domingo, enero 19, 2025

Notas de voz

En alguna ocasión Olvido García Valdés se ha referido a la fase de montaje de sus libros de poemas como el momento en el que se decide buena parte de su intención y significado. En una conversación con la llorada poeta Marta Agudo publicada en Letra Internacional en 2009 aludió a las dificultades de abordar un montaje distinto de los libros ya publicados, cuando, por ejemplo, editó su poesía reunida en Esa polilla que delante de mí revolotea (Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2008): «Siempre he pensado que mis libros se deciden en el trabajo de montaje, ese trabajo final sobre un corpus más o menos amplio de poemas escritos durante una época. Y tenía la sensación de que, dada la persistencia a través del tiempo de determinadas «raíces» o «motores» de escritura (y tal vez es eso lo que acaba conformando el mundo o, mejor, la visión del mundo en un poeta), dada esa persistencia —digo— podría tejer con todos los libros un libro distinto —el mismo y distinto— mediante un montaje que los tramara de otro modo. Y no ha sido así. Los libros sencillamente se resistieron y negaron a la operación; como si con el tiempo hubieran adquirido una autonomía y una entidad que ya no me permite intervenir en ellos; son así y en ese ser así ya no son míos». En aquella compilación, el último libro incluido fue Y todos estábamos vivos, que había aparecido en Tusquets en 2006, y en el contexto temporal y creativo de esa obra se inscribe esta preciosa edición de la Fundación César Manrique: Entre 2001 y 2006. En el curso de Y todos estábamos vivos (Lanzarote, Colección de Poesía Péñola Blanca, 2023). Preciosa edición en una cuidada colección «que alberga títulos muy queridos por mí», dice Olvido García Valdés en una nota liminar. (Y quizá convenga recordar esos títulos en su cronología, porque concuerdan con el mundo estético e intelectual de la autora: Manuel Padorno, Desvío hacia el otro silencio (1995), Antonio Gamoneda, El vigilante de la nieve (1995), José Ángel Valente, Nadie (1996), Joan Brossa, Poemes-Poemas (1997), Francisco Pino, Tejas: lugar de Dios. Obertura (2000), José Miguel Ullán Órganos dispersos (2000), Juan Gelman, Tantear la noche (2000), Carlos Germán Belli, En las hospitalarias estrofas (2001), Jorge Eduardo Eielson, Nudos (2002), Antonio Gamoneda, Cecilia (2004), Eugenio Padorno, Cuaderno de apuntes y esbozos poéticos del destemplado Palinuro Atlántico (2006), Claudio Rodríguez, Poemas laterales (2006), Andrés Sánchez Robayna, En el centro de un círculo de islas (2007) y Carlos Edmundo de Ory, Novísimos aerolitos, de 2009). Al lector de Olvido García Valdés se le ofrece, en esta combinación de poemas y de prosas de escritura coetánea al «curso» o proceso y tiempo de creación de Y todos estábamos vivos, una suerte de ampliación a manera de contexto —o junto al texto— del dado por la autora como texto definitivo para su publicación. No son borradores, fueron descartes en su día que hoy el lector puede acoplar sin disonancia con el sentir de aquel libro. Son notas de la voz principal de Olvido García Valdés en su creación en marcha que permiten visualizar una escritura en el curso de otra, en simultaneidad a la conformación de un libro que fue el de 2006, y que ahora aportan una con-textualización muy enriquecedora —no necesariamente esclarecedora o explicativa— a aquellos poemas a los que ya aludió la propia autora en uno de los textos «De la escritura» que cerraron Esa polilla..., en concreto, el último, el titulado «Después de Y todos estábamos vivos». Este cuaderno que publica ahora la Fundación César Manrique amplía y precisa algunos apuntes sobre aquel libro, como su construcción en tres partes («Lugares», que se llamó antes «Lugares de Perséfone», «No para sí», que sale de un poema de Nuno Gonçalves, y «Sombra a sombra», que remite al Vallejo de Trilce), el añadido de más de cuarenta poemas, entre los que hay elementos de lo real —«urraca, cuervo, helechos»— que el lector conoció en Y todos..., del que algún verso o expresión («Vamos cayendo como moscas») reaparece ahora en las anotaciones fechadas de esta entrega especial de la poeta asturiana. Una extensión de su temperamento poético o de su voz poética que algunos lectores agradecemos por motivarnos a volver a un pasado acotado —entre 2001 y 2006— para leer de un modo tan singular que se diría que estamos releyendo.

