jueves, febrero 26, 2009

Como el agua

Es el último texto de la última sección, la de “Creaciones literarias”, del libro que presentamos el otro día en Salamanca, Teoría y análisis de los discursos literarios. Estudios en homenaje al profesor Ricardo Senabre Sempere, editado por la Universidad de Salamanca y la Universidad de Extremadura. Es un poema de Álvaro Valverde “Para el profesor Senabre” y titulado “A modo de poética”. Era un poema inédito y que iba a ir en Desde fuera, pero no fue. Dice así:

Como el agua,
que limpia se detiene en esas balsas

formadas por las hojas cuando obstruyen
el frágil discurrir de la corriente.

Como el agua,

que pasa y que no vuelve sobre un cauce
de arenas y guijarros.

Como el agua,
que, toda claridad, es espejismo
que revela cercano lo distante.

Como el agua,
que la mano atraviesa confiada
y nunca, sin embargo, toca fondo.

Como el agua, metáfora y verdad.
Sí, como el agua.


En la poesía de Álvaro Valverde el agua ha sido un escenario —el agua quieta, reflejada / en el ocre de los muros—, un elemento —Sin embargo, hay algo que sin duda / echas de menos, y es el agua,— y una metáfora —mi vida es este río que me lleva—; en este poema encierra metáfora y verdad, algo de todo eso que está expresado en el concepto de claridad como búsqueda y que yo incorporo a mi lectura —y que está en el poema—, y en ese otro que engloba el conflicto, lo paradójico, lo contrario, la realidad y el deseo, lo cercano y lo distante, la mano confiada que, sin embargo, no toca fondo, la insuficiencia y lo imperfecto.
Quizá por todo esto, tras leer casi quinientas páginas de distintos y distantes estudios literarios basados en sólidas certezas, me he quedado con la levedad tan leve y clara de los versos de Álvaro que son toda una poética. Como el agua.

lunes, febrero 23, 2009

El exiliado de aquí y allá

Mi héroe se pregunta quién habrá sido el malintencionado que ha convencido a Juan Goytisolo para que publique una nueva novela después de tan alto y digno testamento literario como fue Telón de boca (Barcelona, El Aleph Editores, 2003). Un somero cotejo en términos de hondura literaria —dice mi héroe algo embravecido y muy seguro de sí mismo— entre aquella obra tan pensada e inquietante por profética que fue Paisajes después de la batalla (1982) y esto de El exiliado de aquí y allá (Barcelona, Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 2008) genera de inmediato una pena profunda, un cierto patetismo, en todos los que como yo —dice mi héroe— seguimos pensando en Juan Goytisolo como cima, cumbre, bandera —nunca bandurria— y blasón entre los grandes escritores perfectibles. Echa tierra —prosigue mi héroe— sobre la dignidad de un escritor que merece —fuera premios y monumentos— todo.
La vida póstuma del Monstruo del Sentier es el subtítulo —tan autorreferente como incomprensible para el lector no iniciado— de esta novela que remite a aquella de 1982, Paisajes después de la batalla, y que tenía un sentido de la que ésta carece, desde la primera secuencia “Desde el Más Acá” hasta “Adiós”; y más allá —añade mi héroe— pues hasta la dedicatoria debería ser corregida y devuelta a un tratamiento tipográfico igual, al menos, al de la cita del principio, la de Karl Kraus. “Que mi estilo se adueñe de los rumores del tiempo.” Que no está mal, tendrá que reconocer mi héroe.

