En José Amador de los Ríos, Historia de la Villa y Corte de Madrid (1861)
Hace ya unos años que escribí en una nota de lecturas para Laurel que habría que hacer reseñas de los artículos que sean memorables —por buenos o por malos— entre los cientos que se publican en las revistas especializadas. Hacer lo que no hacen las comisiones o agencias encargadas de evaluar la excelencia —o no— de la investigación filológica: leer. Me hago cargo. Y es que hay artículos de quince o veinte páginas que valen más que un libro de trescientas. Hace días que recibí uno de ellos. Me lo envió, por vía electrónica, su autor, Gabriel Sánchez Espinosa, dieciochista, profesor en Belfast (Queen's University), estudioso del literato aragonés José Nicolás de Azara, y de libros y bibliotecas. Lo ha publicado en la revista Goya (núm. 332, 2011, págs. 142-155) y se lo dedica al hispanista Nigel Glendinning. Su título: "Los puestos de libros de las gradas de San Felipe de Madrid en el siglo XVIII". Es un trabajo excelente que leí con fruición al recibirlo y sobre el que vuelvo gustosamente. Si casi todo estudio comienza por situar su objeto, éste lo hace con más razón, pues localiza físicamente en el antiguo plano de Madrid lo que fue el convento de San Felipe el Real y sus gradas, vistas en El diablo cojuelo de Vélez de Guevara, desaparecido todo a mediados del siglo XIX. Hasta que llega a tratar el comercio de libros en las gradas de San Felipe, Gabriel Sánchez Espinosa hace de guía sobre un Madrid que solo existe en la memoria documental —demos gracias. Luego, su aportación se llena de referencias a libreros desde el reinado de Felipe V hasta el de Carlos IV, y de libros, cómo no, o, más bien, de papeles de todo tipo; menos del más culto, minoritario entre tanta letra impresa popular: "El estudio de las obras disponibles en sus dinámicos puntos de venta, encrucijada de lo antiguo y lo moderno, podría servirnos de sismógrafo del choque de ideas y los modos de vida que tuvo lugar bajo la aparente estabilidad del último siglo del Antiguo Régimen" (pág. 153). La síntesis parece solo un aperitivo de lo que puede llegar a ser un censo de librerías del Madrid del siglo XVIII y los primeros años del XIX.
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