miércoles, junio 02, 2010

Libros



Iba a ser una mañana de bancos y se ha convertido en una mañana con libros. Mucho tiene que ver que los bancos tengan largas colas y las librerías aún no.
A primera hora, en el apartado, dos sobres, uno con el volumen de la última edición de Voces del extremo, el encuentro —y van doce— de poetas en Moguer que organiza el activista Antonio Orihuela, que no tiene flotilla que llevar a Gaza; pero que provoca las mismas ganas de ser abordado por los poderosos; otro con un extraordinario regalo de Javier Sánchez Menéndez, los cuatro primeros números de la colección Álogos —álogo es el comentario a una entrada de blog, en término acuñado por Javier— editados en la sevillana La Isla de Siltolá. Debo la referencia a Chema Cumbreño, con quien conversé el otro día sobre escritura y blogs —la colección de Javier plantea un itinerario creativo muy interesante que va de las entradas de blogs muy visitados (de Gregorio Luri, José Miguel Ridao, Aurora Pimentel Igea y Joaquín Alegre Herrera) al libro. Esto, sin duda, merece más espacio que esta nota matutina de diario.
Luego, de la librería me he traído la nueva edición de Las armas y las letras de Andrés Trapiello, sobre la que ayer precisamente Álvaro Valverde llamó la atención por una reseña de José Luis García Martín, de ésas que él a veces dedica a los amigos. Por fuera, se notan las manos de Alfonso Meléndez y el propio Andrés Trapiello, que tantos buenos libros han cuidado. Pero también me he encontrado en la librería con la sorpresa de la nueva novela de Diego Doncel, Mujeres que dicen adiós con la mano, que acaba de publicar DVD Ediciones en su colección de narrativa. Me alegro de que Diego siga en sus trece, quiero decir, en pos de nuevas fórmulas, de nuevas propuestas. Yo esperaba que lo próximo suyo fuese un ensayo. A lo mejor se trata de eso. Llevo veinte páginas. El punto de vista es en primera persona, femenina. Parece una novela, o sea, eso.

1 comentario:

Flor dijo...

Tengo en la mesilla "Las armas y las letras", esperando que acabe "mi pesadilla" para leerlo con muuuuchas ganas. Será una de mis lecturas de verano.¡Qué bien dejar de ser leedora y volver a ser lectora, como decía Salinas...!