Cumple veinticuatro años. Y veinticuatro fueron los días que tardó en llegar a casa después de nacer a las nueve de la mañana con seis semanas de antelación y dos kilos y doscientos gramos. Nació un sábado. Santo, para más señas; así que no pude comprar los periódicos del día, como me enseñó mi amigo Juanjo para fecha tan señalada. (Solo guardo un papel de aquella mañana en el resguardo amarillo de un cajero automático de la oficina bancaria en la que hoy mismo he estado con mi hija, celebrando su cumpleaños, para resolver con éxito un problema. Con la familia). Al día siguiente de aquel 30 de marzo de 1991 se adelantaron los relojes —de las dos a las tres— como este domingo pasado. Y como si quisiera cuanto antes que llegase el momento de tenerla, se adelantaron los relojes. Se adelantó ella y tardó en llegar, en un juego paradójico con el tiempo que espero que siempre nos beneficie. Y se quedó en mi vida para siempre. Sigue fascinándome lo que hace y lo que ha hecho. Felicidades, Julia.
4 comentarios:
Felicidades, Julia.
Y para ti, Miguel Ángel, también felicidades.
Abrazos.
Pues felicidades a Julia. Y al orgulloso papá.
Un abrazo.
¡Qué bonito! Y qué perfectamente medido todo. Sólo hubiera faltado el dibujo que me enseñaste esta mañana, jajajaja. Un beso enorrrrrme.
Me sumo a esas felicitaciones, Julia. Un abrazo al padre. O padrazo.
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