miércoles, enero 08, 2025

Lecturas a poniente

 

La reunión de las reseñas de Álvaro Valverde publicadas en su blog desde marzo de 2006 —en que aparece una sobre Entre una sombra y otra, de Basilio Sánchez— hasta mayo de 2023 —cuando publica sobre El baile de los pájaros, también de Basilio Sánchez— es lo que ofrece este libro, Lecturas a poniente. Poesía en Extremadura (2005-2024) (Editora Regional de Extremadura —Col. Perspectivas, 14—, 2024), que viene a ser un complemento de aquel otro del mismo autor Porque olvido. Diario (2005-2019) (Editora Regional de Extremadura —Col. Perspectivas, 10), 2020), que recogía muchas de sus notas personales publicadas en el mismo sitio. Decir esto es decir poco, o, simplemente, limitarse a señalar el rasgo externo de este volumen de más de cuatrocientas cincuenta páginas. Es lo que daría una mera ficha de catálogo o un comentario de urgencia. Lo importante de esto no está tanto en los materiales —a fin de cuentas, ya conocidos y difundidos en su muy seguido blog—, sino en la construcción o montaje de un libro con su organización, sus partes e incluso sus retoques. De tal modo que a lo azaroso o circunstancial que pudo explicar en su día la escritura de un comentario sobre una novedad poética —su presentación pública, por ejemplo— se suma ahora una voluntad —sin intención canónica ni preceptiva, como Álvaro Valverde explica en su texto introductorio «In limine» (págs. 11-12)— de ordenar el objeto principal del libro como realidad literaria en un tramo temporal y, por consiguiente, un trozo de historia literaria: la poesía en Extremadura desde 2005 hasta 2024. Así, y prescindiendo del citado liminar como único texto escrito para esta edición y de un «Epílogo» (págs. 433-436) que recupera un artículo sobre la crítica en España aparecido en la revista Quimera en mayo de 2021, la obra se articula en tres partes: «Los libros», «Las antologías» y «Otros textos», lo que supone ya una manera de destacar algunas singularidades del panorama que se ha ido poblando precisamente de los hechos sobre los cuales ha fijado su mirada Álvaro Valverde a lo largo de los últimos dieciocho años. Aunque la intención es solo «hablar de libros», se impone inevitablemente la lista de autores, de modo que la sección «Los libros» se ordena alfabéticamente por apellidos, desde Javier Alcaíns hasta José Antonio Zambrano. En total, muchos, sesenta y cuatro. Y más los libros, unos ciento cincuenta, pues hay poeta —es el caso de Pureza Canelo— que tiene menciones a más de media docena de obras, incluyendo De traslación, que se ha despistado del «Índice bibliográfico» que da cuenta de los nombres y de los títulos recogidos en todo el volumen (págs. 437-446). Y aunque la fuente principal es el blog de Álvaro Valverde, como lo fue para Porque olvido, en la pensada factura de este recuento de años también hay reseñas y artículos publicados por su autor en revistas como Cuadernos hispanoamericanos, Turia, Suroeste, Nayagua, El Espejo, Quimera, El Cuaderno, suplementos como El Cultural, y periódicos como el diario Hoy. De todo se da noticia en otro de los complementos de estas páginas —y nueva prueba de su montaje de posproducción—, «Otras referencias bibliográficas» (págs. 449-451). Cuando apareció —ya en 1985— la antología Abierto al aire — a la que Álvaro Valverde dedicó una entrada en su blog en junio de 2016 (ahora en págs. 365-367)— algunos pensamos que se quedaban fuera de ella dos de las voces más relevantes de aquellos primeros pasos de la joven poesía de autores nacidos entre 1954 y 1966, las de los dos antólogos, que, afortunadamente, tardaron poco en despuntar en los años siguientes con libros importantes, como Las aguas detenidas (1989) y Una oculta razón (1991), que fue Premio Loewe, de Álvaro Valverde, o La ciudad blanca (1988) y Siquiera este refugio (1993) de Ángel Campos Pámpano. Por la misma razón autorial, Lecturas a poniente conlleva la carencia de que en la construcción de este pedazo de historia de la poesía en Extremadura no aparezcan hitos descollantes como algunas obras de Álvaro de estos últimos quince años, Desde fuera (2008) o Más allá, Tánger (2014), El cuarto del siroco (2018) o Sobre el azar del mapa (2023). Lógico; pero al lector no se le ha privado de una especie de confesión poética hecha como de tapadillo en un supuesto comentario sobre Andrés Trapiello —así figura en el índice— que resulta una jugosa reflexión sobre la presencia del campo en la poesía valverdiana (págs. 333-335). De distinta índole son otras lagunas del panorama poético que no pretende revisar ni componer el Álvaro Valverde autor de las entradas de su blog y, menos, el de su recomposición en este libro. Por ejemplo, las de autores de larga trayectoria como José Antonio Ramírez Lozano, Santos Domínguez o Diego Doncel, que han desarrollado una creación importante en el primer tercio del siglo XXI; o la de alguien casi invisible como Demetrio Meléndez Díez, cuya Poesía elemental publicó el sello de RIL editores Aerea en 2021, y cuya autoría corresponde al zafreño Francisco M. Muñoz, autor también de la estimable novela Doscientas veintisiete páginas (RIL editores, 2023). En orden también a ausencias o presencias, cabe aludir a otra marca de la posproducción que significa este libro de lo que fueron entradas en una bitácora: la exclusión del poemario de Fernando Pérez Fernández Término medio (Aerea, de RIL, 2023), de cuya aparición, sin embargo, Álvaro Valverde se hizo eco en su blog (19.01.2023), pero en un texto de un tono sentimental y evocativo de imborrables amistades en el que se posponía para una ocasión futura el comentario sobre los poemas. Un exquisito celo en la selección de los materiales de la tarea constante y llena de lucidez de Álvaro Valverde en todos estos años. Y que imagino ha ocupado al autor en la decisión final de incluir textos como los dedicados a Conversaciones y semblanzas de hispanistas, de Juan Manuel Rozas, y a José María Valverde (págs. 407-412 y 417-419, respectivamente), en los que ha pesado más el recuerdo en homenaje; o como —y aquí es menos justificable la inserción— «Una anécdota», sobre una lectura poética en Granada —invitación mediante de Antonio Carvajal— que no se celebró por razones laborales de Valverde, y que motiva la reflexión y la queja por las dificultades de conciliación de los escritores que son reclamados para estas actividades, y que activó un programa de becas que Álvaro Valverde menciona en esta breve nota publicada en su blog en enero de 2011. Se incluyen estos capítulos en la sección «Otros textos», en la que encuentran acomodo escritos de motivación y objeto diversos, como los premios literarios, el balance de un año poético (el «histórico» 2018), la «Plaga Lírica» placentina (Álex Chico, Víctor Martín Iglesias, Juan Francisco Fuentes, Víctor Peña Dacosta y José Manuel Chico Morales) o el muy recordado amigo Ángel Campos Pámpano en entradas que van de 2009 a 2022. Más explícita es la sección «Las antologías», en la que Valverde alude a ordenaciones selectivas del panorama publicadas en los últimos años, desde las «últimas voces» de Matriz desposeída (2013) o los «poetas emergentes» de Piedra de toque (2017), hasta los «poetas extremeños en el exilio» de Diáspora (2019), junto a otras muestras dadas en revistas o colecciones. Ya he apuntado que la voluntad de estas Lecturas a poniente no es historicista, y menos, canónica, por lo que resultará fútil tener en cuenta estas alusiones a menudencias o ausencias, más allá de tomarlas como modestas notas de situación sobre una realidad a la que remite el subtítulo —Poesía en Extremadura (2005-2024)—, y que se ha querido tener en cuenta en la programación de una presentación de este libro de Álvaro Valverde que tendrá lugar este viernes 10 de enero de 2025 en la Biblioteca Pública A. Rodríguez-Moñino/María Brey de Cáceres (19:30 horas), en la que tendré el gusto de participar junto a los escritores Sandra Benito, Jordi Doce y Luis Sáez Delgado bajo el rótulo «Panorama de la lírica extremeña en el primer cuarto de siglo». Pues, en efecto, lo que ha hecho el autor ha sido poner los ojos sobre una realidad y presentarla en la reelaboración de montar una obra nueva, unas notas hermanadas por su localización «a poniente», y es ahora cuando toca al lector, con el libro en la mano, sacar algunas conclusiones sobre el panorama de fondo. Y todas serán celebrativas.