domingo, febrero 22, 2009

Cáceres

© Carlos Criado

Me consta la afición de Antonio Sáenz de Miera a pasear por el centro histórico de Cáceres, y, claro, su amor y pasión por esta ciudad. Su artículo de ayer en HoyLas dos caras de Cáceres” es, también, una declaración de esa estima. Su reflexión es muy oportuna y está cargada de las mejores intenciones; pero yo daría la vuelta al argumento de ese su amigo catalán que tiene la sensación lamentosa, ante la ciudad monumental de Cáceres, de estar ante un parque temático, un recinto irreal, una especie de museo.
Bienvenidos sean el silencio y la placidez de un museo, y sus educados visitantes; un museo que no cierra sus puertas a las grandes exposiciones, a los grandes acontecimientos, a las afluencias masivas. Bienvenida esa irrealidad que el paseante percibe por estas calles una mañana lluviosa de invierno, por ejemplo. Quienes vivimos en ese entorno único —y algunos tenemos la suerte de trabajar en él una parte de la semana— llenamos de vida sus calles, que tienen arte y restaurantes, sitios para tomar una cerveza, un rincón lleno de coches con una librería —Boxoyo Libros— que es un privilegio, una taberna en la que se reúnen una vez al mes gentes con ganas de leer algo, un colegio mayor en el que una noche puedes escuchar a María Victoria Atencia leer poemas y otra asistir a la presentación de un libro sobre hongos, una sala de cine, la Filmoteca extremeña, en la que esta semana se han proyectado catálogos de cortometrajes de diferentes comunidades autónomas...
El amigo farmacéutico de Antonio Sáenz de Miera estará conmigo en que la parte antigua —como aquí se la llama— será un parque temático cuando la llenemos de terrazas y de atracciones ruidosas para todos los cacereños que mayoritariamente viven lejos del centro, en las urbanizaciones modernas, sin molestias, sin fuegos de artificio, sin piedras milenarias.
Respeto es otra palabra que el sentido común de Antonio Sáenz de Miera pone en su texto. Lamentablemente, el sistema educativo de este país aún no ha logrado imponer el respeto “por todo aquello que queremos y admiramos” como un principio social, como un pilar de la convivencia. Así que, querido Antonio, cuando el Patrimonio Mundial de la ciudad monumental de Cáceres deje de ser un recinto irreal, una especie de museo, y se convierta en algo con esa vida deseada, entonces, y mucho lo lamento, la realidad será tan sucia y despreciable que añoraremos esos paseos solitarios por una ciudad muerta.

viernes, febrero 20, 2009

Hablando de poesía con Pepe (2)

Me llegó este regalo hace ya meses. Vivía Pepe Cabañas (1953-2008) y quise dedicarle un comentario como el que le puse aquí sobre Aníbal Núñez; pero empeoró y no me pareció oportuno insistir en algo que pudiese resultar morboso, aunque cargado de cariño. La Poesía reunida de Vicente Núñez (1926-2002), en edición de Miguel Casado, y la Obra poética de Francisco Giner de los Ríos. Las editaron en esa colección para descubrirse del Ayuntamiento de Málaga, “Ciudad del Paraíso”, y hacen los números 9 (de 2007) y 10 (de 2008), respectivamente. Lo de Núñez —otro Núñez, ¿verdad?— se titula Plaza octogonal y recoge toda la poesía de V. N. desde 1951 a 2002. Sólo falta íntegro Rojo y sepia, que sacó Visor en 2007, antes de la publicación de este volumen. Lo de Giner de los Ríos se titula Jornada hecha, y tiene la obra desde 1932 a 1992, en edición de Rafael Inglada y con un estudio de Emilio Miró. Aquí, en este caso, pasa lo que decía el otro día sobre la obra primera, la prehistoria, de Aníbal: que se ha recuperado todo, desde el primer poema de la juventud, hasta uno de los últimos de su vida; pero los libros están todos. Quizá, a veces, se exagera con esto de las exhumaciones de lo escrito por los notables. Yo no conocía casi nada de la poesía de Giner de los Ríos, y me alegro por tenerlo casi todo. De Vicente Núñez conocía algo más; pero, aun así, este espléndido volumen es realmente luminoso, monumental.
He rescatado esta nota, incompleta desde hacía tiempo, porque la presencia en Cáceres de Manolo Ariza —y una Rosa fugaz— me ha recordado a Pepe. Y me queda otra entrega, sobre El preludio, de Wordsworth.

domingo, febrero 15, 2009

Mañana lunes, en la Biblioteca Central del campus cacereño de la Universidad de Extremadura, Manolo Ariza dirá una conferencia sobre “Algunas consideraciones sobre el habla extremeña”. La excusa de este encuentro con los estudiantes de Filología, y con quien esté interesado, es la publicación de su libro Estudios sobre el extremeño, que reúne los ensayos que desde 1980 hasta 2007 ha escrito el que fue mi profesor de Historia de la Lengua. Sale el libro en la colección “Anejos del Anuario de Estudios Filológicos”, que yo creo que fue la misma en la que hace veintisiete años Manolo publicó su libro, de modesto título, Un intento de bibliografía de la onomástica hispánica (Cáceres, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura, 1982).


