Me ha escrito esta tarde Tomás Sánchez Santiago a propósito de la antología dedicada a Ángel Campos Pámpano En el vuelo de la memoria, promovida por Suso Díaz, que la Editora Regional de Extremadura acaba de enviar a sus autores. Tomás es uno de los poetas que escriben —«Convocatoria» es su poema sentido, que se abre con unos versos de «La despedida», de La semilla en la nieve, uno de los libros de Ángel más invocados en el volumen— y una de las personas que mejor puede evocar quién fue aquel sobre quien ya escribió hace muchos años. En su espléndido libro Para qué sirven los charcos (Badajoz, Del Oeste Ediciones, 1999), Tomás puso un apunte antiguo que trajo a un Ángel vivo: «Recibo Abierto al aire, antología de la última poesía extremeña compilada y prologada por Ángel Campos y por Álvaro Valverde, a quien no conozco. Mientras vivimos en Salamanca, Ángel fue siempre el animal literario del grupo. Todo lo que hacía estaba trascendido de literatura y cuando los demás, con menos de veintidós años todavía, dudábamos si era moral o no quedarse leyendo a Mallarmé antes que unirse a una manifestación o a una juerga, él traducía pacientemente a Pessoa en su oscura casa de la calle de Libreros» (págs. 149-150). Es curioso que esta mañana yo me haya acordado de Tomás cuando volvía de la Facultad con un pan bajo el brazo y el periódico. «Pan y prensa: sustento diario», me he dicho, recordando aquello que Tomás escribió en su citado Para qué sirven los charcos: «Ay, los maridos del domingo: pan y prensa» (pág. 109). Qué bueno es saber así de alguien a quien se quiere y convocarlo así. Y que esta misma tarde me haya puesto sus líneas siempre cariñosas, siempre amigas.
miércoles, enero 23, 2019
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