«Era una noche del mes / de mayo, azul y serena» (Antonio Machado)
Viernes, 1. Hoy fue primero de mayo desde anoche, antes de acostarme, leyendo aquí con el fondo musical del programa de Luis Martín «Solo Jazz» (Radio Clásica). Por la mañana, una amiga que me ampara, M., me envió en un mensaje adornado con unas flores las redondillas machadianas dedicadas a Juan Ramón Jiménez cuando publicó Arias tristes (1903): «Era una noche del mes/de mayo, azul y serena./Sobre el agudo ciprés/brillaba la luna llena,/iluminando la fuente/en donde el agua surtía/sollozando intermitente./Sólo la fuente se oía./Después, se escuchó el acento/de un oculto ruiseñor./Quebró una racha de viento/la curva del surtidor./Y una dulce melodía/vagó por todo el jardín:/entre los mirtos tañía/un músico su violín./Era un acorde lamento/de juventud y de amor/para la luna y el viento,/el agua y el ruiseñor./“El jardín tiene una fuente/y la fuente una quimera…”/Cantaba con voz doliente,/alma de la primavera./Calló la voz y el violín/apagó su melodía./Quedó la melancolía/vagando por el jardín./Sólo la fuente se oía.» También me escribió mi querido lector J.A. para decirme que al ver ayer la fotografía de la estatua de Leoncia le vinieron los recuerdos. Dice que la conoció cuando vendía el vespertino Extremadura frente a la iglesia y que su «inolvidable amigo», el barítono Juan Sánchez Mayoral, cuando paseaba por San Juan y se encontraba con Leoncia, le compraba los periódicos que le quedaban por vender para que se marchase ya a su casa a descansar. Este Sánchez Mayoral me ha llevado al músico militar Juan Julián Sánchez Mayoral (1894-1936), que vivió en Cáceres y que fue fusilado por su lealtad a la República. Pero no tienen nada que ver. J.A. me ha enviado una fotocopia de un recorte del diario Hoy de 24 de febrero de 1989, con una necrología firmada por Paquita García («Murió Juanito “El de las aguas”») en la que hablaba de su indesmayable vocación por el canto de zarzuela, y que fue funcionario en el Servicio de Aguas del Ayuntamiento cacereño, y que todo lo que hacía entre contadores lo hacía cantando. Me dice mi corresponsal que en estos días de reclusión ha escuchado mucha música, y que hay un fragmento, la romanza «Una furtiva lacrima», de L’elisir d’amore (1832) de Donizetti, que cantaba maravillosamente Alfredo Kraus, y «que Juan, aunque era barítono, la clavaba». Primero de mayo.
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