martes, julio 07, 2009

El cuaderno escolar de Juan Ramón Santos

Quien quiera leer un buen libro de cuentos para disfrutar que lo haga con este Cuaderno escolar (Cortometrajes), de Juan Ramón Santos (Plasencia, 1975), publicado en la colección “La Gaveta” de la Editora Regional de Extremadura. Desde que aparecieron los primeros Cortometrajes (Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2004), el nombre de Juan Ramón Santos se convirtió con justicia en uno de los más recomendables en el relato corto entre los extremeños. Ahora, tras varias colecciones de relatos, creo que este Cuaderno sobrepasa cualquier limitación geográfica.
Llevaba leídos unos cuantos cuentos cuando me acordé de Gonzalo Hidalgo Bayal. Sí, fue cierto gusto en el estilo, el humor, la “Exégesis” o, más adelante, “En mi vida me he visto en tanto aprieto”. Entonces, fui al final, a “Dedicatorias, reconocimientos”, y allí encontré a Gonzalo, a quien Juan Ramón dedica el breve relato “Los martes, mercado”. Sabía que J.R.S. había sido alumno de G.H.B. en algún taller literario. Días antes de recibir el libro y de leerlo, vi a J.R.S. en Plasencia. Yo iba con G.H.B. No hablamos. Estábamos en una iglesia, acompañando a Yolanda, a Álvaro, a Leticia y a Alberto, en un mal trance. De vuelta, por una calle hacia la plaza, G.H.B. me habló de un tal “Cartones”, un personaje placentino, y me dijo que J.R.S. lo había incorporado a uno de sus cuentos en su último libro; éste que ahora he leído. Así que ha sido inevitable ver a Gonzalo en el libro de Juan Ramón.
Sabe moverse el autor de este Cuaderno escolar en diversos grados y en diversos tonos de la distancia corta en materia narrativa del cortometraje. En el microrrelato que es "Invitación a la lectura”, de Kafka a Borges (copio aquí el texto completo, con permiso del autor y del editor: "¿Será acaso el Odradek un aleph portátil?"), como mínima expresión de una serie en la que hay otros ejemplos notables de media docena de líneas, como “Necrológicas” o “Cotillón”; en el juego de ingenio y el texto lúdico del articuento a lo Millás; o en el relato neto que aplica muchos de los constituyentes básicos de un género que tiene en la liberalidad imaginativa y de construcción su piedra xilofonal. Hay piezas excelentes, una disposición con sentido estructural de los 42 textos, algún desfallecimiento imaginativo a costa del recuerdo —en “La medida de todas las cosas”—, cierta inflación de los gerundios en “Ardor fraterno” y mucha calidad y amenidad literarias. Por esto, estoy seguro de que el lector disfrutará con esta lectura.

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