martes, marzo 30, 2021

Julia, 30


No es la primera vez, claro, que escribo sobre ella. A su madre, a su hermano y a mí nos ha dado tantas alegrías siempre, que hoy, que cumple treinta años —qué maravilla— parece que todo lo normal se convierte en extraordinario. Trabaja y vive en Kilkenny (Irlanda) y nos contenta a todos con su contento. Todas las madres —yo también— se figuran al correr de los años a sus hijos crecidos como el día en que nacieron, y se maravillan al contemplar la edad adulta con el recuerdo de aquella fragilidad primera, cuando todo era cuidados, como ahora. Nada cambia después de que todo sea ya diferente. Son treinta años, que han pasado por todos, y por fortuna. Palabras para Julia que no voy a repetir; aunque insista en que he vivido con ella mucho y quiero que sea así todos los días de mi vida. Felicidades.

sábado, marzo 27, 2021

Carcundia

Ha sido leer hoy en un artículo de Manuel Vicent sobre las Notas para unas memorias que nunca escribiré, de Juan Marsé, la palabra «carcundia» y cuestionármela. El DLE de la RAE no la recoge. Tampoco está en el María Moliner. El Diccionario del Español Actual, de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, como siempre, abre la posibilidad a un uso de «carcundia» como adjetivo que significa «carcunda o carca», y recoge testimonios de Miguel Delibes —en el Diario de un emigrante (1958)— y de Manuel Vázquez Montalbán —en Los pájaros de Bangkok (1983). Carcunda es un adjetivo despectivo que designa al carca, al carlista, a alguien de actitudes retrógradas. Sin embargo, Vicent no usa carcundia como adjetivo ni como sustantivo referido a persona o individuo, sino —«a la clericalla y a la carcundia»—, como sustantivo abstracto que no parece estar registrado en español. Así también lo encuentro en el título y en el texto de una reseña de un libro de Jaume Trilla (La moda reaccionaria en educación. Barcelona, Laertes, 2018) escrita por Laura Fontán de Bedout («Sobre la carcundia y otras antiguallas pedagógicas») en la revista Temps d’Educació, de la Universidad de Barcelona, en un número de 2019. Aunque carcunda es un préstamo del portugués —no sé cuántos portuguesismos hay en el español, y ojalá sean muchos—, de facundo, «facundia»; de jocundo, «jocundia». Y por qué no de carcunda algo así como carcundia. Carcundia.

lunes, marzo 22, 2021

Las Hurdes (II)

Lejos de leyendas y mitologías, documentadas y tratadas en una bibliografía copiosa y solvente desde hace años, cuyo último y más actualizado recuento está en el libro de David Matías (La leyenda de Las Hurdes. Geografía, literatura e historia de una comarca mítica. Departamento de Publicaciones de la Diputación Provincial de Badajoz, 2020)*, Las Hurdes es un territorio hospitalario, una «tierra sin par», en feliz hallazgo de las conclusiones de este ensayo que también contienen la «noticia de un complejo de inferioridad inculcado», que se me antoja hoy un orgulloso sentido identitario que hemos podido apreciar en algunas de las personas que nos han mostrado parte del entorno y de su idiosincrasia. Este pasado sábado vimos varias representaciones de un imaginario contemporáneo de esta comarca mítica. En primer lugar, el finis terrae de El Gasco y de la terminación de una carretera —la CC-63— que muere en una plaza en la que los vehículos tienen que dar la vuelta para salir. Esto lleva a una segunda imagen de actualidad: el turismo. Deseable si es sostenible. Si no, un hecho tan particular como un coche mal estacionado puede provocar un colapso en espacio tan reducido y poner de manifiesto que ante una realidad así la responsabilidad debe de ser máxima para procurar el desarrollo. Ocurrió el sábado cuando un camión no pudo acceder a tan recóndito sitio para descargar material de construcción (y desarrollo). Y aquí surge la tercera representación del imaginario contemporáneo del espacio mítico: lo insólito. O la supervivencia. Aquel camión varado, después de impedir la entrada y la salida a un pueblo extremo durante casi una hora, circuló marcha atrás más de un kilómetro por una carretera sinuosa y estrecha hasta que consiguió girar y seguir su tarea. Tan visto como no creíble. Supervivencia. Sobreponerse. (*) Yo sigo insistiendo en que la citación parentética en el texto —Harvard— de las fuentes utilizadas exige un listado único de referencias; pues, de lo contrario, si desconozco que Julián Rodríguez es fuente primaria, fuente secundaria teórica o fuente secundaria histórica, tendría que buscarlo en tres sitios hasta encontrar su obra citada. También sigo cada día más convencido de que es inútil que diga algo así. Saco roto, vamos. Qué cosas.

