viernes, julio 28, 2023

Otro curso

André Kertész © París, 1926
Hubo elecciones a Rector y un Campeonato Mundial de Fútbol en invierno más disputado que la consulta universitaria. Alguien soñó que un chico se quedó encerrado en los servicios de la entreplanta en una de las jornadas de puertas abiertas. Lo de un regalo de diciembre: María de la O Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra, Cartas a las mujeres de España. Edición de Juan Aguilera Sastre e Isabel Lizarraga Vizcarra. Sevilla, Renacimiento, 2022. En la fotografía junto a la portada, Gregorio mira atento y ajeno cómo escribe María de la O. Lo de felicitar las fiestas y que la respuesta fuese automática: «Según el calendario académico aprobado en Consejo de Gobierno de la UEX el 16 de mayo de 2022, el período de vacaciones de la actividad docente es desde el 22 de diciembre de 2022 hasta el 9 de enero de 2023, ambos inclusive». Igualmente. Solicitud de evaluación, enlace habilitado, hoja índice, evidencias, autoinforme, hoja de servicios. Otra vez lo de la «capacidad de aplicar los conocimientos teóricos a la valoración crítica y apreciación de los textos» entre las competencias básicas, y otra vez procurar hacer todo, no solo correctamente, sino evitando ser prosaico. La prensa dijo que los quioscos de prensa cayeron un cuarenta por ciento. A primera hora de la mañana de un viernes de febrero, el viento cerró la puerta del aula 7 y así quedó hasta el final del curso después de más de dos años de par en par. El mismo día de febrero dos columnistas del periódico escribían sobre el terremoto de Siria y Turquía y coincidían en aludir al de Lisboa y al Cándido de Voltaire. Todo está bien. Hubo alguna baja temporal por covid, y partes médicos por alergias y traumatología. Una emoción especial sintió el profesor ante dos jóvenes nacidas en el siglo XXI que hablaban con responsabilidad histórica de unos autores antiguos. Una poeta —Mª Ángeles Pérez López— habló en clase de otra —Delmira Agustini— y citó a Nietzsche y aquello del filólogo como el que lee con lentitud, y que acaba escribiendo también con lentitud. Un hito: El Partido Comunista de España en Extremadura durante el Frente Popular: República y Guerra (1936-1939), la tesis de Pepe Hinojosa, sobrepasó tanto el aforo del salón de actos de la Facultad que muchos se quedaron fuera. Ahí estuvo esa ley que trajo la primavera y lo suyo a todos los que vieren y entendieren. Alguien recordó que quedaban veintiocho horas de clase hasta mediado mayo. Cuatro alumnas extranjeras de países diferentes del programa Erasmus leyeron con solvencia poemas de César Vallejo. Hubo un recuento del patrimonio bibliográfico para celebrar un cincuentenario con poca imagen, si acaso un logotipo que se usa poco. Lo del comentario de la Elegía Moral de Meléndez a Jovellanos «y cuanto monstruo en su delirio infausto / la azorada razón abortar puede», y Goya y su capricho 43. El profesor aludió en clase de Hispanoamericana a lo de G. Boixo de que toda actividad de crítica literaria es redundante por naturaleza, pues ya el propio texto que toma como punto de partida contiene todo lo que el crítico presuntamente descubre; y el profesor dijo compartirlo. También hubo que firmar unas facturas. Otra tesis: de un antiguo alumno, David Amado Cano, Julio Cortázar: Historias de cronopios y de famas (1962) y Todos los fuegos el fuego (1966). En esta sí había sitio: en el tribunal. Cada curso hay más rotondas para llegar al campus; también más semáforos. La cabeza diaria en el transporte público y el corazón en el privado: Radio 3 y la prensa del día. Hubo un congreso de estudios clásicos y dos ferias educativas. Pensando en las musarañas por el pasillo: (¿Fue el Marqués de Morante el propietario de la mayor biblioteca privada jamás reunida por un español? ¿Ciento veinte mil volúmenes?). Y hubo defensas muy sentidas de trabajos de fin de estudios. Sentado en una terraza de esta plaza alguien dicta el primer borrador de varios de una cuenta larga que sirva de final de un año académico. Otro. 

