El otro día de diciembre del pasado año me preguntó Julia por qué llevaba tanto tiempo este libro en la mesa de mi cocina. Le respondí que es una de esas novelas que solo leo en los desayunos. No es por demérito de la obra, sino por una disciplina que me impongo para compaginar varias lecturas. Es verdad que hay otras que son por obligación profesional y aquellas que uno se lee en dos tardes porque le han subyugado; pero también será por algo, digo yo, demorarse tanto tiempo en la lectura de un libro de a poquito en la mejor refacción del día. «—¿Y te acuerdas de lo que vas leyendo?» —me preguntó. «—Perfectamente». Y luego calculé la media de páginas que leí al día durante los tres meses que estuvo ahí el volumen de cuatrocientas sesenta: cinco páginas cada mañana temprano, sin ser exacto; que no hay ninguna necesidad. Pocos días después de nuestra conversación lo terminé. Durante el tiempo que desayuné con la novela han pasado muchas cosas, y algunas vienen al caso. Por ejemplo, cuando escuché en el programa A vivir que son dos días (Cadena SER) una conversación que tuvo Javier del Pino con David Trueba, Enric González y Jordi Évole, a propósito del documental del cineasta en HBO sobre Jordi Pujol, «La sagrada familia. Auge y caída de los Pujol». Me llamó mucho la atención que no aludiesen para nada a esta novela, Infierno, Purgatorio, Paraíso (Tusquets, 2021), de Jordi Ibáñez Fanés. A medida que escuchaba, aumentaba mi estupefacción por no escuchar ninguna mención de ese libro que yo estaba leyendo y que tenía tanto que ver con todo lo que estos inteligentes y amenos tertulianos comentaban sobre Pujol, su círculo, sus costumbres, su relación con la prensa, sobre Andorra, Ubu President… y toda la estrambótica realidad que puebla tan notable obra que fue reconocida con el Premio de la Crítica el pasado año —que en la sección de poesía fue para Incendio mineral, de Mª Ángeles Pérez López. También leí que Ramón de España se había disculpado y aceptaba que se le considerase un paranoico por creer que «una de esas peculiares manos negras que actúan en la sombra en nuestro país ha contribuido a que al libro del señor Ibáñez no se le prestara la atención debida». Se preguntaba por los motivos que a mí se me ocurrieron cuando escuché el programa de Javier del Pino, y se respondía: «Pues solo se me ocurre uno: Infierno, purgatorio, paraíso es una monumental tragicomedia sobre el prusés en la que el autor no oculta la grima que le ha dado todo el asunto y así se lo explica al lector en lo que es un ajuste de cuentas en toda regla con una sociedad, la catalana, y su responsabilidad en uno de los mayores disparates que se hayan visto recientemente en nuestro país. La sátira, además, no se quedaba simplemente en eso, sino que iba bastante más allá, sobre todo estilísticamente, de una manera que a veces no le ponía las cosas fáciles al lector, quien se veía obligado a perseverar en la lectura para acabar haciéndose con el premio gordo una vez concluida». Sin embargo, luego leí retrospectivamente una reseña de Domingo Ródenas en Babelia, otra de Fernando Valls, de marzo de 2022, y una columna, nada más y nada menos que en El País Semanal y de Javier Cercas, sobre la novela de Ibáñez Fanés, y no me pareció, pues, que la novela no hubiese tenido eco. Eco por su asunto, y no por sus valores literarios, como suele ocurrir, salvando algunas oportunas referencias a la construcción narrativa y al estilo de una obra a la que se le nota que está vertida desde su original en catalán, también publicado en Tusquets como Infern, Purgartori, Paradís (Tusquets, 2021) —sí, con esa errata en cubierta de «Purgartori», como los descuidos en la edición española («Clotas volvió a mirarme cómo si me tuviera por un caso definitivamente perdido» pág. 111; «El día antes había despedido […]» pág. 199; «Capgràs se lo miraba ahora con una mueca amarga» pág. 236; «Eran de color rosa, muy parecidas, sino idénticas […]» pág. 279). Sorprendido por lo dicho sobre esta novela y también por lo no dicho, me quedo con los buenos ratos que he pasado con su buena resolución de una sátira esperpéntica —no con su prolijidad en cosas innecesarias—, del juego temporal y estructural, y con su buen uso de los recursos formales, como el diálogo teatral, para resolver la demasiada presencia de un narrador inteligente que se deja notar en muchos momentos. Me quedo con aquella grata impresión que me propició encontrar al principio de sus páginas una cita de Juan Marsé: «Creo en lo que dijo Walter Benjamin: la narración siempre viene de lejos y aunque no sea verificable le concedemos crédito, mientras que la información —prensa, televisión, radio— viene de lo próximo y es verificable, y sin embargo muchas veces no es creíble». Aunque no se menciona, proviene de una anotación del 16 de junio de 2004 incluida en las póstumas Notas para unas memorias que nunca escribiré (Lumen, 2001, pág. 123 y nota en 377). Ibáñez Fanés podría haber elegido muchas declaraciones de Marsé sobre el contexto de su novela; pero ha elegido esta tan precisa. Recomiendo la lectura de Infierno, Purgatorio, Paraíso, sobre todo; y —siempre después— también de la de quienes escribieron sobre ella, en donde cualquiera podrá encontrar apreciaciones aprovechables, de esas que se publican en su momento. No como estos apuntes personales y extemporáneos, como fuera de onda. Valga como una justificación de esta nota.
domingo, enero 22, 2023
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