[Lisboa, 16] Hablé con un señor que acudió al acto convocado por el Instituto Cervantes para inaugurar la exposición que conmemora los veinticinco años de la «Biblioteca de Barcarrota» hasta el 4 de diciembre, y se extrañó de que yo emplease el adjetivo «irresoluto». Yo creo que no llegó a comprender el significado de mi cita, que fue lo que dijo Francisco Rico sobre aquellos preciosos libros que se encontraron emparedados en una casa de Barcarrota en 1992 y que podrían tener procedencias diversas y haber llegado a manos de un «librero irresoluto» que se libró de ellos. Lo más cierto fue que aquella tarde los dos nombres que con más firmeza pronuncié fueron los de Fernando Tomás Pérez González y Fernando Serrano Mangas —quien más negó aquella opinión de Rico—, que fueron los que más contribuyeron, ab initio, a que hoy dispongamos de este patrimonio que ha sido preservado, difundido y estudiado, y que todavía sigue falto de la actuación que culmine el proyecto editorial de publicar toda la colección en facsímiles. Lo dije ante el embajador de España en Lisboa, Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga, y ante Miriam García Cabezas, secretaria general de Cultura, que representaba a la Junta de Extremadura, y con el asentimiento de Javier Rioyo, anfitrión, director del Instituto Cervantes de Lisboa, y de Julia Inés Pérez González, directora de la Biblioteca de Extremadura. Ojalá. Me gustó mucho viajar con mi compañero Juan Carrasco, catedrático de Lengua y Literatura Portuguesas en mi Facultad —ida y vuelta en el mismo día, y condujo él. [Ribera del Fresno, 19]. Me pongo muy nervioso cuando alguien toma la palabra y no respeta el tiempo que le han dado para que diga lo que tiene que decir, que, además, no suele ser digno de alabanza. Estuve recordando a Juan Meléndez Valdés, que a mí me parece un tipo tan importante y tan entrañable como Antonio Machado, que también acabó tristemente sus días por un parecido sur de Francia. Con Piedad Rodríguez Castrejón, alcaldesa de Ribera, muy bien tratado, y con la Asociación Histórica de Almendralejo y sus IX Jornadas de Historia de Almendralejo y Tierra de Barros. Me regalaron una botella de vino blanco «Batilo», el sobrenombre poético del poeta. [Cáceres, 20]. Algo anoté de Pessoa. Me parece que eso tan repetido de que la literatura, como el arte en general, es la demostración de que la vida no basta. No he tenido tiempo de confirmar si la cita no es apócrifa —siempre quiero saber de dónde sale, de qué obra, qué edición, qué página. Yo sí me sé algo de Álvaro de Campos que viene a decir qué es el hacer versos sino confesar que la vida no basta; pero me da la sensación de que lo que ocurre en la vida ya ha ocurrido en la literatura o en otros rincones del arte, como en un bolero que dice que «Hoy resulta que no soy de la estatura de tu vida» o que «Te devuelvo tu promesa de adorarme / ni siquiera tengas pena de dejarme / que este pacto no es con Dios». Me he acordado de dos personas que conozco y que se sentirían retratadas. En fin, la vida, la literatura. [Madrid, 24] En la puerta de acceso a la Biblioteca Nacional, antes de visitar el Museo Arqueológico. Se me ocurrió entrar un momento para renovar mi carnet que me caduca esta semana y aquello estaba tomado por la policía —mirando también en las alcantarillas. Una funcionaria quiso explicarnos que «Los Reyes de España han presidido este viernes la primera reunión del Pleno del Real Patronato de la Biblioteca Nacional de España como muestra de su apoyo y compromiso con la institución, que comienza una nueva etapa tras la aprobación de su Ley Reguladora y su Estatuto derivado en diciembre de 2016»; pero lo único que nos dijo es que a ellos no les informan de nada y que nada podía decir. Con el cordón policial, tras el enrejado, vimos al rey Felipe VI y a la reina Letizia, a un grupito de niños escogidos y a Luis Alberto de Cuenca. Un par de horas después comimos en Casa Lucio. Qué cosas.
lunes, noviembre 27, 2017
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