sábado, marzo 20, 2021

Las Hurdes (I)

Solo la ofuscación, quizá por un estrés que intento aliviar este fin de semana, explica que me haya traído a Las Hurdes el último libro de Juan Marsé, que estoy terminando de leer (Notas para unas memorias que nunca escribiré. Edición, prólogo y notas de Ignacio Echevarría. Lumen, 2021), y no el de David Matías, La leyenda de Las Hurdes. Geografía, literatura e historia de una comarca mítica. Departamento de Publicaciones de la Diputación Provincial de Badajoz, 2020), que fue Premio Arturo Barea en 2018, y que conozco bien desde su primera versión como tesis doctoral defendida en la Universidad de Extremadura. Habría sido una manera de acompañarse de una lectura más pertinente en este entorno, y añadir a la contemplación de estos parajes el rigor y la brillantez de un ensayo así del que tenía pendiente hablar aquí. Mi hermano J. ha estado más listo y compró ayer en Caminomorisco como regalo para mi cuñada Las Hurdes: tierra de mujeres (Asociación Cultural almaHurdes-Diputación de Cáceres, 2019), la parte en forma de libro de un proyecto documental de gran interés, materializado aquí en los testimonios de treinta mujeres hurdanas retratadas por el fotógrafo José Benito Ruiz y entrevistadas y relatadas por Marta Abaurrea, Miguel Domínguez, Ruth Guerrero, Sandra Luis, Herminia Muñoz, María José Nieto, Yolanda Ramírez, Agustina Sangüesa, Jesús M. Santos y Mari Villarroel, de almaHurdes. Casi una decena de ellas son de lugares que hemos visitado en estos dos días. Y es que esta salida de fin de semana ha sido viajera y andariega desde primera hora de la mañana, y de lectura desde la media tarde.  

domingo, marzo 14, 2021

Paolo Fresu

¿Cómo podría agradecer a Carlos Galilea y a su Cuando los elefantes sueñan con la música (Radio 3) lo que me regala todas las sobremesas? Yo suelo estar a mis cosas: como, leo el periódico, termino de comer, recojo, y él sigue con sus Chico Buarque, Marisa Monte, Pat Metheny, Caetano Veloso, João Gilberto, António Carlos Jobim… O Paolo Fresu y su Musica da lettura, que es un regalo para los oídos. Un regalo y un privilegio. Un disfrute poder compartirlo. Poder compartir un concierto en Bolonia, en una biblioteca que conocí hace años —la Biblioteca Comunale dell’Archiginnasio—, un concierto que puede seguirse aquí íntegro, si alguien quiere enriquecerse durante hora y pico; y del que a mí la otra tarde Galilea me puso alguna pieza, como el sublime himno «Abide with me», que también puede escucharse aquí, si uno tan solo tiene cuatro minutos y poco para darse gusto —en el concierto de Bolonia está en el minuto 63, pues así se cierra—, con una entradilla como esta: «Esistono melodie che travalicano tempi e geografie. Parole che toccano dentro facendoci sentire uguali e uniti oltre le fedi. Abide with me è una di queste». El fliscorno es de Paolo Fresu, el bandoneón de Daniele di Bonaventura —dignos de ver son sus trances interpretativos—, el piano de Dino Rubino, el contrabajo de Marco Bardoscia y el cuarteto de cuerdas es de Alborada (Sonia Peana, Anton Berovski, Nico Cirigugno y Piero Salvatori, violines, viola y violonchelo), y la participación especial en aquel concierto boloñés del actor y autor teatral Alessandro Bergonzoni. Su escucha, además del «directo» de la otra tarde, me ha parecido ayer y hoy la mejor manera de seguir celebrando superar lo sucedido hace un año; y desear lo mejor en todo este ruido de la política insana, de las malas formas. O poder decir, como Manuel Vicent hoy, «piensa solo en nubes rosas, piensa en las flores». 