viernes, enero 03, 2025

Palabra en el tiempo

© Ramón Gaya. Viñeta para la colaboración de Machado «Sigue hablando Mairena a sus alumnos» publicada en el núm. II de Hora de España (febrero 1937)

«Va ya que echa hostias», me dijo R., camarero en el barrio, cuando le felicité el año nuevo esta mañana. Me veo todavía allí parado, con el periódico y la bolsa de los pimientos verdes para el sofrito, y un runrún del fluir del tiempo que todavía me dura, como puede apreciarse. Me acordé de Antonio Machado, sin más, y de la poesía como un arte temporal. Por fin este año habrá una excusa con el sesquicentenario de su nacimiento para recordar a tan extraordinario poeta, por el que ahora sobrevuelo en los planes de estudios de las universidades españolas para conocer su presencia en los programas; y me da un escalofrío del que me repongo al buscar los alejandrinos de Soledades: «Al borde del sendero un día nos sentamos. / Ya nuestra vida es tiempo, y nuestra sola cuita / son las desesperantes posturas que tomamos / para aguardar... Mas Ella no faltará a la cita.» Leí el periódico en la cocina: «El terror golpea EE UU en vísperas del regreso de Trump a la Casa Blanca» —nótese cómo se dan dos malas noticias en un titular—, «Israel mata a los jefes de la policía de Hamás y a medio centenar de gazatíes en un bombardeo», «Dolor y rabia en el funeral de cuatro niños asesinados en Ecuador», «Un hombre confiesa que mató y quemó a una mujer en Almería». El arroz quedó bien, R. habrá terminado ya su turno y esto va que se las pela.

miércoles, enero 01, 2025

Año Nuevo

«Advierto a los oyentes habituales de letras de reguetón que este contenido puede herir su sensibilidad». Lo ha dicho esta mañana Martín Llade al final de su retrasmisión del Concierto de Año Nuevo, antes de leer —mal, demasiado deprisa, acuciado por el cierre— el poema «Porvenir», de Ángel González, a quien recordó porque se cumple este año 2025 el centenario de su nacimiento. «Te llaman porvenir / porque no vienes nunca. / Te llaman: porvenir, / y esperan que tú llegues / como un animal manso / a comer en su mano. / Pero tú permaneces / más allá de las horas, / agazapado no se sabe dónde. / ...Mañana! / Y mañana será otro día tranquilo / un día como hoy, jueves o martes, / cualquier cosa y no eso / que esperamos aún, todavía, siempre». Antes, al principio del concierto, y después de sonar el «Vals de las golondrinas de pueblo», de Josef Strauss, soltó: «Pronostico que los pajaritos de barro se van a agotar hoy en Amazon». Sigo con esta manera de enaltecer el hábito y vaya por delante de nuevo mi admiración por Riccardo Muti, el director en quien ha recaído por séptima vez la responsabilidad de dirigir el Concierto de Año Nuevo desde la Sala Dorada del Musikverein. Y por Martín Llade, que ha recordado también el segundo centenario del nacimiento de Johann Strauss hijo —gran protagonista del concierto— y el de la muerte de Antonio Salieri, con mención del libro de Ernesto Monsalve, Salieri. El hombre que no mató a Mozart (Rialp, 2024). Nombró igualmente a las escritoras Carmen Martín Gaite y Ana María Matute, nacidas en el año 1925, el mismo año que murió el compositor Erik Satie, a quien también ha dedicado una palabra esta mañana musical. ¡Viva Mozart!

