viernes, agosto 01, 2008

La soledad de las vocales

A medida que uno se hace mayor leyendo, entre los sentidos que se aguzan, hay dos de signo opuesto que no siempre son incompatibles; es más, yo creo que se complementan. Por un lado, uno tarda cada vez menos en darse cuenta del escaso interés que tiene lo que está leyendo; y a veces ocurre de una manera intuitiva, incluso prejuiciosa, ya que un título, el aspecto exterior de un libro o cualquier otro detalle pueden ser razones para descartar según qué lectura. Por otro lado, leer te acerca de tal modo al hecho de la escritura que cada día percibe uno mejor la dificultad que ha entrañado haber escrito lo que uno lee. Y esto es lo bueno.
Esto úlltimo es lo que me ha sugerido la lectura de La soledad de las vocales (Barcelona, Bruguera, 2008), de José María Pérez Álvarez. Porque, a pesar de haberla leído hace un par de meses, sigue presentándoseme el mismo pensamiento sobre lo difícil que es escribir algo así. Quizá deba corregir lo de arriba, y no hablar de la experiencia lectora; sino de la incapacidad de uno para hacer cosas que quizá para otros resulte sencillo resolver. Por ejemplo, escribir. (Si supiese alguien el tiempo que me ha llevado el primer párrafo...)
Elaborar un monólogo, a manera de flujo de conciencia con sus reiteraciones, que sale de una voz ubicada en un número —no otra cosa es en un tipo de relato así la habitación 9 de la pensión LAUSANA desde la que el ¿protagonista? malvive— puede resultar un recurso ya visto y fácil; pero atendido en la lectura con su debido tiempo, genera esa admiración de lector que digo.
Está muy bien elaborada la estructura invisible de este relato; sus diálogos inaparentes, su culturalismo que no parece o sus descripciones que no existen son admirables formas de lo no convencional en novela, y gustan a los lectores con escasos prejuicios —incluyo todos (los prejuicios). Tengo ejemplos marcados en el ejemplar que el propio Chesi me envió en abril; pero pongo aquí otras líneas: "de nada, la literatura nunca trata de nada, es un vacío, así que pienso que la literatura es como mi vida, como mis recuerdos que son nada, ni siquiera humildes o miserables, nada, ése es el argumento de cualquier existencia" […]
Hay otras habitaciones, claro, en la LAUSANA. Están la 2 de la ex nadadora, la 5, la 6 del escritor, la 4, la 7 del tapicero... En ellas hay más nada, o sea, mucho. La soledad de las vocales, y de las consonantes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Su texto me ha recordado algo que suele ocurrirme cada vez que alguien me pregunta cómo eligo mis lecturas. A menudo, no sé qué responder y cuando lo hago, la respuesta más frecuente es que me decido de forma intuitiva pero que casi siempre acierto en que aquello que selecciono va a interesarme. Esta respuesta no suele generar demasiada credibilidad en el interlocutor a pesar de que lo digo con el corazón en la mano.
Un saludo,
Gema.