Si alguna vez viajo a Japón, me gustaría llevar conmigo este libro. No es una guía de viaje, pero permite estar de un modo distinto en lugares como los parques de Hibiya o Ueno, distritos como Mejiro, Tsukiji o Kitasuna, la estación de Nezu, la bahía, el Roukumeikan, el Hotel Imperial…; y me imagino el placer que debe de sentir uno allí con esta crónica, relato y ensayo en las manos, mientras conozca in situ parte de lo mucho que contienen estas meditaciones organizadas en un preliminar («Las campanas del tiempo») y diecisiete estaciones, casi todas cerradas con las breves anotaciones de una parte del diario de viajera de la autora —Anna Sherman, una americana de Arkansas licenciada o así en latín y griego—, que cuenta momentos de la relación con el dueño de un pequeño café —Daibo—, con quien conversa ayudado por Arthur, traductor estadounidense. El conjunto, eminentemente narrativo, tiene también la apariencia de un ensayo con voluntad académica, con 260 notas —de las que más de setenta son de la traductora, Victoria Pradilla— y una bibliografía de catorce páginas y pico. Entre lo primero que subrayé al comenzar Las campanas del viejo Tokio están: «Japón es un país de campanas»; «Antes que Tokio fuera Tokio, se llamaba Edo» (pág. 12); «Justo antes de morir, en 2003, el compositor Yoshimura Hiroshi escribió un libro titulado Las campanas del tiempo de Edo (Toshi no oto)» (pág. 13) y «Donde el inglés, el español u otras lenguas tienen una sola palabra para ‘tiempo’, el japonés tiene una miríada» (pág. 19). Es decir, en las primeras páginas tenía el motivo definidor que se lleva al título —y al hilo por la búsqueda de las antiguas campanas— del libro, el dato sobre una realidad histórica, social y geográfica que conozco poquísimo o solo a partir de lugares comunes, una fuente cultural como ejemplo de la solidez intelectual de la obra y, por último, su asunto principal o tema crucial: el tiempo. La lectura de la obra de Anna Sherman es una sostenida experiencia de descubrimiento de escenarios reales y de la historia sobre la base de una reflexión o meditación sobre el tiempo que queda envuelta por el viaje y la inmersión en un país, que sirve de marco. En cierto modo, como si leyésemos un ensayo sobre la violencia con la estructura de la crónica de un viaje a una zona en guerra. No falta aquí, por cierto, el análisis de la convivencia con radicales conflictos, como las bombas de 1945 y sus consecuencias, o el terremoto de 2011 y el accidente de la central de Fukushima. He dicho que entre las numerosas notas —muchas tan necesarias e ineludibles que su colocación al final y no a pie de página hace enojosa la placentera lectura— hay muchas de la traductora, que tiene una presencia muy significativa en la versión española de Las campanas del viejo Tokio, una presencia que se agradece como una acompañante que apostilla y completa lo que la autora nos cuenta, y que se manifiesta muy desde el principio, en el primer párrafo del primer capitulillo introductorio, en dos notas que anteceden a la primera de Sherman. Para mi lectura personal, esta presencia de Victoria Pradilla tiene un sentido entrañable, por ser ella la persona a través de la que vino a mi conocimiento la publicación de este recomendable libro al que Laura González dedicó una parte de su «Todos somos sospechosos», de Radio 3, en conversación con Victoria. Volví a escuchar aquel programa después de leer el libro casi como la culminación de una prolongada convivencia con ese mundo oriental y esa manera de concebir el tiempo que recorre todas sus páginas; una convivencia que conlleva que se te presenten otras obras en tu cotidiano vivir como si hubiesen sido atraídas por una recóndita fuerza. De mi biblioteca, el Cuaderno de Tokio de Emilio Gañán (Badajoz, Libros de Mesa, 2019) y su abstracción pictórica de la ciudad. De una noche del tercer domingo del año, la película Cuentos de Tokio (1953), de Yasujiro Ozu, y su lectura —en genuinos planos a ras del suelo— del tiempo en los ancianos y en sus sonrisas sempiternas y resignadas. Todo, durante Anna Sherman, Las campanas del viejo Tokio. Meditaciones sobre el tiempo y la ciudad. Traducción de Victoria Pradilla Canet. Madrid, Capitán Swing, 2022. Muy recomendable.
jueves, julio 20, 2023
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