viernes, marzo 12, 2021

Ayer, 11-M

No es la primera vez, claro, que aludo a esta fecha que tantos tenemos en la memoria por aquella atrocidad del 11 de marzo de hace diecisiete años. El correr del tiempo, las circunstancias, como suele pasar, llevan a relacionar un hecho con otro distinto y coincidente en la misma fecha. Ocurrió —y ocurre— con el aniversario del nacimiento del poeta Juan Meléndez Valdés un 11 de marzo de 1754, hace doscientos sesenta y siete años. Lo mencioné ayer en clase. Por culpa de la atrocidad, siempre me acuerdo. O con el exacto centenario del nacimiento de Astor Piazzolla (1921-1992), que en estos días se evoca en periódicos y en emisoras de radio. Ayer mismo por la tarde estuve escuchando la música del compositor argentino. Ayer también pensé en el once de marzo del pasado año, y también fue especial por ser el día que presentamos aquí en Cáceres —resultó ser el último acto literario público antes del confinamiento— la edición de los ensayos sobre Ferlosio de Gonzalo Hidalgo Bayal que propició la editorial La Moderna. Y en este reciente once de marzo también he leído en clase versos de Octavio Paz. Y en el periódico una entrevista de un catedrático de Filosofía de la Universidad de Barcelona de mi quinta, Josep Maria Esquirol, que fue Premio Nacional de Ensayo con La resistencia íntima. Ensayo de una filosofía de la proximidad (2015), y que ha publicado ahora Humano, más humano. Una antropología de la herida infinita (Acantilado, 2021), en el que defiende procurar ser feliz con poco. Viene a decir que después de tantos años el estoicismo sigue estando en la boca de unos cuantos que de vez en cuando tienen voz para decirlo. Así lo hace, en un periódico de gran difusión y gracias a Carles Geli, un profesor y escritor como Esquirol que considera que la sociedad actual no promueve los afectos, y que nos dedicamos —esto lo digo yo— a esparcir exabruptos y muestras de odio o desafecto hacia los demás. Me apunto a que la educación es evitar la tibieza o indiferencia ante los asuntos grandes de la vida; y puedo asegurar que en una clase de literatura son muchos. Todos los días. Calle del Olmo, ciudad monumental de Cáceres. Ayer por la noche. El afecto y el paseo diario por un espacio amable, como quiere Esquirol. 