jueves, julio 27, 2023

La poesía de Manuel de Cabanyes

El día 2 del pasado mes de abril vi la grabación de la presentación en la Librería Alberti de Madrid de la antología de Jenaro Talens El azar nunca deja cabos sueltos. Antología (1960-2020). (Edición de José Francisco Ruiz Casanova. Madrid, Ediciones Cátedra —Letras Hispánicas, 843—, 2021), en la que el poeta tarifeño dialogó con el crítico Antonio Ortega. Me la recomendó un amigo con el que hablé de la poesía de Talens, y la vi diferida del martes 25 de mayo de 2021, cuando se celebró. La traigo aquí por lo siguiente: en un momento de la presentación, Antonio Ortega destacó el trabajo realizado como editor del profesor José Francisco Ruiz Casanova, que fue aludido como un «filólogo», alguien —añadió Jenaro Talens— que, además, no se había limitado a un área reducida en cuanto a sus intereses de estudios. Ciertamente, cualquiera que se acerque a su trayectoria puede certificar que Ruiz Casanova ha estudiado desde la literatura medieval y renacentista (Diego de San Pedro), el Siglo de Oro (Conde de Villamediana), el siglo XVIII (Leandro Fernández de Moratín), hasta la literatura del siglo XX y XXI, con sus antologías y ediciones de autores como Andrés Sánchez Robayna, o su conocido Manual de principios elementales para el estudio de la literatura española (Madrid, Cátedra, 2013), entre otros trabajos. Yo creo que tanto el crítico como el poeta querían subrayar que quien se acercaba a la obra de un autor contemporáneo, de un protagonista del panorama poético español de los últimos sesenta años, no era participante natural —poeta o crítico habitual de poesía actual—, sino alguien que provenía de otro ámbito, en este caso, el académico, como profesor de la Universidad Pompeu Fabra. Quizá la última demostración de la obra plural y abarcadora de este editor filólogo sea esta novedad que me entusiasma, pues el catálogo de Letras Hispánicas vuelve a acrecerse con un nombre del ámbito del neoclasicismo decimonónico. Este autor muerto con veinticinco años fue Manuel de Cabanyes (Vilanova i la Geltrú, 1808-1833) y solo publicó este libro que ahora se reedita en esta edición preparada por Ruiz Casanova. Por cierto, en eso de que Cabanyes fue autor de un solo libro impreso pocos meses antes de su muerte se insiste llamativamente a lo largo de las páginas (27, 33, 36 y 54) de una introducción en la que también se repiten citas de versos —el inicio del poema «La independencia de la poesía» en págs. 28 y 57— o de cartas —la que le envía a su amigo Joaquín Roca y Cornet preguntándole si ha leído la Ilíada traducida por Hermosilla en págs. 37 y 52). Son extrañas redundancias que quizá obedezcan a algún fallo en la revisión final de un texto escrito en diferentes fases. Hay que celebrar, en cualquier caso, esta puesta al día de los estudios sobre esta figura y esta presentación precisa y bien anotada de una obra tan solo compuesta por las doce odas —más un soneto— de los Preludios… y diez poemas más no recogidos allí y publicados en 1858 en Producciones escogidas, principal en cantidad de las colecciones de los versos de Cabanyes, que referencia el editor en las «Ediciones utilizadas» y entre las que debería incluirse la del libro del canónigo Sebastián Puig, El poeta Cabanyes (Barcelona, 1927), pues se trata de un estudio biográfico y con documentos del autor, pero también una estimable edición de su corta obra completa. No es habitual encontrar entre las novedades de ediciones textuales destinadas a estudiantes universitarios y estudiosos una de un nombre del siglo XVIII. Aunque Cabanyes es decimonónico, viene siendo asociado al estudio de la poesía dieciochesca desde que Joaquín Arce lo estudiase en La poesía del siglo ilustrado (Alhambra, 1981) y lo considerase en su último capítulo «Un puro neoclásico del siglo XIX: Manuel de Cabanyes», unas páginas que fueron mi primer conocimiento de este escritor de «indiscutible horacianismo», se decía allí (pág. 514). Con razón advierte Ruiz Casanova que aquí no se trata del rescate de un poeta menor, sino de la «ilustración de una propuesta poética que, aunque su autor no pudo desarrollar más allá de sus doce odas, es lo suficientemente rica y compleja (en cuanto a métrica, léxico, sintaxis, ritmos y temas) e ilumina una vertiente poco explorada de la herencia clásica de la modernidad» (pág. 61). Insistiendo en las menudencias, también me ha llamado la atención que se diferencie por el editor entre la letra cursiva que utiliza para las notas originales de Cabanyes a algunos de sus poemas, y la letra itálica para las notas que añade él (pág. 66). Con esta edición anotada —en los textos de manera detallada, conservando las notas originales del autor, y dejando al final las de aspectos generales y contextuales— se pone a disposición del lector actual la información más pertinente para conocer a un escritor del que destaca por encima de otros valores su voluntad de innovar o experimentar en materia de prosodia, en donde hizo propuestas variadas en materia de ritmo y rima —o sobre su evitación. Es una edición necesaria en el ámbito académico que suma un nombre a un canon exiguo y poco conocido, hecha por un estudioso al que uno lee con gusto, tanto cuando trata la cuestión metapoética en Jenaro Talens, como cuando habla de traducción en España, de Ángel Crespo, Cernuda o de Manuel de Cabanyes, Preludios de mi lira y otros poemas. Edición de José Francisco Ruiz Casanova. Madrid, Ediciones Cátedra (Letras Hispánicas, 880), 2023.