martes, diciembre 31, 2024

Libro mediterráneo de los muertos

Es uno de los libros sobre los que más he vuelto a lo largo de todo este año y uno de los que más unanimidad ha suscitado entre todo lo conocido por mis amigas y amigos. Publicado en 2023, sus aguas se han dejado notar a lo largo de 2024 con inusitada aclamación, y muchas han sido las ocasiones en que he hecho algún apunte sobre este libro fascinante. Todavía con los ecos de la concesión del Premio Internacional de Poesía Margarita Hierro/Fundación Centro de Poesía José Hierro en noviembre de 2022, Mª Ángeles Pérez López acudió al Aula José María Valverde de Cáceres en febrero de 2023, donde leyó algún poema de su obra inédita —«Re es a raíz como rem a matriz» se incluyó en el cuadernillo de la lectura como texto del Libro mediterráneo de los muertos en prensa—, que dejó de serlo ese mismo mes para iniciar una andadura llena de aplausos y reconocimientos que asentaban la idea expresada por ahí de que la mejor poesía española de los últimos tiempos la están escribiendo las mujeres. Este libro me removió, en este orden, por su inspiración como acto de lenguaje, y por la fuerza de su sentido ético. Ambos rasgos son los que lo sitúan en la línea de la historia, la literaria de la poesía del primer tercio del siglo XXI y la historia social del mismo tramo de un tiempo que incluye tantos avances que a veces no vemos que sigue agrandándose la desigualdad entre los vivos y los ahogados. Al poco de su publicación en Pre-Textos aparecieron las primeras reseñas, que pusieron de manifiesto que libros así no caben en estrecheces de urgencia; que, por el contrario, piden la infrecuente calma para la reflexión y el análisis de páginas que no tardaron en darse en medios como la revista Nayagua, con la sugerente lectura de Ernesto García López, o en la posibilidad de construir con la autora una conversación de la índole de la que se publicó en Adiós cultural (núm. 161, de julio de 2023), de Javier Gil Martín, luego reproducida en Vallejo & Cº  ya en este 2024 en el que, en mayo, Libro mediterráneo de los muertos recibió el IV Premio Nacional de Poesía Juan Meléndez Valdés a la mejor obra publicada en 2022 y 2023, y cuyo jurado destacó como poesía orgánica contra la indiferencia en un libro valiente y arriesgado, en el que cada poema «es una semilla que germina en la fertilidad del lenguaje para crecer y entrelazarse, como una planta hermosamente invasora, con los otros poemas», dada su disposición en ocho poemas en prosa extendidos en sus correspondientes notas como un todo. Por el volumen de comentarios críticos y otros ecos derivados de los versos de Mª Ángeles Pérez López, en un 2024 que este noviembre nos dio una primera reimpresión del libro, con otras reseñas relevantes de José Mª Balcells o Antonio Daganzo, que he ido anotando en estos meses, me he animado a dejar aquí esta crónica de un libro de una repercusión extraordinaria que he podido conocer de cerca y en vivo a lo largo de este año que termina en pocas horas. Feliz 2025.

sábado, diciembre 28, 2024

Una aparente inocentada

Tomo notas para escribir algo sobre la reciente edición crítica del Lazarillo de Tormes de Luisa López Grigera (Madrid, Arco/Libros-La Muralla, 2024), y me he acordado de cuando se hizo público el hallazgo de la conocida como Biblioteca de Barcarrota, además de la adquisición por la Junta de Extremadura de aquel tesoro de libros y el compromiso del gobierno regional de velar por su conservación y fomentar su difusión e investigación. Se hizo en una rueda de prensa celebrada en la sede de la presidencia de la Junta la mañana del miércoles 27 de diciembre de 1995, en la que participó Toni Saavedra, propietaria de la casa donde se encontró el alijo, junto a Juan Carlos Rodríguez Ibarra y el consejero de Cultura y Patrimonio Francisco Muñoz Ramírez. Al finalizar el acto, que hubo que agendar con ciertas prisas y con las dificultades de las fechas navideñas, alguien reparó en que la noticia se publicaría el 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, por lo que titulares de periódicos nacionales como «Descubren la que podría ser segunda edición de ‘El Lazarillo de Tormes’» (El País, 28-12-1995, pág. 31) o «Encontrado un Lazarillo de Tormes de 1554» (Diario 16, 28-12-1995, pág. 26) podrían ser leídos con la prevención del día. ¿Un ejemplar desconocido del Lazarillo hallado emparedado junto a nueve impresos más y un manuscrito del siglo XVI en una vivienda de Barcarrota (Badajoz)? A alguno pudo parecer aquello una inocentada que, por fortuna, resultó ser una noticia tan verdadera como feliz.