martes, marzo 09, 2021

MAMS

Miguel Ángel Muñoz Sanjuán (Madrid, 1961) es uno de los autores de la generación de los ochenta que más ha explorado en sus libros nuevos modos de expresión poética en los últimos años, que, para él, literariamente, son ya del nuevo siglo. Quizá fuese Las fronteras (Calambur, 2001) el primer libro que le conocí, que ahora retomo para constatar cómo vive el autor la escritura, desde aquellos versículos llenos de simbologías que luego insistieron en las declaraciones esenciales por tanta mitología y lucidez de las Cartas consulares (Calambur, 2007). Hay poetas que combinan la llamada poesía discursiva con la experimental a lo largo de sus trayectorias literarias —y pienso en alguien tan cercano a mí como Antonio Gómez—; pero hay otros en los que su experiencia experimental parece como una consecuencia de una pertinaz convivencia con el lenguaje poético que va poco a poco transformándose desde claves simbólicas —pero ajustadas formalmente a lo elocutivo— hasta llegar a quiebros y propuestas como aquel Cantos : & : Ucronías (Calambur, 2013) en el que me detuve aquí, o : Memorical-Fractal : (Calambur, 2017), primero de sus libros, si no estoy equivocado, en el que la conversión del significado o representación  material en signo —o, en este caso, personal o identitaria— se da por primera vez y el autor Miguel Ángel Muñoz Sanjuán de Las fronteras, de las Cartas consulares, de aquella edición firmada con el grande Juan Carlos Mestre de El Señor de Bembibre del grande Enrique Gil y Carrasco (Espasa-Calpe, 2004), se convierte en MAMS. Y ahora es de nuevo MAMS quien firma este nuevo libro, Etime (El sastre de Apollinaire, 2020), con un «previo» de Agustín Sánchez de Antequera, en el que Muñoz Sanjuán propone otro modo de expresar: el collage, o el recorte —cut-up de tradición tan precisa y tratada como la que proviene de William Burroughs y tanta presencia en toda vanguardia. Creo que el autor logra con esta formalización del texto convertir cada uno de ellos en único. Lo que en la poesía convencional se unifica por la disposición en la página a una misma altura, con la misma tipografía, y con la diversidad de un cambio formal de prosa a verso, de diferente métrica, y otras variaciones, aquí se convierte en un hecho único —pues ni siquiera hay paratextos ni uniformidad en el comienzo y el final de los poemas. De manera que «La Memoria jamás es ni otro lugar ni otros adioses» cobra un significado muy especial en su presentación en las páginas de Etime, cuyo título parece remitir, como ya indicó Santos Domínguez en una reseña a este libro, a un término canario que alude al precipicio, al abismo, y que, sin ir más lejos, está en el «etime de tantas & tantas palabras predestinadamente rotas:» de Cantos : & : Ucronías (pág. 67). Sin duda, es un corte, un abismo, un nuevo reto lo que muestra con sus recortes MAMS en una obra distinta a todo lo que rodea el medio ambiente. Un medio ambiente que propicia también, desde otras generaciones, creaciones como las que está difundiendo un sello editorial como RIL editores con títulos como Donde es aquí (2019), de Julio César Galán, o Des en canto (2019), de Mario Martín Gijón, que estimo están en la línea que en esta ocasión ocupa una entrada como esta. Habrá que prestar atención a todo esto, cuando quiera que sea.



lunes, marzo 08, 2021

Poliantea

1. Esa grata sensación de hacer las cosas poquito a poco, sin molestar a nadie. Con el reparo de no conseguirlo. 2. Para un relato: se casaba al día siguiente; pero se sintió mal por la noche. Al cagar, notó la presencia de algo que se lo llevó un mes después. Hubo quien volvió a decir que es más rápido un infarto. Qué pena. 3. Qué cantidad de sugerencias, con todo respeto, me trajo la lectura de la necrología de Rosana Torres en El País sobre José Miguel López Sáez (1931-2020), el iluminador teatral, el autor del libro Diseño de iluminación escénica (Madrid, La Avispa, 2000), que yo imagino un manual esencial para los de la profesión. La primera impresión fue que en el titular del periódico el segundo apellido bajaba a la segunda línea, y yo leí los nombres y el apellido de uno de mis locutores míticos de música contemporánea, José Miguel López, el de Discópolis, de Radio 3. No podía ser, porque estaba escuchándolo en directo, en su serie de música de mi tiempo, aquel día con Derribos Arias. Luego pensé en que yo he tenido que ver algunos de los muchos montajes teatrales a los que puso su luz José Miguel López Sáez. Quizá una Celestina de Maya. También me acordé de Fran Cordero. Y lo mejor, lo del texto, lo de que la luz está en el texto, que decía el iluminador. Qué bonito. La luz está en el texto. Ya me imagino yo leyendo textos teatrales con esa luz que en el teatro ya se ve. 4. Fatalmente. En este blog hay varias referencias a un tal Juan Pablo Silvestre, cuyo programa Mundo Babel es «un oasis dentro del ruido ambiente», como yo le he escuchado decir alguna vez. Me da un poco de pudor decir que las mañanas de mis sábados las llenan la música que Juan Pablo selecciona y su voz con los comentarios que hilan el tema del día, que puede ser «Ellas cantando boleros», como un primer sábado de un mes de febrero, o «Fatalmente tuyo, fatalmente tuya», de otro sábado en el que tampoco faltaron boleros. 5. Se veía venir lo de reportar. Ya está abajo como acepción, con la nota de «U. m. en Am.» (Usado más en América): «Transmitir, comunicar, dar noticia». Con la pandemia ha triunfado. Escalará puestos. 6. Hace años leí que Fernando León de Aranoa es nuestro Loach patrio. Fue cuando me enteré de que había sido guionista de Martes y Trece. 7. Limpio con este un apunte de hace años sobre la pista de tenis del Parador de Tui (Pontevedra), que conocí con C. Abandonada la pista, de un color negruzco, le crecían los yerbajos y el musgo como a un cuerpo sin cuidados le crecen malamente los pelos de la nariz y las uñas de manos y pies. Su contemplación generaba una cierta melancolía; pero también la posibilidad de la regeneración, de la recuperación de esa base construida, de esa planta cultivada. 8. De la Palindropedia: «A Nati, gatita gitana», de M.S.V. 9. Y la desazón por haber molestado a alguien, por cualquier cosa que haya sido. 10. La boca abierta. En el dentista.