jueves, julio 20, 2023

Las campanas del viejo Tokio

Si alguna vez viajo a Japón, me gustaría llevar conmigo este libro. No es una guía de viaje, pero permite estar de un modo distinto en lugares como los parques de Hibiya o Ueno, distritos como Mejiro, Tsukiji o Kitasuna, la estación de Nezu, la bahía, el Roukumeikan, el Hotel Imperial…; y me imagino el placer que debe de sentir uno allí con esta crónica, relato y ensayo en las manos, mientras conozca in situ parte de lo mucho que contienen estas meditaciones organizadas en un preliminar («Las campanas del tiempo») y diecisiete estaciones, casi todas cerradas con las breves anotaciones de una parte del diario de viajera de la autora —Anna Sherman, una americana de Arkansas licenciada o así en latín y griego—, que cuenta momentos de la relación con el dueño de un pequeño café —Daibo—, con quien conversa ayudado por Arthur, traductor estadounidense. El conjunto, eminentemente narrativo, tiene también la apariencia de un ensayo con voluntad académica, con 260 notas —de las que más de setenta son de la traductora, Victoria Pradilla— y una bibliografía de catorce páginas y pico. Entre lo primero que subrayé al comenzar Las campanas del viejo Tokio están: «Japón es un país de campanas»; «Antes que Tokio fuera Tokio, se llamaba Edo» (pág. 12); «Justo antes de morir, en 2003, el compositor Yoshimura Hiroshi escribió un libro titulado Las campanas del tiempo de Edo (Toshi no oto)» (pág. 13) y «Donde el inglés, el español u otras lenguas tienen una sola palabra para ‘tiempo’, el japonés tiene una miríada» (pág. 19). Es decir, en las primeras páginas tenía el motivo definidor que se lleva al título —y al hilo por la búsqueda de las antiguas campanas— del libro, el dato sobre una realidad histórica, social y geográfica que conozco poquísimo o solo a partir de lugares comunes, una fuente cultural como ejemplo de la solidez intelectual de la obra y, por último, su asunto principal o tema crucial: el tiempo. La lectura de la obra de Anna Sherman es una sostenida experiencia de descubrimiento de escenarios reales y de la historia sobre la base de una reflexión o meditación sobre el tiempo que queda envuelta por el viaje y la inmersión en un país, que sirve de marco. En cierto modo, como si leyésemos un ensayo sobre la violencia con la estructura de la crónica de un viaje a una zona en guerra. No falta aquí, por cierto, el análisis de la convivencia con radicales conflictos, como las bombas de 1945 y sus consecuencias, o el terremoto de 2011 y el accidente de la central de Fukushima. He dicho que entre las numerosas notas —muchas tan necesarias e ineludibles que su colocación al final y no a pie de página hace enojosa la placentera lectura— hay muchas de la traductora, que tiene una presencia muy significativa en la versión española de Las campanas del viejo Tokio, una presencia que se agradece como una acompañante que apostilla y completa lo que la autora nos cuenta, y que se manifiesta muy desde el principio, en el primer párrafo del primer capitulillo introductorio, en dos notas que anteceden a la primera de Sherman. Para mi lectura personal, esta presencia de Victoria Pradilla tiene un sentido entrañable, por ser ella la persona a través de la que vino a mi conocimiento la publicación de este recomendable libro al que Laura González dedicó una parte de su «Todos somos sospechosos», de Radio 3, en conversación con Victoria. Volví a escuchar aquel programa después de leer el libro casi como la culminación de una prolongada convivencia con ese mundo oriental y esa manera de concebir el tiempo que recorre todas sus páginas; una convivencia que conlleva que se te presenten otras obras en tu cotidiano vivir como si hubiesen sido atraídas por una recóndita fuerza. De mi biblioteca, el Cuaderno de Tokio de Emilio Gañán (Badajoz, Libros de Mesa, 2019) y su abstracción pictórica de la ciudad. De una noche del tercer domingo del año, la película Cuentos de Tokio (1953), de Yasujiro Ozu, y su lectura —en genuinos planos a ras del suelo— del tiempo en los ancianos y en sus sonrisas sempiternas y resignadas. Todo, durante Anna Sherman, Las campanas del viejo Tokio. Meditaciones sobre el tiempo y la ciudad. Traducción de Victoria Pradilla Canet. Madrid, Capitán Swing, 2022. Muy recomendable.

