No sé si es el libro más gordo que tengo en casa. No lo traigo aquí por eso, aunque tiene dos mil páginas. Esta colosal edición ideada a comienzos de este siglo por Manuel Hermínio Monteiro (1952-2001) en su editorial lisboeta Assírio & Alvim me apetece que represente la celebración de un día como hoy. Rosa do mundo. 2001 poemas para o futuro es un gran monumento a la lectura y a la poesía, y «é uma obra colectiva feita por muitas dezenas de pessoas com sensibilidades diferentes, mas tendo em comum o grande amor pela poesia. Trata-se de uma obra ambiciosa, procurando abarcar a poesia conhecida ao longo da História, desde as civilizações mais remotas até aos autores nascidos en 1945», porque sus editores —yo creo que Hermínio— entendieron que ese límite temporal abarcaba la producción poética de su momento presente. Supongo que C. recuerda que me regaló este libro en la Librería Lello de Oporto —y aquí lo puse—, como yo recuerdo aquella tarde de principios de junio de 2001, en Lisboa, cuando lo de Hermínio, y cuando Ángel Campos Pámpano (1957-2008) me abrazó en aquella calle del Bairro Alto para darme noticia de su muerte y me dijo que había visto en la mesilla de su dormitorio, al lado de su cama, este tomo, Rosa do mundo. Qué mejor recuerdo de Hermínio que un libro editado por él. Encuentro en las páginas 997 y 998 el primer poema de Juan Meléndez Valdés que he leído en portugués: «Aos meus leitores» («Não co'esta amena lira / hão-de ser en ais tristes / chorados os azares / do reis pouco felizes […]». Aquí dejo este trozo. Por cierto, nunca he estado más solo que a la una, cuando pasaba hoy por el Gran Teatro de Cáceres tentado de entrar para leer, como otros años, algún fragmento de un libro en ese acto que hoy me ha parecido públicamente desamparado, casi desatendido por todos los que pasábamos por las aceras de San Antón. Yo llevaba uno en mis manos recién comprado. Ya hablaré de él, porque me está interesando, por lo que tiene de crónica íntima, de desgarro, de emoción —ay, las solapas—, o porque leí lo que sobre él escribió Juan José Millás, y sobre su autor, a quien deseó con buen ánimo «que Dios confunda por rompernos el alma». Yo, todavía, no me lo creo. Tengo que leerlo; que para eso estamos en el día del libro. Mustia esta fiesta local de mi casa con uno de los libros más gordos que tengo. Y hermoso.
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