martes, septiembre 30, 2025

Órgia

Sigue pareciéndome un monumental empeño publicar teatro como lo hace Ediciones del Bufón. Su catálogo ya ha demostrado en los últimos dos años su esmero editorial en el tratamiento de las cubiertas, la elección del tipo de papel, la tipografía, la generosa maqueta que da aire a los textos de indudable interés en el panorama actual del teatro en español que nos vienen presentando. Por todos estos elementos, el lector toma conciencia de que está ante una editorial que cuida el teatro para ser leído. Pero en este caso del que hoy escribo, Órgia, de Julia Moyano y Rocío Hoces, hay dos detalles que hacen muy presente esta actitud de delicadeza y atención editoriales, que son reveladores de una manera de ser editorial que se agradece. Uno atañe a una suerte de militancia solidaria, pues en esta entrega de la colección se edita en la segunda solapa una relación de títulos de otra editorial —«Ese es un muestrario de las editoriales que nos gustan»—, la catalana Temporal, de la que se dan algunos títulos, entre los que está el libro de la psiquiatra María Huertas Zarco, Nueve nombres. Precisamente, María Huertas es la autora de un epílogo muy testimonial de Órgia (págs. 77-103) en el que también resume la historia de la salud mental en el sistema sanitario español de los dos últimos siglos. El otro detalle es un marcador expresivo, es la señal con la que se muestra una decisión editorial: tachar la palabra locura y otras formas (locos, loca, loco) cada vez que aparece en cualesquiera de los textos del libro, bien sea en el «Prólogo» de la directora de escena y dramaturga Lucía Miranda, en la polifónica pieza dramática Órgia, en los testimonios que siguen de antiguas trabajadoras del manicomio sevillano de Miraflores —el centro psiquiátrico ya desaparecido que se toma como un (no)lugar de memoria y de denuncia— o en el citado epílogo. Órgia, el texto central, incluye en sus tres partes la interacción teatral de sus personajes femeninos, la razón de ser del texto y la información necesaria sobre su montaje y sobre quienes lo montan. Así, «La Rara —que es la formación que componen las autoras Julia Moyano y Rocío Hoces— es un colectivo escénico abierto que nace en 2020 a partir de la búsqueda de una coherencia artística, vital y política. Trabajan en lo que les mueve y conmueve» (pág. 25). O: «A principios de los ochenta, varios artistas y profesionales de la salud mental ponen en marcha «Salta la tapia», que consistía en la celebración de un festival de música y artes escénicas en las instalaciones del psiquiátrico de Miraflores, dando la oportunidad a las personas allí encerradas de vislumbrar alegría y estímulo y a la ciudadanía, de acercarse a una realidad marcada por el desconocimiento y el estigma que habían alimentado durante décadas esos muros» (pág. 42). «¿Sabéis —dice Julia en la segunda parte— que órgia, en la antigua Grecia, eran actos colectivos en los que una verdad espiritual iba a ser revelada? ¿Sabéis que fue el cristianismo quien le dio la connotación carnal, pecaminosa?» (págs. 50-51). El lector se sumerge enteramente en una propuesta escénica con una perspectiva eminentemente social; pero, por si acaso —y es otra apuesta editorial— están los apoyos ya mencionados de Lucía Miranda («Unas loquis de verdad»), los testimonios de las militantes sanitarias del «Batallón de Miraflores» (Estrella Álvarez Navarro, Margarita Laviana Cuetos —fue directora de Miraflores cuando su desmantelamiento—, Carole Rodríguez Savart y Pilar Castellano Gallo) y el iluminador epílogo de María Huertas Zarco. «La Rara, hasta que la última esté bien» es el acto X de los pódcast del Bufón que pone mejor voz a lo que he querido destacar en esta nota. 