martes, julio 18, 2023

A Paco Muñoz, in memoriam

Buscaba esta crítica teatral de Francisco Muñoz Ramírez (1953-2023) publicada en El Público. Fue sobre el montaje de Espectáculos Ibéricos con la dirección de Paco Suárez de la tragedia Raquel, de Vicente García de la Huerta, en versión de Jorge Márquez. Apareció en el número 87 de noviembre-diciembre de 1991 y su lectura, que he hecho gracias la eficaz Unidad Técnica de Acceso a la Documentación y a la Información de la Biblioteca Central de la UEX, me recordó aquellos tiempos del estreno en Cáceres —junio de 1991—, en la Plaza de San Jorge, y la desmesurada reacción de Lázaro Carreter en Blanco y Negro contra la versión de Márquez, a la que dedicó tres artículos, el último como aparente respuesta a las «Razones para adaptar a los clásicos» que el extremeño expuso en El Urogallo en marzo de 1992. En otro lugar aludiré a esos ecos de un texto del siglo XVIII, porque lo que ahora me apetece es compartir que la lectura de aquella crítica de mi querido Paco Muñoz me llevó a pensar en los muchos textos que había leído de él en forma de breves críticas teatrales publicadas, principalmente, en la prensa regional, sobre todo, en el diario Hoy. Y en que en las necrologías y sentidas semblanzas que se han publicado desde el mismo día de su muerte en Madrid, el pasado 22 de junio, junto a su trayectoria política y de gestión limpia y eficaz en el campo de la cultura, de «tintes épicos» —como recuerda en su blog Álvaro Valverde— y evidentes resultados, se menciona sin más que fue crítico teatral. Y, aunque me lleve más espacio aquí, me parece justo que se recuerde una parte de su dilatada labor como comentarista de un género que le apasionó siempre. Sin ir más lejos, para la misma revista del Centro de Documentación Teatral que he citado, El Público, escribió, entre 1989 y 1992, crónicas y críticas sobre el Festival de Teatro Clásico de Mérida, los Festivales de Cáceres del 89, sobre la política de teatros públicos en Extremadura, y sobre montajes concretos como Miles Gloriosus en versión de José Luis Alonso de Santos, Catón, un republicano contra César, de Fernando Savater, en la XXXV edición del Festival emeritense; Perfume de mimosas de Miguel Murillo, en 1989; la primera Fedra de Miguel Narros con Manuela Vargas al baile, el Calígula de Albert Camus por José Tamayo en el Teatro Alcázar, con Imanol Arias en el papel principal… Colaboró también en otras revistas, como la Revista de Estudios Extremeños («El trabajo crítico de Manuel Sito Alba», núm. XLV, 1, 1989), El Urogallo («Teatro: luces y sombras», núm. 55, 1990; «¿Pero hay crisis? (Repaso por la escena extremeña)», suplemento al núm. 88-89, septiembre de 1993) o Primer Acto («Teatro en Extremadura. Política cultural», núm. 264, junio-agosto 1996); pero sus más numerosas y constantes colaboraciones fueron en las páginas del periódico Hoy, desde «Elisa Ramírez o el teatro de sofá» (Hoy, 8.5.1987), crítica de Juguetes para un matrimonio, de Alfonso Paso, representada en el Teatro Menacho de Badajoz, o las que sacó como crítico del Festival de Teatro Clásico de Mérida en su trigésima tercera edición «Una actriz que llena» (Hoy, 5.7.1987), sobre el recital de Irene Papas Poesía en el canto; «Extravagancias» (Hoy, 10.7.1987), sobre Las aventuras de Tirante el Blanco, de Francisco Nieva; «Variaciones sobre el mito» (Hoy, 10.7.1987), crítica de la  Electra de Théâtre du Lierre; «Plauto arrevistado» (Hoy, 18.7.1987), sobre Rudens, de Plauto; o «Dionisio en Sevilla» (Hoy, 25.7.1987), sobre Las Bacantes, de Salvador Távora. Cubrió igualmente la edición de 1988 y escribió («Emotivo Alberti», Hoy, 5.7.1988) sobre el recital De lo vivo lejano en homenaje a Rafael Alberti dirigido por Lluís Pasqual y en el que intervinieron Montserrat Caballé, Nuria Espert, Nacho Martínez, Francisco Rabal, Manolo Sanlúcar, Manuela Vargas, Rafael Alberti, y, al piano, Miguel Zanetti. Y en esa misma edición, sobre la que hizo balance («Viejo teatro, nuevos espacios», Hoy, 30.7.1988), publicó