«Cada vez parece más lejano el siglo XX» (Luis Sáez Delgado)
Miércoles, 6. Fase 0. Hace ya días que leí este libro extraordinario. Descubrimiento del continente negro (Mérida, De la luna libros, 2020), de Luis Sáez Delgado. Qué gusto leer un libro tan atrayente, tan distinto, tan inteligente. Nada tiene que ver su excepcionalidad con la de su modo de lectura, confinado aquí, pues lo leí entero —son unas sesenta páginas— mientras caminaba por la casa y en voz alta. Menciono su extensión porque es un valor añadido del texto el que permita concentrar su lectura en una sesión o en dos, a lo sumo, y sumergirse en estas «Cinco fábulas sobre el siglo XX», que es el subtítulo de la obra, como el que está bajo los efectos de algún estimulante intelectual durante un breve lapso de tiempo. Las cinco fábulas, que recorren hechos, personajes históricos, fechas, países y espacios o lugares concretos, propician enlaces entre ellas y aportan una unidad muy sugerente al conjunto. Por ejemplo, en la tercera —«Música popular contemporánea de la ciudad de Buenos Aires—, la portada de una revista trae a Nikita Kruschev, y la alusión al último de los edificios que Stalin ideó y que protagonizan el primero de los capítulos —«Siete hermanas»—, «las torres que Stalin deseaba para el cielo de la capital» (pág. 45), mencionadas de nuevo en el relato «Kampuchea», que, a su vez, por la alusión a las «tres aes seguidas» de OSPAAAL (Organización de Solidaridad con los Pueblos de África, América y Asia), se vincula con el ya citado tramo tercero y la paramilitar Triple A del peronismo más atroz. Luis Sáez traza de forma brillante una red intratextual que resulta un pedazo de atlas histórico interesantísimo sobre el siglo XX. En una muy reciente entrevista ha declarado que es muy perezoso para la escritura: «acumulo muchísimas notas, pero el momento real de la escritura me puede, y así ha ocurrido también con el libro de relatos que se acaba de publicar. En esencia, tengo la suerte de no considerarme escritor, con esa obligación de producir de forma permanente, siempre con algo que entregar; sino alguien que en un momento determinado ha querido compartir dos o tres historias que me parecían importantes, y nada más. Descubrimiento del continente negro es, en este sentido, el spin-off de un texto mayor que retomo episódicamente, y que terminaré cuando alguien me meta prisa». Ojalá sea pronto, porque este esqueje de obra mayor alimenta mucho pero no sacia. Luis Sáez ha tratado una realidad histórica como la segunda mitad del siglo XX como si fuera un objeto de ficción —«nadie puede imaginar el futuro, pero sí el pasado» (pág. 71), y ha trenzado cinco relatos que son una joya, rematada, por si fuera poco, con su propia explicación en «[Una escisión]», así, entre corchetes, para subrayar su condición de notal final sobre lo que uno ha leído. Interesantísimo.
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