martes, septiembre 16, 2025

Canciones ilustradas de Alcaíns


Fue en mayo del año pasado cuando celebré en este blog las primeras muestras publicadas de Javier Alcaíns como autor musical. Sí. En aquel momento, cinco entregas de partituras ilustradas que —decía uno— lograrían encontrar intérpretes de sus letras y sus músicas, dado el empeño paciente de este magnífico escritor y dibujante, autor de unas de las creaciones artísticas —también como editor— más singulares de nuestra historia literaria desde los años ochenta. Aquella primera serie de canciones fue creciendo hasta configurar una colección de diez, que es la que este jueves 18 de septiembre se presentará, a las 19:30 horas, en la exposición Canciones ilustradas de la sala de Pintores, 10 de la Diputación Provincial de Cáceres, y que podrá verse hasta el 3 de octubre de 2025. En el catálogo de la exposición, Javier Alcaíns explica que su proyecto en estas Canciones ilustradas consta de seis apartados: letra, música, ilustración, diseño, interpretación y edición, concebidos como un conjunto con sentido; pero que pueden agruparse de dos en dos —letra y música o letra e ilustración—, de tres en tres —letra, música e ilustración o letra, ilustración y diseño, o letra, música e interpretación—, de cuatro en cuatro... Los recorre uno a uno, y dice de las letras quien escribe poemas desde los doce años que son algo distinto, que la letra escrita para ser cantada pide rima, de ahí que todas las que incluye la tengan, en asonante y aguda, en su mayoría, como tanta poesía popular. De la ilustración dice que «consiste en hacer bailar sin que se pisen pinturas y texto», y puede asegurarse que lo consigue en esta colección de diez dibujos sobre diez canciones. A la música dice haber llegado como un advenedizo hace unos cuatro años, cuando empezó a estudiarla; pero en el diseño editorial lleva mucho tiempo el que ha editado libros memorables con esmero y que en este ha cuidado el formato, el tipo de papel y la disposición de la partitura como la escritura bella que es y que se despliega ampliamente en algunas de las piezas de la serie, como en «Cabaliñu». De la buscada confluencia de letra, música, ilustración y diseño resultan los dos últimos apartados, que cabría considerar de producción y que solo tienen sentido en una exposición, que es, finalmente, la culminación de todo: la interpretación musical y la edición del libro-catálogo. Ambas serán el regalo que recibamos quienes visitemos el jueves la muestra. El grupo Budur —bautizado así por Alcaíns, devoto de los cuentos de Las mil noches y una... en la versión del egipcio Joseph-Charles Mardrus, un autor que él editó en varias ocasiones entre 2010 y 2011— está compuesto por Mar Cabezas (voz), Jara Ciordia (piano) y Carmen Valiente (violonchelo). Y el catálogo, si no estoy equivocado, tendrá más de setenta páginas. Ahora bien, a esos seis aspectos de estas Canciones ilustradas cabe añadir otro que me parece especialmente relevante y atractivo, y al que Alcaíns no alude: las glosas o comentarios que ha escrito para presentar cada una de sus piezas. Son escolios que acompañan a la canción, al margen o a pie de página, y solo en dos casos («Cabaliñu» y «Retrato de joven en la fiesta») constituyen textos más largos editados a continuación de los versos y que en su día formaron parte de la edición impresa. En el resto de los casos son textos nuevos para esta exposición. Por ejemplo, para «Tarabilla  y cardo», la primera canción, anota: «Pensé que, para empezar, lo más fácil sería una canción para niños. Ya he visto que no.» Son comentarios informativos, poéticos, irónicos, emotivos y luminosos, o serios y más sombríos, como el último, para el poema en cuartetos decasílabos agudos «Ciudad destruida», con el que cierro este apunte desde la súplica y el anhelo de que termine la barbarie de Gaza: «De todos los desatinos de la humanidad, el más cruel es la guerra; de todas las guerras, las peores son las de exterminio. Salvo aquellos que obtienen beneficio de ellas y algunos otros cuyo pensamiento se perdió en derivas de delirio, no habrá nadie en el mundo capaz de encontrar una razón para ensalzarlas. Sin embargo, ahí siguen prodigándose, como si fueran necesarias. Muchas veces el arte ha intentado darle la dignidad que no tienen, y el cinematógrafo ha creado elegantes coreografías de ejércitos en batalla; pero ante esos juegos la realidad opone la violencia y la destrucción de las bombas, las violaciones impunes, los abusos de fuerza, los niños destrozados... La continua exposición de muertos hace que se desdibujen ante nuestro ánimo, la neutra letanía de las cifras vuelve burocrática la muerte. El pensamiento se acomoda. Hay que tener cuidado.»