las críticas: «Paisaje después de la batalla» (Hoy, 13.7.1988), sobre Medeamaterial, de Heiner Müller, montaje dirigido por Theodoros Terzopoulos; «Divorcio a la vista» (Hoy, 16.7.1988), de Los hijos de Medea, de Eusebio Lázaro; «Teatralidad» (Hoy, 17.7.1988), de El príncipe constante, de Calderón, por Alberto González Vergel; «El despertar a quien duerme» (Hoy, 18.7.1988), sobre la obra de Lope de Vega montada por Suripanta bajo la dirección de Francisco Suárez; y «Lo sublime y lo kitsch» (Hoy, 23.7.1988) sobre Alhucema, de Salvador Távora con La Cuadra de Sevilla. Paco Muñoz mantuvo sus críticas teatrales sobre lo que veía en Badajoz —escribió sobre Pares y Nines de Alonso de Santos, representada en el Teatro Menacho (18.12.1988)—, en Mérida —hizo la crítica de Tierra a la vista de Manuel Martínez Mediero en la Sala Trajano (29.1.1989)— o en Cáceres —en la primera edición del Festival de Teatro Clásico nos contó cómo vio el montaje de la Compañía Nacional de Teatro Clásico de La dama duende de Calderón, en versión de Luis Antonio de Villena y dirección de José Luis Alonso, en un escenario ya imposible como la plaza de Moctezuma. Mantuvo su intensidad durante estos años en los que hizo también de cronista en Madrid de uno de los acontecimientos teatrales de aquel momento para un autor extremeño, el estreno en la capital, en el Teatro Bellas Artes, de Hazme de la noche un cuento, de Jorge Márquez, con un cartel en el que estaban Fernando Delgado, Amparo Baró y José María Rodero, que, por enfermedad, tuvo que ser suplido por Manuel Andrés, y murió unos días después de aquel 10 de mayo de 1991. El 12, en el periódico Hoy se publicaba el texto de Francisco Muñoz Ramírez: «El ‘todo Madrid’ se dio cita en el estreno de Hazme de la noche un cuento, de Jorge Márquez» (12.5.1991, pág. 61). Igualmente reseñable fue el impulso que dio desde su crítica al Teatro Estable de Cáceres y a actores como José Vicente Moirón y Quico Magariños, que hicieron Ácido lúdico, de Miguel Medina Vicario («Ácido lúdico, un espectáculo absolutamente recomendable», Hoy, 21.5.1991, pág. 18). Paco Muñoz fue nombrado en noviembre de 1992 director técnico del Departamento de Cultura de la Diputación Provincial de Badajoz, y siguió publicando a lo largo de 1993 sus críticas teatrales en el periódico, desde donde llamó la atención sobre la necesidad de respuesta del público. Así lo hizo al escribir sobre el montaje de la compañía Pentación dirigido por Gerardo Malla de Dígaselo con Valium, de José Luis Alonso de Santos, que se programó durante tres días con dos funciones diarias durante la Feria de San Juan de Badajoz, y lamentarse por la suspensión de una de ellas por falta de espectadores y por que hubiera tan solo treinta espectadores en otro de los pases (Hoy, 22.6.1993). En junio de 1994, Paco Muñoz fue nombrado director del Teatro López de Ayala de Badajoz y en julio de 1995 Consejero de Cultura y Patrimonio de la Junta de Extremadura, y, a partir de este momento, lógicamente, no pudo mantener esta dedicación, aunque, desde su puesto institucional, no desaprovechó la oportunidad de la reflexión sobre la gestión cultural en materia de teatro —en el artículo mencionado de Primer Acto de 1996— o sobre la propia esencia del arte escénico con motivo de una celebración como el Día Mundial del Teatro («Día Mundial del Teatro», en El Periódico Extremadura, 27.3.1998; o «De nuevo en busca de autor», en Árrago, suplemento del diario Hoy, 27.3.2002). Muchos datos, sí, contables, para visibilizar, aunque sea parcialmente una dimensión más del perfil de quien fue Consejero de Cultura extremeño durante doce años cruciales en legislación, infraestructuras, incentivos y muy diversas acciones en ese ámbito. No ocuparía poco, en dedicación y en páginas, una edición anotada de los textos sobre teatro de Paco Muñoz que nos permitiera confeccionar un mapa de la sociología y de la crítica teatrales de una época. Una cartelera histórica de mucho interés a la que tan sólo me he asomado en homenaje.

