Juan Marsé (Barcelona, 1933) cumple hoy 75 años. Tenerle literariamente activo es uno de los grandes lujazos del panorama literario actual. Admiro su forma de contar y comparto la sustancia de ese implacable territorio moral en que se mueve. “El reto para un verdadero escritor no es hacerse un lugar en el escaparate cultural, sino resistirse a él”, dijo en una entrevista hace unos años.
Hace un par de veranos El País publicó un relato de Marsé en el que hablaba de sus orígenes: “Se podría decir que yo he nacido dos veces. La primera vez lo hice en el número 9 de la calle Mañé i Flaqué, en Sarriá, el 8 de enero de 1933; la segunda, quince días después, en un taxi, cuando una pasajera llamada Berta, después de escuchar al taxista lamentarse de la muerte de su esposa al dar a luz un niño, le dijo: "Lléveme usted a ver ese niño, por favor", y el taxista cambió de trayecto para complacerla.”
En febrero de 2007, como remate de una conversación entre Isabel Coixet y Juan Marsé, éste aludía a la "verdadera historia" de su nacimiento, desvelaba algunos datos desconocidos sobre unos hechos que quería incorporar de algún modo a su nueva novela y que diferían de lo contado por él mismo en diferentes lugares, como en el texto de arriba.
Ayer escribía Juan Cruz en El País sobre él. Felicidades.
martes, enero 08, 2008
Felicidades, maestro
Publicado por Miguel A. Lama en martes, enero 08, 2008
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1 comentario:
Ayer estuve en Llerena, preciosa localidad en la que imparto un taller literario, y como casi siempre cité a Marsé, cité Si te dicen que caí, sin saber que era el cumpleaños del descomunal novelista.
Cuando regresaba, a la altura de Zafra, escuché en radio nacional la noticia de su cumpleaños. Escuché su voz por primera vez y supe de su nueva novela. No mucho, pero algo se dijo allí sobre qué nos espera a sus lectores.
Entonces pensé en Miguel Ángel Lama. No sólo por estar en Zafra, sino, sobre todo, porque él si ha escuchado a Marsé, pues ha hablado con él en muchas ocasiones.
Después de Marsé, en el programa de radio nacional hablaron de un tema que no me interesó y moví el dial. Éste se detuvo en un lugar en el que una voz masculina recomendaba con fervor al escritor J.M. Coetzee.
No sé cuánto tiempo tardé en percatarme de que la voz me era muy familiar. Quizá fueron segundos.
Estuve sonriendo el resto del camino a casa.
Por si fuera poco, hoy me encuentro con esta entrada, y con esta fotografía.
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