miércoles, febrero 23, 2011

23-F

Escribo a las 18:23. Hace treinta años yo estaba en Zafra con mi novia en un Seat 124... Escuchando la radio. Mi hermano el mayor había llamado a casa para decir que algo ocurría en el Congreso de los Diputados. Por la noche, mi padre y yo estuvimos pendientes de la información que se daba por radio y televisión, supimos que habían salido los tanques a las calles de Valencia y no nos tranquilizamos hasta la aparición del Rey en TVE a la una y pico de la noche. Bueno, fue mi padre el que dijo que ya estaba todo normalizado —salvo el secuestro de los diputados—, y que me podría marchar a Cáceres por la mañana. Yo estudiaba 1º de Filología, y ese lunes me quedé en Zafra tras el fin de semana. No recuerdo por qué razón. La opinión de mi padre fue determinante tras el discurso del Rey vestido con el uniforme de Capitán General de todos los ejércitos, como me recalcó, y quizá arriesgada; sobre todo, cuando tomé el tren —el añorado "Ruta de la Plata"— el martes 24, y yo era el único ocupante de mi vagón, hasta que subió en Villafranca de los Barros otro compañero de Filología, Miguel Ángel García Domínguez. En su casa le habrían dicho algo parecido. En los andenes de la estación de Mérida vimos a bastantes compañeros que provenían de Cáceres. Supusimos que habían sido avisados por sus familias para que volviesen a casa. Nosotros íbamos en sentido contrario; pero nunca tuve la sensación de ser un inconsciente. Mi padre, seguro, tampoco. Al llegar al mediodía al piso que compartía con otros compañeros en Cáceres, los encontré pendientes del televisor encendido, y de la imagen que más presente tengo de aquel día; quizá por ser una de las que más en directo vi. La fuga de algunos números de la guardia civil por las ventanas del Congreso y la posterior salida de los diputados. La imagen de una a veces incomprensible obediencia debida, de una poco honorable manera de desertar, de oponerse. La rebotica, la puerta de atrás de algo muy serio, que pudo dar al traste con todo. Me acordé mucho de mi padre cuando leí Anatomía de un instante de Javier Cercas, porque la figura del suyo, José Cercas, también ahí es importante, y tuve ocasión de comentarlo con él, con Javier, hace poco tiempo, en Villafranca de los Barros, precisamente. Como Javier, que en estos días vive otra sinrazón, yo también, en cierto modo, escribo sobre lo ocurrido hace treinta años para hablar de mi padre, que me falta desde 1992. Y me basta.

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