sábado, marzo 06, 2021

Museo Helga de Alvear

© Mercedes Guerrero de Castro

Inaugurado el pasado 26 de febrero, este miércoles pude recorrer buena parte del Museo Helga de Alvear en una visita guiada propiciada por la Asociación de Amigos del MHA. Me emociona estar tan cerca de un sitio así, en la ciudad en la que vivo, tan solo a ciento treinta y cinco pasos de mi casa. Porque me parece que tengo a la mano una gran ventana que abre a otros ámbitos esta ciudad periférica y tranquila, y deja que salgan de ella todos los aires que seguirán ventilándola de ranciedad y molicie. Fue la del miércoles una tarde espectacular desde las cinco, con grupos en la calle a las puertas del Museo para entrar desde la calle Pizarro, respetando las medidas de aforo. Gente conocida y agradable con la que compartí la visita, guiada —otros dos grupos siguieron a expertos como José María Viñuela y Miguel Campón— por Mª Jesús Ávila. Todo un lujo, y un símbolo, pues una cacereña como ella se encargó de mostrarnos esta imponente colección y este espacio monumental en una ciudad que ya es, desde hace mucho, un museo en sí misma. Ella, María Jesús Ávila, es la coordinadora de la Fundación Helga de Alvear y del Museo desde su creación, y es Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Extremadura, y alma de todo esto que está generando en su ciudad un fenómeno de interés por el arte contemporáneo y por la arquitectura moderna. No sabría hacer una crónica de lo visto, aunque sí puedo decir que hicimos un recorrido inverso al habitual. Bajamos a la tercera planta para ir subiendo y así evitar el cruce —que no pudo evitarse— con las otras visitas programadas. Fue por la escalera de emergencia por donde llegamos a la planta baja del edificio, veintitantos metros más abajo, al nivel de la calle Camino Llano, que resultó algo así como conocer el museo desde su entraña más recóndita y menos visible. En realidad, ese recorrido inverso fue como ascender hacia la luz —su tratamiento en todo el espacio es otra obra de arte— y salir de allí como el que ha dejado atrás una recreación estructurada de un mundo posible e imaginado, o por imaginado posible. Casi todas las piezas son grandiosas, y no solo por el tamaño de muchas, sino por su disposición, su iluminación, su propuesta estética —siempre audaz— y su materialidad. El paseo —que espero repetir cuantas veces me sea posible— incluye la contemplación de obras de Victor Vasarely, de Ai Weiwei, y «La lámpara» más fotografiada —Descending Light— que desciende desde sus cuatro metros de altura, y que compite en la misma sala con la asombrosa fotografía de 3 x 6,5 m. de Frank Thiel —que se ve en la imagen, que me ha dejado publicar mi hijo después de su visita—, las obras de Joseph Beuys y de Juan Muñoz, las sugerentes pinturas sobre madera de Carmen Laffón, fotografías de Thomas Ruff, la videoinstalación de Steven McQueen, y tanto como piezas de Klee, y de Tàpies, y de Gordillo, y de Saura, y de Picasso, y de Goya. Es impresionante. Cuando pase esta situación que nos somete a medidas tan indeseables como necesarias, me gustaría —según horario— que el Museo Helga de Alvear, que me permitirá cruzar desde mi calle a un supermercado en el que a veces compro, sea el lugar de referencia para mis citas cuando quede. Sin más palabras. Por ahora.