miércoles, julio 12, 2023

Manifiesto

Hoy se ha difundido este Manifiesto del movimiento de memoria histórica y democrática de Extremadura contra el acuerdo de gobierno de PP-Vox que anuncia la derogación de la ley de memoria democrática de 2019 y de las políticas de memoria institucionales de la Junta de Extremadura, promovido por veinte asociaciones de memoria histórica de la región:

El movimiento por la MEMORIA HISTÓRICA Y DEMOCRÁTICA DE EXTREMADURA, integrado por miles de extremeñas y extremeños familiares de víctimas del franquismo, por veinte asociaciones memorialistas, por un centenar de historiadoras e historiadores dedicados al estudio de la represión franquista y por toda la ciudadanía sensible con el padecimiento de quienes fueron represaliados por razones políticas, ideológicas, sindicales, de creencia religiosa, de género o identidad y de orientación sexual durante la dictadura, reitera ante la opinión pública extremeña:

● Que a ninguna persona demócrata debería hacer falta recordarle que la memoria de las víctimas de cualquier conflicto o represión tiene que ver con los derechos humanos y que los principios de verdad, justicia, reparación y garantía de no repetición son esenciales y, según la ONU y el derecho internacional, rigen toda resolución de un asunto así en un Estado de Derecho.

● Que a ninguna persona justa debería olvidársele que, durante los cuarenta años de dictadura franquista, se glorificó a una parte de las víctimas del golpe de Estado y de la Guerra Civil, y que las restantes fueron sometidas por razones ideológicas al olvido, y que esa desmemoria de quienes fueron víctimas del franquismo ha proseguido durante muchos años tras la aprobación de la Constitución de 1978. 

● Que a ninguna persona sensata debería ser necesario insistirle en que la concordia se promueve cerrando heridas, no dejándolas abiertas, y que reivindicar en una democracia a las mujeres y hombres que fueron asesinados, torturados, encarcelados, robados y obligados al exilio por culpa de la dictadura solo pretende el reconocimiento de quienes lucharon por conseguir lo que ahora, en parte, tenemos.

● Que a ninguna persona cabal debería escapársele que no se puede olvidar lo que no se conoce y que la investigación histórica de las circunstancias de la represión, el libre acceso a los archivos y a la documentación histórica, y la promoción de la recogida de testimonios orales son procedimientos básicos donde asentar cualquier proceso de recuperación de la memoria. 

● Y, en fin, que a ninguna persona de bien debería molestarle que saquemos a nuestros familiares de las cunetas y de las fosas comunes y los enterremos dignamente. 

Estos fundamentos, que apelan a la justicia, a la sensatez, a la democracia y a la humanidad, en los que se basan las iniciativas de memoria democrática, los reiteramos con ocasión del acuerdo de gobierno para la Junta de Extremadura suscrito entre el Partido Popular y VOX. Ante este acuerdo el movimiento memorialista extremeño manifiesta:

1º. El rechazo absoluto al anuncio de PP y Vox de derogar las políticas institucionales y los proyectos públicos que trabajosamente se han conseguido en la región tras tantas décadas de desmemoria, especialmente la Ley 1/2019, de 21 de enero, de memoria histórica y democrática de Extremadura, todavía insuficientemente desarrollada.

2º. La determinación rotunda de seguir impulsando desde la sociedad civil, desde el compromiso personal y colectivo, y con el trabajo de las asociaciones, de la ciudadanía, de otros movimientos sociales y del resto de instituciones democráticas todas las iniciativas de recuperación de la memoria histórica de las extremeñas y de los extremeños. 

Quienes hacen política con la memoria histórica son quienes dirigen PP y Vox, que pretenden derogarla. Quizás cancelen la ley, pero no nuestro derecho a conocer y restituir la dignidad de las víctimas del franquismo que —como las del nazismo en Alemania o las del fascismo en Italia— fueron precursoras en España de la lucha por la dignidad humana, por las libertades y por la democracia. 

Quienes niegan que el derecho a la memoria sea un derecho humano, patrimonio de la ciudadanía, parecen no darse cuenta de que seguiremos ejerciéndolo, aunque no haya leyes, porque el proceso de recuperación de la memoria histórica y democrática es un movimiento popular, de la sociedad civil, que jamás erradicarán.

En Extremadura, a pesar de PP y Vox, desde el movimiento por la MEMORIA HISTÓRICA Y DEMOCRÁTICA seguiremos hablando del franquismo, seguiremos dignificando a las víctimas, seguiremos recordándoles la historia, seguiremos haciendo memoria.


Adhesiones: 

comextremadura@gmail.com

armhex@gmail.com


jueves, julio 06, 2023

Don Alonso

«Como dijo don Alonso sobre la crítica de lo contemporáneo, nuestro ojo desenfoca lo demasiado próximo […]». No lo culpo. Aprendió que es obligatoria la mayúscula en las abreviaturas de tratamiento (Ortografía de la lengua española, 4.2.4.1.5) y mi alumno ha leído así un texto en el que pone: «Como dijo D. Alonso sobre la crítica de lo contemporáneo…». Es un caso más que pone de manifiesto la conveniencia de recoger en las referencias bibliográficas, además de los apellidos que alfabetizan una lista, los nombres de pila completos de cada uno de los ítems. Esta manera de citación de sentido común empieza a generalizarse ahora por lógicas razones de necesaria visibilidad de género, y se recomienda para facilitar el análisis de la paridad en las bibliografías y superar una visión androcéntrica del conocimiento; pero hace años lo habitual era la utilización de iniciales que no permitían al lector saber si «Villanueva, D.» respondía a Diana o a Darío. Presumo que, cuando no había los medios mecánicos de hoy, era por economía lingüística, a costa del rigor informativo de dar todos los datos de la autoridad correspondiente. Afortunadamente, normas como las del Publication Manual APA (American Psychological Association), muy generalizadas, se han adaptado en sus últimas ediciones y evitan el uso de iniciales —la mayoría de las revistas científicas que manejo ya dan los nombres completos—; pero aún perviven, sobre todo en monografías de áreas como Historia y en sellos editoriales destacados, en los que siguen Cruz Villalón, M., García Arenas, M. o Parker G.. Mi alumno, que confunde a Dámaso Alonso con el tal don Alonso, no ha hecho más que recoger el traslado de «Alonso, D.» del texto del artículo que estaba leyendo, y no tiene suficiente base como para deducir que se trataba del filólogo y poeta, del autor de Poesía española. No me imagino si la referencia fuese a trabajos más esquinados de don Dámaso, como el que dedicó a la correlación poética en Campanella… En fin, anda uno leyendo trabajos de fin de grado y quiere uno que sea moneda corriente el prurito de la forma.

