lunes, agosto 19, 2019

Antonio Sánchez Barbudo lee a Antonio Machado


Creo que hoy se cumplen veinticuatro años del fallecimiento del profesor y crítico Antonio Sánchez Barbudo (Madrid, 1910-Florida, 1995), que hasta su jubilación perteneció al claustro de la Universidad de Wisconsin. Es una casualidad, sí, que hace un par de días mi amigo Isidro Timón se presentase con este regalo, con el libro de Sánchez Barbudo Los poemas de Antonio Machado. Los temas. El sentimiento y la expresión (Barcelona, Lumen, 1967). Me consta que contó con la ayuda de mi querido Jaime Naranjo, librero que conoce mis gustos y buena parte de mi biblioteca; así que acertaron plenamente, pues no tenía este clásico de los estudios machadianos que yo creo que ni siquiera tenemos en nuestra Biblioteca Central universitaria. Yo siento la lectura de este libro como si estuviese delante de un lector del gran poeta que va pasito a pasito, poema a poema, desde Soledades (1899-1907), Campos de Castilla (1907-1917) o Nuevas canciones (1917-1925), hasta el Cancionero apócrifo y otras poesías, comentando los textos en clase. Vamos, me imagino estar en un aula escuchando a don Antonio Sánchez Barbudo mientras da sus explicaciones: «En Nuevas canciones se encuentran hacia el final diecinueve sonetos. Éstos tienen valor muy desigual, pero algunos de ellos quizás sean de los mejores poemas que Machado escribió, y desde luego son de los mejores de esta parte de su obra. Por ellos vamos a empezar» (pág. 319). Muchos de sus comentarios son impagables, como lo es para un profesor contar con el índice de poemas que el autor menciona y destacados aquellos que se analizan más extensamente. Me gusta su antigua manera de abordar el análisis textual, procurando «siempre atender sobre todo al tema, esto es, a lo que el poema realmente dice, o parece que dice. Y también, especialmente, al sentimiento contenido, a la emoción, diferenciando ésta del mero pensamiento; o sea que he tratado de recrear —hasta donde esto es posible— la experiencia allí encerrada y ver de qué clase era. Y por último, he atendido a la expresión, o sea a la forma misma en que el poema aparece. Pero claro es que todo esto es en cierto modo inseparable», escribe en las páginas 11 y 12 de su «Introducción». Una delicia de lectura con la añadidura de volver a toparse con los versos de Machado en casi doscientos ejemplos, desde «El viajero» hasta «Estos días azules y este sol de la infancia».

No hay comentarios: