martes, mayo 31, 2016

25 años de Calambur


Más que palabras


Este sábado pasado Álex Grijelmo publicaba una reseña en Babelia de El País de este libro de Pedro Álvarez de Miranda, Más que palabras (Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2016), que recoge algunas de las brillantes colaboraciones del profesor y académico en la revista Rinconete del Centro Virtual Cervantes, y que se presenta a las siete de esta tarde, última de mayo, en la librería Rafael Alberti de Madrid. Reseñador y autor conversarán sobre palabras.

Puzle, de Isidro Timón


Supongo que un Taller Fin de Estudios es un Trabajo Fin de Grado. Los estudios son los que ahora culmina Isidro Timón en la Escuela Superior de Arte Dramático de Extremadura en la especialidad de Dirección Escénica y Dramaturgia. Y el trabajo final se representa hoy a las 20:30 horas en el Gran Teatro de Cáceres. En mi Facultad, los Trabajos Fin de Grado los evalúa un tribunal de tres profesores, y, en algunas especialidades, hay defensa pública. Aquí, la «defensa pública» es evidente y el tribunal también: es el público. Con el debido respeto de los calificadores académicos. Sin duda, será el trabajo fin de grado con más asistentes de todos en los que he estado. Puzle  —escribe Isidro en su página de Facebook— «habla de nosotros y del tiempo que nos ha tocado vivir, de la letra pequeña que no leímos cuando firmamos el contrato...». Quizá por eso su promoción comienza con unos extractos del Título Primero, el de los Derechos Fundamentales, de la Constitución Española de 1978, y termina diluido en un desolador bla, bla, bla... Es Puzle, una nueva propuesta teatral de Isidro Timón —con la tutela académica de Andrés Mata— en la que intervendrán alumnos y exalumnos de la ESAD: Luis Prieto, Juan Vázquez, Jorge Barrantes, Javier Herrera, Amelia David, Rubén Lanchazo, Rakel Jiménez, Irene Hernández, Guadalupe Fernández, Cristina Martín, María Serrano y Anna Picornell. Hoy en el Gran Teatro de Cáceres a las ocho y media de la última tarde de mayo.

miércoles, mayo 25, 2016

Lecciones de Teatro Clásico (V)


Esta mañana se ha presentado a la prensa el curso de verano de la UEX Lecciones de teatro clásico, que dedicará su quinta edición —después de un parón de cuatro años— a «El teatro de Cervantes y Cervantes en el teatro». Vinculado al Festival de Teatro Clásico de Cáceres, se organizó durante los años 2008 a 2011, y ahora la Secretaría General de Cultura —representada en el acto por Toni Álvarez, directora del Centro  de las Artes Escénicas y de la Música (CEMART)— y la dirección del Festival de Teatro cacereño y del Gran Teatro —Silvia González Gordillo— han vuelto a contactar con la Universidad para que este curso se realice. En una fresca mañana en el patio del Restaurante Torre de Sande de Cáceres, hemos podido expresar la intención de acompañar parte de la programación del festival que cumple veintisiete ediciones desde 1991 con tres jornadas —del 22 al 24 de junio— en las que se abordarán diferentes aspectos de la obra dramática cervantina y de la presencia de su literatura en la escena española contemporánea. Participarán profesores especialistas de seis universidades como Antonio Rey Hazas (Universidad Autónoma de Madrid), Luis Gómez Canseco (Universidad de Huelva), Adrián J. Sáez (Universidad de Neuchâtel. Suiza), María Fernández Ferreiro (Universidad de Oviedo), Ismael López Martín, Miguel Ángel Teijeiro Fuentes, José Roso Díaz, Santiago López Moreda (UEX) o Ignacio García Aguilar (Universidad de Córdoba); escritores autores de recién estrenadas versiones teatrales cervantinas, como Luis Alberto de Cuenca, Alicia Mariño Espuelas o Inma Chacón, directores teatrales como Juan Carlos Pérez de la Fuente, Emilio del Valle, Isidro Timón Rodríguez o Ainhoa Amestoy, programadoras como Silvia González Gordillo, y Olga Rodríguez Estecha, directora del Festival de Teatro Clásico de Alcántara; y otros profesionales como Ignacio Elguero, Emilio Pascual, Benigno Moreno, colaboradores en la versión radiofónica El Quijote del siglo XXI producida por Radio Nacional de España, que hablarán sobre tan singular propuesta de la que se hará una audición comentada. Información y matrícula: www.unex.es/verano.

lunes, mayo 23, 2016

Palabras de Álex Chico (II)


El otro día una alumna me halagó sin saberlo cuando me dijo que ella tenía entendido que a mí no me gustan las conclusiones en un trabajo académico. Así es —le dije—, siempre que esas conclusiones ocupen más de una frase, repitan parte de lo dicho, resuman brevemente los puntos principales y sinteticen la información que se ha venido dando anteriormente. Si son eso, sobran. Y, sobre todo, si llevan un epígrafe titulado «Conclusiones». No ocurre lo mismo, felizmente, con la conclusión del libro de Álex Chico, que está en la casilla 20 del tablero en el que ha convertido su modelo de indagación crítica sobre un autor (José Antonio Gabriel y Galán) y sus textos literarios. Esto sí es interesante y motivador para un lector que guste de estas formas de ruptura de los estrechos límites de los géneros convencionales. Un invento histórico al que seguimos aferrándonos. Y a propósito, cuando escribía sobre Un hombre espera me llegó otro libro del mismo autor placentino, Sesenta y cinco momentos en la vida de un escritor de posdatas (Sevilla, La isla de Siltolá, 2016); y me reafirmo en que la prosa de Álex Chico —hay un Álex Grande en la novela Farándula, de Marta Sanz, que estoy terminando de leer en los desayunos— es una nueva propuesta para vencer estacadas genéricas. En este caso, se trata de la invención de un texto polimórfico a partir de la recreación de una comunicación —labor de edición y exhumación de textos— con un escritor identificado con las iniciales E.P. del que se espigan unos cuantos fragmentos de ocho obras: Cuaderno de apuntes (1980), Libro de las anotaciones (1984), Si es que son ajenas las palabras (1987), Ciudades inventadas (1988), Confesión en Santa Marta (1992), Cuando regresen los bárbaros (1994), En préstamo (1997) y El libro de las habitaciones (1998). Los textos se completan con ocho insertos del editor. El resultado es un mosaico compuesto por teselas sobre la escritura, sobre lo leído, sobre los lugares vividos y sobre lo recordado, que no es más que otra forma de ficción. Se lee bien esta afirmación del hecho de escribir como «una consecuencia radical de la lectura», como una manera de estar en la realidad. Sesenta y cinco momentos en la vida de un escritor de posdatas son, realmente, los fragmentos de un diario.

Pureza Canelo, académica del Oeste


© Fotografía de Javier Sánchez Pablos, diario Hoy.
Pasado el mediodía de este sábado pasado, comenzaba su discurso de ingreso en la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes la poeta Pureza Canelo (Moraleja. Cáceres, 1946). Electa desde septiembre de 2013, la escritora ocupará la medalla número 3, que dejó vacante el pintor pacense Julián Pérez Muñoz, fallecido en 2009, a quien se dedican algunas líneas del exordio agradecido —José Miguel Santiago Castelo en la memoria— de un discurso atípico por poético. Frente al carácter ensayístico y erudito de la mayor parte de estas piezas oratorias, Pureza Canelo eligió al «patito menos acariciado del estanque literario», que aquí sería el estanque académico. Que yo sepa, desde el discurso de ingreso de Manuel Pacheco en 1991 con La poesía y mi poesía, no se escuchaba algo tan sentidamente poético y personal, sin despreciar las éticas y poéticas del de Joaquín Araújo en 2012. Oeste en mi poesía fue el título elegido por la escritora, impreso ya en el libro que se entregó a todos los asistentes, con la contestación del académico musicólogo Antonio Gallego Gallego, y una extensa «Bibliografía (1971-2015)» elaborada por José Manuel Fuentes García de las obras de Pureza Canelo y de una amplia selección de los estudios sobre ella y su obra. Mucha gente conocida en un repleto —di fe desde una cómoda última fila— salón de actos en el que había representantes institucionales —de la Secretaría General de Cultura de la Junta de Extremadura, de las dos diputaciones provinciales, de los ayuntamientos de Trujillo y de Moraleja...— y, con otras motivaciones, muchos amigos y cercanos, como las trabajadoras del Archivo-Biblioteca de la Diputación Provincial de Cáceres —Queca Fajardo incluida—, con Adrián Guzmán, responsable actual, y Víctor M. Jiménez Andrada, técnico informático, que velan, además, por el creciente archivo personal y biblioteca de Pureza Canelo desde su donación en 2007. Me alegró mucho saludar a Ada Salas, a Pepe Teruel y a José Antonio Llera que vinieron desde Madrid; a Juan Ramón Santos y a Fátima —en un reencuentro después de muchos años—, o a Nicanor Gil, desde Plasencia; a los hermanos Sáez Delgado y a Julia Pérez González, que llegaron desde Badajoz. A Fernando Pérez Fernández y a Urbano Pérez; y a José Antonio Zambrano, a Mª José Hernández y a Antonio Blázquez... Pureza Canelo estaba encantada. Le habría gustado que allí estuviese todo el mundo, para decirle que ella quiere contribuir a cambiar algo las cosas. ¿Qué cosas? Eso tendrán que decidirlo los académicos en los próximos años. Por el momento, nos queda esta manera de decir oeste que nos ha mostrado esta escritora, que se considera «habladora de un campo humano y poético sin fronteras»; y que, en fin, en los últimos años se ha empeñado con ganas y razón en su «oeste multiplicador». Me alegré de haberme estrenado en estas ceremonias con algo así.

viernes, mayo 20, 2016

Palabras de Álex Chico (I)


Cuando me llegó de Álex Chico este nuevo libro en enero pasado, le acusé recibo agradeciéndole el envío y le dije que la primera impresión era muy buena, de complicidad con su entorno y sus protagonistas. Los protagonistas de Un hombre espera (Barcelona, Libros en su Tinta, 2015) no son otros que la lectura y la escritura, además de que en él se citan algunas personalidades literarias que van desde Sebald o Mondiano hasta amigos y maestros como Álvaro Valverde o Ángel Campos Pámpano. Ahora bien, el principal protagonista, el interés común y el gesto cómplice confluían en un nombre: José Antonio Gabriel y Galán. El nombre del escritor sobre cuya obra literaria trata tan especialmente este ensayo. Un ensayo que yo pondría como ejemplo de contrapunto de la manía normativa que se ha instalado ya en la supuestamente reformada universidad española. Hay reglamentos para todo y verificas para nada; y seguro que habrá alguien que en algún tribunal penalice que no se haya utilizado la Times New Roman 12 en el trabajo de fin de grado que sea. Traigo a mi terreno pedestre un supuesto debate sobre la atmósfera genérica que he podido leer en la promoción del libro, en el texto de su cuarta de cubierta, en el acertado prólogo —«Comprensión del lugar»— de José Ángel Cilleruelo y en la nota celebrativa de Álvaro Valverde, paisano del autor —«Álex Chico, novelista». Sigo teniendo a Álex Chico como uno de los jóvenes poetas extremeños del siglo XXI y activo crítico literario en diversas publicaciones —más permanente en el consejo de redacción de la revista Quimera—; pero no como un novelista. En el texto de la cubierta se aventura una definición de «ensayo ficción» que no aclara el asunto, puesto que lo que tiene de diario de viaje es real y lo que tiene de ensayo crítico también, real y honesto intelectualmente, sin falsedades. Lo dice Cilleruelo, esto es «una manera alternativa de abordar un conocimiento crítico que se salta todos los protocolos de la crítica». De la crítica académica, y reglamentista, añado. Y, además, no tendría por qué prescindir de todos los protocolos. Es posible que todo se resuma en el dato que aporta Álvaro Valverde en el lugar citado: «su abandonada tesis doctoral». Este sugerente ensayo personalista sobre el aura —el lugar— de un escritor y de sus obras, y que quiere conocer un mundo de ficción con el supuesto anclaje de siempre en la realidad, puede compartir la impresión sobre un café o un puesto de pescado con el dato documentable. Por ejemplo, por el estudioso Álex Chico sé que José Antonio Gabriel y Galán escribió en 1965 una novela, la primera, titulada Idea fija en Montparnasse, inédita. También que hubo un libro de poemas con el título de La paz así encontrada. Esto es real. Como que Idea fija en Montparnasse fue presentada en 1971 al Premio de Novela  Ciudad de San Fernando (100.000 pesetas), en el que quedó finalista junto a otro título de un extremeño, La cuneta, de Juan José Poblador (ABC, 9 de julio de 1971, pág. 51). Chico nos cuenta que la obra del poeta Jean-Jacques Ventoux, Un homme qui attend, trasunto del título de su libro, fue una especie de biografía del barrio de Montparnasse. Este es el escenario de esta sugerente obra llena de vivencias literarias y de una personalidad como la de José Antonio Gabriel y Galán. Sigue.

miércoles, mayo 18, 2016

Sin título


Lo he encontrado algo deprimido. Su padre no está bien y le entristece verlo tan mayor, tan necesitado y, a veces, tan triste, tan metido en sí mismo. Le enfurece, también, ver a tanta mala persona, tanto egoísta, tanto corrupto y tanta gente codiciosa que en estos días come, corre, cena, acumula y ostenta; bebe, baila, vive y desea a todos paz, felicidad y buen gobierno, como si nada. Lo único que él pide es cordura. Cordura, salud, trabajo y literatura.

jueves, mayo 12, 2016

Penal de Ocaña


No pudo ser cuando estuvo más cerca —en la Sala Trajano de Mérida o en La Nave del Duende del Casar de Cáceres—; pero ha podido ser en el Teatro de La Abadía de Madrid —penúltima función— este sábado pasado. Fuimos allí a ver Penal de Ocaña, un excelente montaje de teatro creado a partir de lo que no lo es. Penal de Ocaña, ya lo dije aquí, es una novela de la filóloga María Josefa Canellada (1912-1995) a la que ha sacado un sobresaliente partido su nieta Ana Zamora (Nao d'amores), responsable de la dramaturgia y de la dirección. La más reciente reseña de esa novela que quedó finalista en el Premio Café Gijón de 1954 —se concedió a El balneario, de Carmen Martín Gaite— y que se publicó expurgada en 1965 y, ya sin cortes, en 1985, la escribió Pedro Álvarez de Miranda para su último Rinconete de 2015, y su recuerdo estuvo motivado por su asistencia a una de las representaciones de la adaptación de Ana Zamora. Remito a su interesante taracea de pasajes para cotejar las dos ediciones y comprobar lo suprimido por la censura. Pero ahora lo que quiero es encarecer los valores teatrales de un montaje como Penal de Ocaña. Brillante es la interpretación de Eva Rufo, que se planta en el centro de un escenario a ras de suelo, circundada por una alfombra que es el espacio al que está sometida, y sobre el que va marcando con señales de papel —una octavilla hecha trocitos, una carta doblada, un papel arrugado...— cada una de las secuencias en las que se puede articular este monólogo. Espléndido el trabajo de la actriz. Igual que el recurso —se trata de Isabel Zamora— de una acompañante al piano, que es asistenta, pero artífice de la magia de la música en una pieza así. Se nota la mano sabia de Alicia Lázaro, indispensable en el proyecto de Nao d'amores. Falla, Chopin, Schubert... Lo que vio el público —que aplaudió en la penúltima función en La Abadía como si aquello fuese el único pase de una celebración especial— fue una demostración de cómo hacer teatro a partir de un texto así. Así como la expresión sentida de una experiencia extrema en unas circunstancias como las que vivió la protagonista de la historia en unas fechas marcadas: 1936. 1937. El Penal de Ocaña de Ana Zamora logró que este espectador sumase a la palabra que dice la manera en la que se dice. No es la primera vez, afortunadamente; pero hay que celebrar que se repita de esta forma. Una delicia.

miércoles, mayo 04, 2016

De folletín


Recordé de inmediato La desheredada (1881) de Galdós, cuando Isidora, vestida de merino negro, sale de casa, después de echar una rociada de desprecio a las Relimpio, para visitar a la marquesa de Aransis, de la que se cree nieta. Y antes, cuando La Sanguijuelera se cachondea de ella diciéndole que seguro que se ha hartado de leer esos librotes que llaman novelas. De folletín. Que es lo que recordé al leer no hace mucho la noticia en Hoy (28. 1. 2016, p. 4): «Hallan muerta en su piso a una mujer que padecía síndrome de Diógenes». María Esther era su nombre, tenía 84 años y vivía con tres perros, un gato y un loro. Y las palabras de un vecino: «Era conocida en el barrio, iba encorvada por la calle con el carrito y los perros. Dicen que era de muy buena familia, que llegó a tener una o dos criadas». Vestigios del folletín decimonónico. Y seguro que es verdad.

martes, mayo 03, 2016

La crítica tan crítica

¿Para quién escribimos cuando reseñamos una obra literaria o hacemos la crítica de un espectáculo teatral o una película? ¿Para qué lector? ¿Escribimos realmente para un público común que busca en el periódico una opinión que le invite a ir al cine o a leer un libro? ¿O es que consideramos que el lector medio tiene un nivel cultural alto que autoriza referencias cultas muy cultas? ¿Escribimos, quizá, solo para nosotros? ¿Para quién escribió Javier Vallejo su crítica en El País (14.4.2016, pág. 28) de La Celestina de José Luis Gómez en el Teatro de la Comedia de Madrid cuando nos dejó esto?: «La interpretación de Gómez se apoya en una composición física sin amaneramientos, de tradición oriental (aunque por lo que se complace en ella evoca la mímesis de Kemp antes que la manera introspectiva en la que Kazuo Ōno se transfiguraba en Antonia Mercé en Admirando a La Argentina) […]» Escribimos, pues, para iniciados. Si no, Javier Vallejo habría explicado... No, no escribimos para el público no especializado que lee el periódico. La competencia del lector de Vallejo debe de ser la misma que la de aquel comentarista futbolístico que habló del autobús de Maguregui como variante del catenaccio italiano, valga la redundancia, enfrentado al tiki-taka que difundió el llorado Montes. Para entendidos (*). Será así. Según sentencia del medio.

(*) Se admiten comentarios no anónimos que pongan notas al pie a este texto. A Kemp, a Kazuo Ōno, a Antonia Mercé y a Admirando a La Argentina, a Maguregui, a Montes, al autobús...