A las 11:00, la conferencia. A las 12:00, será la rueda de prensa para que los medios difundan la publicación de sus Estudios sobre el extremeño.

jueves, febrero 12, 2009

Julio Cortázar, 25 años

© Fotografía LudoMatic (Argentina)

Yo también he buscado en los cementerios de las ciudades que he visitado las tumbas de personajes ilustres. Sin que me vaya la vida en ello, espero ver la muerte señalizada de muchos más, entre los que está —un borrón en mi carrera— Julio Cortázar, que murió en París un día como hoy, el 12 de febrero de 1984. Hace ya veinticinco años. Está enterrado en el cementerio de Montparnasse, junto a su última esposa, Carole Dunlop, fallecida dos años antes. Este blog se titula por él y nació con él, con Cortázar, con Rayuela.
No sé mucho de las circunstancias de su muerte. Tengo copia de las páginas del ABC del día siguiente, el lunes 13 de febrero de 1984, en donde se decía que llevaba diez días ingresado en el Hospital San Lázaro de París y que nadie esperaba que la leucemia le aniquilara tan pronto. En el cuaderno póstumo Diario de Andrés Fava (Alfaguara, 1995) escribió: “Quisiera que el gesto de la muerte no irrumpiese de fuera, no se amplificara desmesuradamente, que entre llevarme el tenedor o la pistola a la boca no hubiera casi diferencia cualitativa. Si matarse es una ventana, no salir golpeando la puerta. Si vivir fue not a bang but a whimper, disponer el cese de actividades con la misma sencillez que apaga el velador para admitir una noche más. El punto final es pequeñito, y casi no se lo ve en la página escrita; se lo advierte luego por contraste, cuando después de él comienza el blanco.”

lunes, febrero 09, 2009

El árbol de la literatura (1ª parte)

El sábado conocí a un sociólogo y teórico de la educación. Fue en un contexto nada intelectual. En el ambiente festivo y desenfadado de un buche extremeño en una casa de campo cerca de Cáceres. Hablamos sobre literatura; sobre, al menos, mi vivencia de la literatura. Fue eso que ocurre cuando alguien inteligente que sabe más que tú te pregunta como si no tuviese ni puñetera idea de nada. De las ramificaciones de lo literario desde siempre, del árbol de la literatura —del que siempre ha hablado Juan Goytisolo—, me acordé. Y he tenido presente desde ese momento, hace dos días, un libro que tengo sobre la mesa, ya leído y a la espera de unas notas en este sitio.
Es Quijote e hijos (Barcelona, Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 2008), de Julián Ríos, un hijo, si se me permite, de Juan Goytisolo. El libro reúne algo más de media docena de ensayos de los que me gustan. Me gustan porque narran lo que le ocurre a alguien que reflexiona. Y lo que ocurre a alguien que reflexiona sobre libros puede ser visitar una librería. Que alguien cuente antes de hablar sobre un libro —pongamos, en el caso de Julián Ríos, que habla sobre Momentos de la vida de un fauno, de Arno Schmidt— que una niña señalaba con el dedo... Me gusta porque estoy escribiendo algo parecido. Quiero aportar sentido al que se lo dio a un texto a partir de un libro comprado hace poco, con sus circunstancias. Y ojalá supiese expresarlo como lo hace Julián Ríos en esta genealogía literaria u océano en el que se comunican Joyce con Mann, Cortázar y Machado de Assis, entre tantos, desde esa centralita de cuyo nombre no quiero acordarme.
“El bosque, muy espeso, no dejaba ver los árboles.” Así comienza la “Nota preliminar” del libro de Julián Ríos. “En un lugar de la Mancha empieza también, y por partida doble, esta travesía quijotesca”. Así comienza el primer capítulo del libro de Julián Ríos.
Ojalá pueda dedicar unas palabras aquí, cuando sea, a Juan Casassus, el autor de La educación del ser emocional. Le conocí el sábado en un buche.