sábado, septiembre 13, 2025

Acuse de recibo

Ayer viernes recogí en la Facultad dos sobres que no abrí hasta llegar a casa. Uno venía de Valladolid, de la calle Melendro, donde tiene su sede la Editorial Deméter, que desde 2022 nos está ofreciendo en su catálogo destacados ejemplos de literatura tenebrista y fúnebre, sobre todo, del siglo XIX. El otro sobre, sin remite, venía de la Editorial Candaya. Aunque presumo que debo el envío a la generosidad de Álex Chico, autor del libro que venía dentro, traía una amable carta personalizada pero sin fecha de Olga Martínez Dasi con una presentación de Geografía escrita. Viajes reales por lugares imaginarios, del escritor placentino afincado en Cataluña que tanto ha escrito sobre los lugares. Los textos que componen el volumen fueron publicados, en su mayoría —hay dos inéditos— en revistas como Quimera, Revista de Letras o Clarín, entre otras. Además, la edición tiene el interés añadido de que va precedida de un prólogo de Álvaro Valverde, «El viaje interminable», que conoce bien a Chico desde sus primeros pasos literarios y que tanto y tan bien ha pensado en el lugar como motivo literario —véase el acertado título de Meditaciones del lugar que dio José Muñoz Millanes a la antología poética de Valverde que publicó Pre-Textos el pasado año 2024. Tengo ganas de recorrer todos estos espacios escritos como crónicas, como apuntaciones de diario y como reflexiones ensayísticas de la mano de Álex Chico. Por su parte, Montse Ruiz, responsable de Editorial Deméter y que incluye en su envío un ensayo titulado Bécquer, ¿espiritista? (Editorial Deméter, 2024), con el que espero ponerme muy pronto—, me envía mi ejemplar —contribuí a su campaña de suscripción— de Los que vuelven (Editorial Deméter, 2025): una antología, ilustrada por la artista vallisoletana Lucía Vázquez de Prada, de relatos mortuorios breves de autores decimonónicos como Pedro Escamilla, Emilia Pardo Bazán —se recogen dos de ella, «Mi suicidio» y «La resucitada»—, Enrique Fernández Iturralde, Guillermo Forteza, o Carmen de Burgos, con un cuento, «La mujer fría», publicado en 1922; y que se cierra con un apéndice de textos aparecidos en la prensa desde1789 hasta 1866 sobre la preocupación de enterrar cuerpos aún vivos. Las últimas líneas de esta «antología oscura» van por ahí: «Si hay un sentimiento que deba igualar al respeto a la muerte es el del respeto a la vida» (pág. 149).