miércoles, diciembre 25, 2024

La orilla del camino

Pienso en lo ingrato que es para el reseñador y para lo reseñado escribir sobre un volumen colectivo. Pongo por caso, las actas de un congreso que reúnan casi una veintena de trabajos que necesariamente hay que mencionar con algún apunte sobre su contenido y aportaciones, y, por consiguiente, ocupar la mayor parte del poco espacio disponible sin haber podido desarrollar matices de interés. Se me ocurre ahora cuando escribo sobre este libro de relatos, que no es colectivo, sino de un solo autor; pero que, por su copiosidad plantea esa dificultad al comentarista que no quiera abrumar al lector con un exceso de páginas. Este extraordinario La orilla del camino, de Emilio Gavilanes, publicado en su serie de Narrativa por la editorial Pre-Textos este 2024 que toca a su fin, contiene ciento cincuenta y ocho cuentos, que es un número que sobrepasa considerablemente la composición habitual de un libro de relatos. Borges reunió en Ficciones diecisiete piezas, Final del juego de Cortázar tuvo una más, y hay nombres como Antonio Pereira cuya obra cuentística completa no asciende a mucho más de doscientos títulos. Así que, si uno tiene en cuenta —y en cuento— que Emilio Gavilanes es autor, además, de varios libros de narrativa corta (La tabla del dos, de 2003; El río, de 2005; El reino de la nada, de 2011; Historia secreta del mundo y Autorretrato, de 2015), estamos ante un caso notable de producción literaria, al que hay que sumar varias novelas y otras entregas de textos en prosa y verso (haikus). Con la dificultad aludida, me centro ahora en la colección La orilla del camino, que recoge textos en su mayor parte inéditos —algunos se incluyeron ya en Autorretrato, como «Historia Sagrada», «Jesús niño recuerda que es Dios», «Sobre el abismo del mar», «Una página de Kipling»...; y la revista Quimera publicó en 2018 «Otra leyenda medieval»—; y que se organizan en el volumen obedeciendo a un criterio cronológico por la materia de los textos. Es destacable esta voluntad constructiva del autor, ensayada ya en Historia secreta del mundo, que sitúa las historias míticas o de la más lejana Antigüedad en el primer tramo del libro, para ir avanzando por la Edad Media, los siglos XVI, XVII, XVIII («Los peregrinos» —pág. 154— hacen el Camino de Santiago en marzo de 1730) o XIX, hasta llegar al siglo XX que enmarca una sesentena de textos como bloque más numeroso del conjunto, que se cierra significativamente con uno de los relatos más extensos («Guerra en el tiempo»), sobre una suerte de viaje temporal, y un texto, brevísimo —tiene cuarenta y ocho palabras— y atemporal, «Apocalipsis». También aporta variedad la muy diferente extensión de los textos, aunque abundan los breves, que van del microrrelato de veinticuatro («Tiempo sagrado») o cuarenta y siete palabras («Profecías»), hasta los muchos que no pasan de dos páginas. Tiende el autor en general a la concisión verbal, a lo explosivo y preciso; pero también hay textos más largos, que se apoyan en recursos de cohesión muy logrados, como ocurre en «Tercera oportunidad» —págs. 285-304—, quizá el más largo de La orilla del camino, con el enfrentamiento entre el hombre que sonríe y el hombre que no sonríe. En otras piezas el título es un paratexto esencial que dilucida el cuento, como en «Muerte del caballo de Juana de Arco» —págs. 54-55— o en «1937, la niña Elisa Cuarental mira a su alrededor con atención» —págs. 305-306—, en donde no es una cartela que aísla el motivo fundamental del relato, sino que es texto de la narración, más que paratexto. Emilio Gavilanes sabe que los materiales del contador de historias abarcan desde los tiempos antiguos a los modernos, que provienen de lugares oscuros y cerrados y de bosques y llanuras, que pueden estar en la Bretaña francesa, en Sonora, en Hiroshima o en Medina del Campo, que sirven para tratar lo sublime y lo insignificante, y que son de los héroes, pero también de los villanos; y su libro, que tiene eso y más, es una incuestionable demostración de ese conocimiento del oficio. Una fuente principal de la que extrae el autor sus ingredientes está en la literatura, que es hilo de un buen número de relatos, a veces como un mero pretexto para montar una pieza logradísima, como ocurre con «El río» y sus personajes, que son «Víktor Koreliev e Ivana Repin, pareja de escritores románticos ucranianos, que, siguiendo el modelo de Heinrich von Kleist y su mujer Henriette Vogel, han resuelto suicidarse» (pág. 178). Valga como otro ejemplo espigado entre los muchos que pueden escogerse de la maestría de Gavilanes, para, si acaso, volver a sugerir con ello el aprieto de escribir de las cuatrocientas páginas de cuentos de La orilla del camino sin retardar mucho un punto final.