jueves, febrero 05, 2009

El Goya de Andioc

Estoy leyendo este libro espléndido. Hablo así, sin esperar al desenlace, porque es verdad, porque conozco de otras ocasiones buena parte de su contenido y porque de la disposición ahora de lo que en su día fueron artículos dispersos resulta un libro espléndido, que lleva por título Goya. Letra y figuras. Su autor, un sabio hispanista como René Andioc. Está primorosamente editado en la Collection de la Casa de Velázquez y los primeros días de su lectura han coincidido con la de algunos textos de alguien bastante citado por Andioc, sobre todo, por su edición de las cartas de Goya a su paisano y amigo Martín Zapater, Xavier de Salas, que, con Mercedes Águeda —a la que también leo estos días por lo mismo— las publicó en 1982 (reeditadas en 2003 en Istmo).
Los trabajos que sobre Francisco de Goya ha venido publicando en los últimos veinte años René Andioc —alguien que tras trescientas páginas de libro sigue llamándose “mero aficionado en este ramo”— provienen de revistas de arte, de publicaciones de carácter filológico o de volúmenes de actas de simposios o coloquios... y aquí, en este volumen, conforman un ‘argumento’ apasionante que va desde el realismo y la imaginación en dos cuadros que son dos fechas de un Mayo histórico, que se regodea en los Caprichos, y llega hasta una metodología final en la que, sin haber llegado ahí aún, intuyo que el autor nos da una lección sobre cómo criticar al crítico.

René Andioc, Goya. Letra y figuras. Madrid, Casa de Velázquez (Collection de la Casa de Velázquez, volume 103), 2008, 382 págs.

martes, febrero 03, 2009

Ángel Campos Pámpano en 'La estación azul' de RNE

Me ha costado encontrar el sitio —torpe que es uno—, pero aquí lo pongo, con la indicación de que se abre con la voz de Ángel, soberbia, que empieza en el minuto 36 del programa y que deben saltarse mis intervenciones. Antes están Erika Martínez, la reciente Premio Poesía Joven de Radio Nacional de España y J. M. Muñoz Quirós, que también tienen interés.

domingo, febrero 01, 2009

Álvaro en 'Definición de savia' y Ángel en 'La estación azul'

© Fotografía de R. Vivas. El Periódico Extremadura

He escuchado la entrevista que hizo el miércoles Jordi Doce a Álvaro Valverde en el programa Definición de savia, de Radio Círculo (del Círculo de Bellas Artes de Madrid). El nombre del espacio homenajea a Aníbal Núñez, pues toma aquel libro de 1991 publicado en Hiperión, pero de concepción muy anterior. Escuchar la voz de Álvaro hablando sobre su poesía —la última vez en público fue en la presentación de Desde fuera en Plasencia el 11-N del año pasado— reaviva el sentir de la lectura de sus poemas, que ahí están. Siempre (me) pasa. Enhorabuena a los dos, a Jordi por este programa y a Álvaro por volver a iluminar su poesía. Estoy convencido de que habrá gente que escuche estos minutos sosegados de dos voces perjudicadas —una, la de Jordi, por un catarro y la afonía; otra, la de Álvaro, por la telefonía— y que se hagan lectores de la poesía del placentino.
No sólo recupero la lectura reciente —de este verano— de un libro muy expresivo de la madurez de un poeta —no es una frase hecha—, sino que las voces de Álvaro y Jordi, esa conversación, me traen al escritorio un montón de nombres y situaciones en torno a tan respetable afán como el de escribir sobre un papel unos poemas. Quizá por eso he rescatado esta fotografía de R. Vivas que intento reproducir en un detalle directamente del recorte original de El Periódico Extremadura del sábado 1 de noviembre de 2003. En ella aparecen Álvaro, Julián Rodríguez, Jordi Doce y Ángel Campos. (También estábamos Marino González, Paco Muñoz cuando era Consejero de Cultura, Luis Sáez y yo, en una mesa redonda sobre literatura y edición propiciada por la revista Letras Libres y que Liborio Barrera reseñó en su periódico. La recorto para no quitar protagonismo a los primeros).
Y más. El pasado martes me grabaron unas palabras para el programa La estación azul de RNE que se emitirá mañana lunes a las tres de la madrugada —o sea, esta noche. No son horas. Es una hora casi imposible y un descaro en la idea de que la poesía hay que apartarla para que no moleste; pero, en fin, es el nuevo horario de este espacio radiofónico. Por eso me llamaron el martes para grabarme unas palabras sobre La vida de otro modo, la poesía reunida de Ángel Campos Pámpano, a quien van a dedicar Ignacio Elguero y Javier Lostalé una parte del programa. Bueno, siempre nos quedará la web de Radio Nacional para escuchar en horas de máxima audiencia la voz de Ángel.