«Esto no puede durar mucho tiempo, Ramón, se decía Ramón al despertarse y ver que a nadie le importaba si se levantaba o si se quedaba en la cama» (Antonio Pereira)
Viernes, 8. Fase 0. [1] Tengo un cestillo en mi escritorio en el que guardo rotuladores y bolígrafos sin estrenar. En los días más duros me tranquilizaba levantar su tapa para comprobar si seguían ahí, si tenía existencias. Con los cuadernos en blanco me pasó lo mismo y constaté que podría aguantar varios años sin necesidad de comprar más. [2] Las campanas de San Juan están exactamente sincronizadas con el reloj digital de mi ordenador. Anoche, cuando cambió de 23:59 a 00:00, empezaron a sonar las doce cabales. [3] La fotografía es del Callejón del Gallo, con vistas a Las Veletas. Ayer no llegaron a la treintena las personas con las que me crucé en un paseo de una hora. [4] Me ha escrito L.: «Qué tiempo este, Miguel Ángel, qué sensación de estar como en los dibujos animados, cuando se caía el coyote por un precipicio y hasta que se daba la hostia tenía tiempo de hacer alguna cosa —como hacemos todos ahora en casa— para que nos partiésemos de risa, porque sabíamos cómo terminaba. Y da miedo pensar en cómo estará todo cuando salgamos». [5] Problemas con los tiempos verbales. A veces escribo tan cercano a los hechos que cuando voy a publicar ya es pasado y lo que era un «dice» muta en un «ha dicho». Hasta que, con el correr de las horas, tengo que quedarme con un «dijo».
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