haya recordado —«Con cariño de toda tu familia»— a «la Joaquina de Herguijuela» —así figuró en la dedicatoria, por ejemplo, de El embrujo de Shanghai—, que «vino al mundo el 11 de abril de 1936 en un habitáculo serrano que pertenecía al término de Herguijuela, en la provincia de Cáceres», aunque su madre se trasladó antes de terminar la guerra civil a Madroñera, donde vivieron en «un chozo parecido a los bohíos de Cuba, hecho de ramas y paja» (págs. 266-267), como Joaquina explicó a Josep Maria Cuenca en su extraordinaria biografía de Juan Marsé, Mientras llega la felicidad (Barcelona, Editorial Anagrama, 2015), de donde tomo también la mención de su nacimiento y la mayoría de los datos de esta nota. Fue la segunda de tres hermanos. Antonia fue la mayor y Lorenzo, el pequeño, y todos acabaron emigrando; a Madrid ellas y a Alemania y Holanda el varón. En la capital, Joaquina encontró trabajo como peluquera en varios locales —había aprendido el oficio en Trujillo—, hasta que la conoció la distinguida María Rosa Campos Peñaranda —la «Marquesa»—, que llegó a tenerla como asistenta personal en sus diferentes domicilios en el hotel Wellington, en la calle del Dr. Esquerdo o una casa en El Escorial por la que pasaban los poetas Ángel González y Jaime Gil de Biedma, y junto a los que en agosto de 1964 conoció a Juan Marsé, con quien se casó en mayo de 1966. En enero de 1968 nació su primer hijo, Sacha, y en noviembre de 1969 Berta completaba la familia. Recuerdo ahora —poseo recorte— la airada y justificada reacción de Marsé a unas declaraciones del productor Andrés Vicente Gómez por las críticas del escritor al bodrio de película de Sigfrid Monleón El cónsul de Sodoma, producida por Gómez. Éste dijo que lo que verdaderamente molestaba al novelista era que hubiesen aireado aspectos de su vida personal como cómo conoció a su mujer, «que era una criadita de una marquesa de Madrid». Juan Marsé publicó en El País (jueves 14 de enero de 2010, págs. 27-28) un artículo con el título de «Peliculeros» en el que tomaba esa alusión como ejemplo de la «rencorosa mala baba del productor» y afirmaba: «Mi mujer fue la peluquera particular de María Rosa Campos, amiga ésta de Jaime Gil y de Ángel González desde mucho antes de que yo conociera a ambos poetas. Pero da lo mismo, Joaquina podía haber sido su criada, ¿y qué? ¿O es que estar casado con una criada es para el señor productor una prueba más de la insolvencia social, profesional y moral del pequeño escritor? ¿Qué tiene contra las criadas el señorito Andrés?». Con la biografía de Josep Maria Cuenca —espléndida, insisto— se puede completar la imagen de una mujer que se abrió paso en la vida, sin duda, gracias a su coraje y su viveza, y a un «carácter nómada, que en algunos aspectos ha perdurado hasta hoy» (pág. 270), al decir del biógrafo de su marido, con quien Joaquina Hoyas tanto compartió y a quien ha sobrevivido casi cinco años. Como su familia y conocidos de Madroñera, desde Cáceres, con afecto, descanse en paz.
viernes, abril 18, 2025
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