viernes, septiembre 05, 2025

Una belleza terrible

Tenía este apunte avanzado, pero sin terminar, cuando leí a finales de julio un texto de Edurne Portela y José Ovejero, «El misterio de Germaine», publicado en el número de verano (julio-agosto) de la revista Tinta Libre, de cuyo índice, por error, se omitió (págs. 56-58). Como un «hijuelo» que le ha crecido a la novela escrita por ambos Una belleza terrible (Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2025) presentaban este relato sobre Germaine Huot d'Anglemont, la madrina de Raymond Molinier (1904-1994), el revolucionario troskista protagonista de esa obra, que, cuatro meses después de su publicación, se extendía para sus lectores con esta suerte de apostilla que confirmaba ese carácter de Una belleza terrible como singular ente literario. Para mí, prolongaba el magnífico sabor que me dejó la lectura de esa novela, que comencé muy motivado por la fascinación que sentí con la obra anterior de Edurne Portela, Maddi y las fronteras (Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2023), la brillante narración sobre la vida de María Josefa Sansberro (Maddi) (1895-1944), una mugalari en la resistencia contra los nazis, que fue deportada y murió en un campo de concentración en Alemania. Añadiré que poco antes había leído Mientras estamos muertos (Madrid, Páginas de Espuma, 2022), el libro de relatos de José Ovejero que se alzó con el XVIII Premio de Narrativa Dulce Chacón en 2023. Teniendo en cuenta que ambos son pareja y que con Una belleza terrible han emprendido una tarea de escritura compartida muy sugerente, estas líneas quieren agradecer a ambos sus trayectorias como escritores y demostrar admiración por lo que hacen, y por lo último que han hecho. Han elaborado juntos una obra a partir de una biografía trepidante con tantos accidentes y derivaciones, «giros y acontecimientos sorprendentes» que «hacen muy difícil relatarla y apenas pueden caber en un solo libro» (pág. 177), con lo que incorporan a su definición —de la vida de Raymond Molinier— la valoración sobre la ejecución del empeño. Una sugestiva propuesta metaliteraria. Sobre una vida, además, que arrastra otra de las virtudes o implicaciones de esta novela, las mujeres que se relacionaron con el personaje principal y que estuvieron en el centro de la historia, pero que no dejaron testimonio ni memoria (pág. 178) —y cuya importancia subraya el apéndice aludido de Tinta libre. Muy a grandes rasgos, hay dos flujos en Una belleza terrible —el título proviene del poema de W. B. Yeats a los rebeldes republicanos irlandeses de 1916—, el de la narración que reconstruye unas vidas al servicio de la revolución —de las principales luchas revolucionarias del siglo XX— y el del relato, como fragmentos de diario, del proceso de escritura de una novela y los problemas que esa escritura suscita. En cierto modo, nos encontramos con una investigación que ficcionaliza a partir de los testimonios que la historia ofrece: imaginar, dicen los autores, frente a inventar; es decir, intentar deducir lo que no sabes una vez que conoces, aunque no enteramente, los hechos históricos: «No es lo mismo inventar e imaginar. No da lugar al mismo tipo de novela. La invención renuncia a acercarse a la verdad de los hechos, la imaginación lo intenta sabiendo que es imposible lograrlo por completo» (pág. 188). Seduce esta forma de revelarse: lo único verdadero, dicen, es su deseo de ver y de encontrar un orden en lo visto, es decir, construir un artefacto literario, una creación que hace presentes los materiales del pasado (pág. 185). La disposición de las cuatro secciones de la obra quizá no refleje estos dos flujos: I. Europa. II. Tierra de nadie. III. América. IV. Los huesos. El corazón. Son rotulaciones que expresan claves o etapas del recorrido biográfico de Molinier, y serán las divisiones internas —también tituladas— las que contengan, en algunos casos, los incisos metanarrativos de los escritores que escriben al alimón, completando esta doble cara que, sin menospreciar la historia —apasionante— que sirve de base a esta novela, la vida real de Raymond Molinier y de su gente, es para mí el gran valor de Una belleza terrible y lo que hace de ella una obra admirable. Y esta excelencia está en la forma que han dado a un material a la mano, el de las vidas de otros; pero también el de la propia vida de los que hacen literatura; de tal manera que el lector se asoma a la intimidad de los autores al mismo tiempo que imagina, gracias a ellos, la de los personajes de la historia, como una suerte de exaltación de la vida que explica la dedicación a la literatura. Excelente demostración de talento y de honestidad literarios.