miércoles, octubre 12, 2016

Rubén Darío [100 años] después


Por falta de tiempo, torpeza o lo que venga al caso, no he desarrollado ninguna alusión aquí al Simposio «Rubén Darío 100 años después» que, organizado por el Centro Extremeño de Estudios y Cooperación con Iberoamérica (CEXECI), clausuramos el pasado viernes 7 de este mes en la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres después de día y medio de conferencias de especialistas en la obra de Rubén Darío y de una exposición espléndida con primeras ediciones, cartas y otros materiales procedentes de los fondos del Museo del Escritor del Centro de Arte Moderno de Madrid. La clausura fue la ponencia de mi amigo y compañero Ignacio Úzquiza González sobre «Rubén Darío: poesía, mito y vida», y no hubo tiempo para más protocolo que dar las gracias a todos los que hicieron posible el homenaje al autor de Prosas profanas. Con desahogo, habría que haber recordado que Cáceres tiene su rincón dedicado a Darío. En la Plaza de San Jorge. Sí. Poca gente repara en el testimonio de aquel reconocimiento cuando contempla la plaza y eleva la vista hacia la portada y las dos torres de la iglesia jesuita de San Francisco Javier, cambiada de aspecto en estos días por una invasiva ambientación cinematográfica. En pocas reseñas turísticas de ese sitio se menciona que allí está ese medallón de bronce con el rostro del poeta nicaragüense. Fue el 21 de junio de 1973, cuando, tras un acto presentado por Pepe Higuero, director de Radio Popular por aquel entonces, y celebrado en el Aula de Cultura de la Caja de Ahorros de Cáceres, en el que participó Ernesto Giménez Caballero, junto a otras personalidades, se inauguró ese medallón en homenaje a Rubén Darío que se colocó en la Plaza de San Jorge a iniciativa del embajador de Nicaragua en Madrid Justino Sansón Balladares. La noticia de aquello la ha rescatado recientemente el blog Cáceres al detalle, lleno de curiosidades, que da completa la crónica dictada por teléfono por Valeriano Gutiérrez Macías que publicó el ABC al día siguiente. «También se celebró una cena de confraternidad hispanoamericana», acababa la crónica. Habría quedado bien esta curiosidad como clausura de nuestra reunión en recuerdo del grande Rubén Darío.

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