sábado, marzo 05, 2022

Los nombres impares

Cuando Álex Chico (Plasencia, 1980) intervino en una sesión online —del viernes 26 de noviembre del año pasado— del Taller de Escritura Creativa de la Universidad de Extremadura que imparte desde el curso 2019-2020 el también escritor placentino Javier Morales Ortiz, uno de los participantes, ya en el coloquio, le preguntó por el título de su novela Los nombres impares (Barcelona, Editorial Candaya, 2021), y no recuerdo la respuesta exacta; pero sí que mencionó los números impares como analogía. Desde luego no habló de un número entero que es impar cuando solo existe otro número natural, etc.; sino que tuvo que aludir a lo que luego —yo en ese momento no había leído la novela—, en el corte 21 y último de la segunda parte, el personaje de Ida propone sobre el título. Lo explica como «un número que queda fuera de todo, un nombre que se desplaza también al margen…» (pág. 218). Un nombre que forma parte de la historia pero que no se deja ver a primera vista, que solo «aparece si lo lees con una atención enfermiza. Superlativa. Descomunal. Damián es una persona invisible, como los nombres impares» (pág. 219). Ese Damián, de apellido Gallego, es el que activa todo el relato de Álex Chico en Los nombres impares, que vuelve a plantearse cuáles son las motivaciones de la escritura, cuáles sus límites y qué hay en el baile de identidades que concurren en un texto con voluntad de narración ficticia. A Álex Chico le gusta moverse en unos terrenos fronterizos y mestizos en términos literarios, y su propia obra, que está compuesta por libros de poemas y ensayos que, si se puede decir así, han cristalizado en unas novelas en las que convive el relato de ficción con la realidad documentable. Su obra es una interesante propuesta de teoría literaria, de particular teoría de la visión; o igualmente atractiva declaración de lector. En esta última vertiente, la de la lectura, la novela de Chico muestra su cercanía a los modos metaficcionales de Roberto Bolaño, que poco tarda en aparecer (pág. 24 de doscientas cincuenta) en la pesquisa puesta en marcha por una pareja detectivesca. Dichos estos escasos ingredientes fácilmente reconocibles, la novela arranca con una frase de tan pertinente intención como «Igual tengo una historia para ti», y muy desde el principio remite al mundo de la literatura, de la narración o de la escritura como medio de ensanchar la vida que vivimos. Cuidada en su estructura —no sé si la «Nota final» debería ser distinguida tipográficamente para separarla de las tres secciones principales— es una novela extraordinariamente sugerente, que concita la actualidad literaria con la alusión cómplice a nombres como Basilio Sánchez o Gonzalo Hidalgo Bayal, a Mª Ángeles Pérez López o Francisca Noguerol, y que convoca lo mejor de la literatura, también por el referente real del infrarrealista Darío Galicia —Ernesto San Epifanio en el universo Bolaño— para construir la esencia de este relato que no esconde una valoración moral sobre los límites de la realidad y la ficción: «Cualquier vida merece ser rescatada. Aunque nos parezca banal e insignificante, debe tener la oportunidad de volver a nosotros, camuflada a través del recuerdo y el lenguaje. Cualquier persona, además, tiene derecho a narrarla. El problema surge cuando nos preguntamos hasta dónde queremos llegar para que esa historia no se detenga. O peor aún: si estamos dispuestos a traspasar el límite y ni siquiera seamos conscientes de que vamos a avanzar cueste lo que cueste. Que seguiremos una pista a pesar de todo, aunque eso implique hacer estallar lo que nos rodea. Por otra parte, qué historia no se narra así, gracias a equívocos menores, faltas inconscientes o mentiras deliberadas. Si el propio lenguaje lleva implícito el engaño. Si la propia escritura es ya un artificio y, por tanto, una ficción sin concesiones» (págs. 70-71). Se agradece este afán especulativo de Álex Chico —presente en casi todas sus obras—, y que lo haga con tanta solvencia en la disposición de los materiales de su narración, en cómo presenta los detalles de una historia que avanza a partir de una investigación, o en cómo resuelve un testimonio —el del personaje investigado— en forma de entrevista, que es uno de los pilares argumentales del relato. Los nombres impares está dedicada in memoriam a Julián Rodríguez, cuyos nombre y apellidos, a partir de este lunes 7 —a las 10:30, a propuesta del Ayuntamiento— serán los que denominen a la Biblioteca Municipal de Cáceres.



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