martes, marzo 02, 2021

Zabala 16

A lo mejor la torpeza de captar tan mala imagen de la cubierta de este libro, con su flash y todo, le da cierta notoriedad o brillo. Lo merece. Julián Mesa sigue nutriéndonos con sus propuestas editoriales de libros de artista, en tiradas reducidas —esta de cien, con cuarenta y uno numerados— y siempre con la aportación para sus suscriptores de una obra original de quien publica. En esta ocasión ha sido el pintor vasco Fermín Moreno Martín (Bilbao, 1970). Por lo que sé, este artista tiende a formatos que sobrepasan lo convencional del interior de una sala y se abren al espacio exterior en el que se expresa un arte urbano colorista y sugerente. No sé cómo verá el autor su obra reducida al formato A4 de este ejemplar que incluye el original que se reproduce en las páginas 27 y 28. Supongo que será otra experiencia que enriquece la trayectoria de alguien de quien se ha dicho que «reflexiona sobre la pintura de manera práctica, a través de las relaciones de hibridación que se establecen con otras disciplinas artísticas, trabajando con la hipótesis de producir una expansión del medio que se vertebra en torno a la sedimentación pictórica, el feedback de la imagen de síntesis y la disposición instalativa». Yo no sé qué quiere decir esto que se dice en esta página; pero me dice bastante el conjunto reunido en estas páginas que ahora tengo. Y digo conjunto porque tiene razón Julián Mesa en su página de bienvenida, en la que testifica sobre el momento que vivimos de «pandémica lección» y aporta notas precisas sobre el autor, sobre el título —que obedece a la dirección (Zabala, 16) del estudio del pintor—, al advertir que Fermín Moreno Martín ha querido que no se entienda como una compilación de cuarenta piezas, sino que sea vista como un todo. Es así, pues hay una disposición argumental que sugiere reiteraciones estratégicamente situadas en el conjunto y parece como si hubiese una estructura del conjunto que añade significados. Es difícil explicar esto sin el apoyo de la imagen; pero es fácil decir que merece mucho la pena apoyar propuestas editoriales como las que lleva a cabo desde Badajoz Julián Mesa.

lunes, marzo 01, 2021

Moratín sobre la política

«Desengañémonos, los hombres han estado siempre mal gobernados, y lo estarán hasta que dejen de existir. Los grandes políticos y estadistas han escrito excelentes sistemas, admirables planes, donde se hallan principios tan sólidos, verdades tan irrefragables, que es necesario carecer de entendimiento para desaprobarlas; pero llega el caso de la ejecución y todo se trastorna, porque, no pudiendo las leyes obrar por sí solas, es necesario que los hombres las administren; y como los hombres tienen pasiones, obran según sus pasiones, no según el espíritu de las leyes; y como la multitud siempre es ignorante, fácilmente se engaña, y ella misma, buscando la libertad y el bien, se forja las cadenas. ¿Qué resulta de aquí?, que somos muy imperfectos, muy malos, muy feroces, cuando se nos presenta la ocasión de serlo, y que los mejores sistemas de gobierno deben considerarse como novelas muy bien escritas» (Leandro Fernández de Moratín, Viaje de Italia, 6º, 1 de octubre de 1794).