"La satisfacción ante la noticia del abandono de la violencia por parte de ETA debe ir acompañada en nuestro ánimo de un reconocimiento a las víctimas provocadas por el terrorismo. Más allá de cuál sea nuestra opinión política, el color de nuestras adscripciones, ninguna persona de buena voluntad duda en reconocer el papel de las víctimas, su inocencia, su sufrimiento. Y nadie se cuestiona cuál fue su ideología. Son víctimas. Y con eso basta. Dentro de 75 años los historiadores que analicen lo que ocurrió durante estas décadas de terrorismo en España, en el País Vasco, no podrán olvidar a las víctimas, no deberán hacerlo.
Pues bien. 75 años después del golpe militar de 1936 me gustaría que lográramos que también se reconociera por todos la verdad de las víctimas de la violencia represiva del franquismo. Más allá de cuál sea nuestra opinión política o el color de nuestras adscripciones, ninguna persona de buena voluntad debería dudar en reconocer el papel de las víctimas del franquismo, su inocencia, su sufrimiento. Nadie debería cuestionarse su ideología. Son víctimas. Y con eso debería bastar. Además, así se hizo ya durante años con las víctimas de la violencia izquierdista.
Y ese reconocimiento no es ideológico, sino moral, ético. Ese, el de las víctimas, es el único compromiso del historiador. Ése, el de las víctimas, debe ser nuestro único compromiso como personas."
viernes, octubre 28, 2011
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3 comentarios:
Dicho así, es evidente y no puedo estar más de acuerdo.
Luego, me vienen otras dos consideraciones claras. No creo que la paz y la integración social provenga ahora en el País Vasco de quienes ejercieron y comprendieron el asesinato, la violencia y socializaron el pánico, al igual que no vino la democracia de quienes protagonizaron el alzamiento del 36 sino de otras generaciones posteriores capaces de entender otra actitud (y buscarse entre ellos) y en otros tiempos. En esto me sumo a lo dicho por dos Fernados (Sabater y Aramburu) en dos artículos del El País titulados 'El pirómano y su manguera' y 'No les hagan caso'. Eta se muere asfixiada por la inutilidad de su propio odio (porque sí que es verdad que hay una evolución de los tiempos), pero lo que las mentes abertzales que la apoyan pretenden social y políticamente no lo deseo ni para mí ni para mis hijos, ni ese aldeanismo étnico antediluviano cabe en Europa. O en el sueño de lo que creemos Europa.
Por otro, me asombra que tras dos gobiernos de izquierdas de este periodo democrático, esta tarea siga aún pendiente. Que no se hubieran ocupado lo suficiente o bien de llegar y reparar aunque sea moralmente estos casos, lo cual para mí implica también serenidad y ejemplo. Una vez más creo que los políticos actúan por interés y desafección absoluta hasta para lo que dicen ser suyo.
El señuelo del enriquecimiento rápido para mí cegó aquel primer gobierno del Psoe, y en el último la tarea de reparación de la memoria histórica se pretendió desde la equivocación pueril de quien todos sabemos como una manera de acusar y hacer herederos de esos asesinatos al partido de la derecha. Por intención electoralista que para nada ha servido. Y la lección inmediata es que estos errores inmaduros de dirigentes absurdos lo pagamos caramente entre todos: en ejercicio democrático, en respeto cívico, en descrédito y abandono de la cultura (basta ver que cualquier nombramiento vale para cualquier ministerio), y en atención incompleta de las tareas debidas como esta.
Por eso la tarea indesmayada, pedagógica y justa de gente como José María Lama me merece mi admiración y respeto. Como la de cualquier persona que quiere rescatar y reparar el dolor humano sin activar la rueda cainita en el presente. Y con la conciencia de lo que fue truncado, dolorosa y hasta vilmente, a otros antepasados. Si así de viles hemos sido, cada cual que coja su parte de responsabilidad para no volver nunca más a serlo.
Firmo debajo.
Discúlpeseme haber escrito Sabater con b cuando el apellido de este escritor es con v. A este residente mallorquín sin don de lenguas se le ha superpuesto el término 'sabater' que en catalán significa zapatero. Para repararlo, recomiendo un poema impresionante, que no nos puede dejar indiferentes al leerlo como es "La sabata" de Josep Palau i Fabre. La suerte de internet es que nos pone todo a mano, incluida la traducción.
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