lunes, julio 03, 2023

Sin Bartolomé J. Gallardo

Viene de «La de San Antonio de 1823» porque no se celebrará el Curso de Verano de la UEX «Bartolomé José Gallardo y la de San Antonio de 1823. 200 años de una infamia bibliográfica». Escribí el mes pasado con toda la intención un artículo sobre «La de San Antonio de 1823» para que se publicase ese mismo día en el diario Hoy, como un recuerdo de la figura de Bartolomé José Gallardo, que sigue mereciendo atención y estudio. Un estudio que modestamente pretendíamos mostrar en el curso que iba a celebrarse dentro de pocos días —del 12 al 14 de julio— en Cáceres y en Campanario, patria chica del escritor. Con toda la intención mencioné al final de aquel texto a todas las instituciones que apoyaban la organización, como un recordatorio de que íbamos a necesitarlas y que, por hecho consumado, se aplicasen a ello. Pero en una situación postelectoral y de relevos o impases, como viene siendo incomprensiblemente habitual, parece que la normalidad se altera y lo que debería ser sencillo se complica, y, cuando más se necesitaba cerrar los detalles de la organización de una actividad así, nadie aseguraba una tranquilizadora confirmación. Con mi dinero soy prudente y el ajeno me es indiferente; pero con el dinero público soy escrupuloso si me lo dan. Si no lo tengo, ni se me ocurre decir a un proveedor —al gerente de un hotel, por ejemplo— o a quienes intervengan con sus ponencias, que ya cobrarán, cuando la administración quiera, el uno su factura, y los otros sus honorarios y los gastos de sus viajes. En fin, una lástima no poder recibir aquí a buena parte de la mejor bibliografía crítica que se ha publicado en los últimos veinticinco años sobre el erudito bibliógrafo de Campanario, sobre sus obras principales y sobre el contexto político y literario que vivió. Otra vez será. Lo escribió Bartolomé José Gallardo en una carta de diciembre de 1835 dirigida a su amigo Tomás García Luna: «No estamos en tiempo de gullorïas: es menester contentar-nos con lo qe nos den».  

sábado, julio 01, 2023

La niña boba

Tengo un amigo que tiene una colección de manuscritos imponente y que me dirá, si le enseño este, que vaya alarde. Lo sé; pero para mí tiene un gran valor que alguien haya considerado que puede interesarte lo que él compró por casualidad mientras buscaba otra cosa, y que te lo envíe para que seas tú el que lo tengas. A J., joven investigador sobre poesía española contemporánea, le gustará que, antes de guardar esta copia de uso de una obra de teatro que le costó lo que una entrada de cine en Cáceres, le dedique estas líneas. «‘La niña boba’ de Lope de Vega» se lee en la cabecera de esa primera hoja que, de las noventa de que consta el manuscrito, es la que más desgaste muestra. Es una copia de Buen maestro es amor, o la niña boba, una refundición de La dama boba de Lope que escribió el cordobés Dionisio Villanueva y Ochoa (1774-1834), que firmaba sus obras como Dionisio Solís. El bueno de Jerónimo Herrera Navarro, en su Catálogo de autores teatrales del siglo XVIII, la recogió como representada en el madrileño teatro de la Cruz el 21 de enero de 1826, y daba la segunda parte del título como la niña tonta. Hay más copias por ahí, en la Biblioteca Histórica Municipal de Madrid, por ejemplo; y me gusta tener a la mano un testimonio más de la historia de un texto que han estudiado competentes interesados en las refundiciones del teatro de Lope en el XIX y después. Leo en uno de los trabajos reunidos en un libro que tengo sobre Menéndez Pelayo y Lope de Vega (Editorial de la Universidad de Cantabria, 2016), uno de Gema Cienfuegos Antelo, que cuando Federico García Lorca hizo su adaptación de La dama boba en 1934 para su representación en Buenos Aires y luego en Madrid en 1935, por el centenario de Lope, se refirió a «una refundición lamentable», y esa debió de ser la de Solís. Me he acordado por esto de una conversación que tuve el otro día en la calle con un matrimonio de anticuarios, en la que la mujer decía, como quitando importancia a los libros, que los papeles tienen siempre algo especial que atrae, que son cosa distinta. Yo, que no trabajo el género, he querido emular esa pulsión enredando aquí y allá a costa del regalo de J., de estos papeles que me han llevado a otros, y a nombres como el de Juan Carlos de Miguel y Canuto, que estudió al Dionisio Solís refundidor de Lope en una tesis leída en Valencia en 1993. Baste el apunte antes de colocar los papeles en su sitio.