sábado, diciembre 31, 2011

Jovellanos

No quería dejar pasar el año Jovellanos, bicentenario de su muerte a los sesenta y siete en Puerto de Vega (Asturias), sin hablar un poquito de estas dos aportaciones a la bibliografía jovellanista aparecidas hace ya meses. Me parece muy importante que los grandes hechos y nombres de nuestro siglo XVIII se transmitan con el conocimiento y con el convencimiento de ofrecer una nueva cara del Siglo de las Luces que es palpable en estos dos libros. No se trata de actualizarlo ni enmascararlo, ni de adornarlo; no. No es que se nos presente un siglo Dieciocho desconocido, sino que se haga de otra manera, que se subraye la importancia que tuvo y se destaquen sus valores ideológicos y culturales. Con una figura tan capital y tan incontestable como Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811) es más efectivo el empeño. Estas dos publicaciones lo logran en circunstancias especialmente destacables. De los dos libros, muy bien editados —con la colaboración y el asesoramiento del Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII de la Universidad de Oviedo— y muy agradables de lectura, se distribuyeron, junto a La Voz de Asturias, cuatro mil copias en quioscos de prensa. Son una biografía y una antología. Juan Carlos Gea (Jovellanos o la virtud del ciudadano, La Voz de Asturias, Ayuntamiento de Gijón y Ediciones Trea, 2011) escribe una vida legible de Jovino. Combina el relato biográfico convencional, en un esfuerzo de síntesis encomiable, muy bien llevado, con unos descansos meditativos, más literarios, muy interesantes. Gusta esa manera de referirse a "Don Gaspar", aunque en el relato haya otros tratamientos del personaje; pero gusta cómo nos trae Gea al personaje. Elena de Lorenzo Álvarez ofrece en La luz de Jovellanos (La Voz de Asturias, Ayuntamiento de Gijón y Ediciones Trea, 2011) una antología utilísima. Su clasificación temática es excelente y de aplicación didáctica muy aprovechable. Es clara su intención en el "Preámbulo": a través de los textos de Jovellanos, explicar la Ilustración, un movimiento de ideas que entendía que la obligación fundamental del Estado era promover la felicidad pública, mediante un proyecto de reformas cuyas bases fuesen la educación, una gestión eficiente de los recursos de la hacienda pública y la responsabilidad ética de los ciudadanos. Me sale docena y media de palabras clave: Ilustración, felicidad pública, reforma, hacienda pública, ética, educación, ciencias y letras, libros, guerra, sanidad, diversiones, arbolado y paseos, sexos, naturaleza, amistad. Son las palabras que articulan la lectura selecta que de Jovellanos ha hecho Elena de Lorenzo. Me gusta el carácter a veces aforístico de esta antología. Por ejemplo, estas líneas de una carta a Vargas Ponce fechada en diciembre de 1799: "Para tener lo bueno, no hay otro camino que animar lo mediano, porque creer que de un brinquito nos hemos de poner en la cumbre, o que los Tulios y los Eurípides nos han de nacer de repente como los hongos, es ignorar que el espíritu humano es progresivo […]" (pág. 33). La lectura consecutiva de ambos libros es una experiencia muy grata de conocimiento o re-conocimiento de la figura de Jovellanos, para quien quiera saber algo de este "honesto desterrado", como lo titula Gea; o para aquel que fue un vocero convencido de la felicidad pública, como se ocupa de recordarnos Elena de Lorenzo en casi todos los apartados de su antología.

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