Escuchó dos frases en su paseo matinal: «—¿Te aburres, Petra?» y «—No me paro, Mamerto». Ambas con la identificación —real— de sus destinatarios. La primera, la interrogativa, la pronunció una señora sentada junto a otra en un banco de un paseo en sombra. La segunda, en su enunciación negativa, era una advertencia proferida en marcha. A Mamerto, que llegaba de frente, se le veía en la cara la gana de saludar con tiempo; pero todo quedó en cruce y en la premura andariega de la frase. «Tengo que anotar esto», pensó. Cumplió. Y escribió estas líneas sobre una mesa en la que había varios libros —dos volúmenes de un mismo título—, tres vasos de cerámica con lápices y bolígrafos, un teléfono móvil y las dos pastillitas de la medicación que había olvidado tomar en el desayuno.
miércoles, agosto 27, 2025
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