Es una de las plazas con más encanto de esta ciudad. Parece ser que hay que reformarla. No lo comprendo. Su jardín mejorable, su arboleda, su empedrado portugués, sus bancos para leer o contemplar lo que pasa en la calle, su iglesia, sobre la que tantas veces hay que llamar la atención a los turistas —nacionales, principalmente— que se hacen fotos con la estatua de Leoncia, la vendedora de periódicos, y no se dan cuenta de lo que tienen detrás, un monumento del siglo XIV, por no dar más detalles. Parece, pues, que hay que gastar un montón de miles de euros en llevar a cabo un proyecto sobre el que supongo se han adquirido ya unos compromisos —incluidos los políticos— y se han ejecutado unos gastos. Qué cosas.
La única verdad de todo lo que se dice es que sobran los coches. Los coches se quitan en un pispás de esa plaza y de otros lugares —el otro día nos resultó patético escuchar a una de las actrices que trabajaban en Cáceres de Leyenda quejarse por actuar con los coches en Las Veletas—, como cuando baja la Virgen de la Montaña o pasa el dragón de San Jorge. Se quitan, y punto; sin que cueste un euro. Por eso, no puedo comprender que para que se quiten los coches haya que hacer obras.
La Plaza de San Juan es uno de los espacios con más encanto de Cáceres. Se vive muy bien en ella. No comparto la opinión de J. R. Alonso de la Torre, que dijo ayer que es un "espacio sin alma" en el que hay poca vida social y por el que "sólo se pasa". Debería haber pasado el domingo por ella, y disfrutar de sus terrazas, y hoy. Tiene alma, tiene vida, y no necesita reformas. Sólo le sobra algo que tiene en demasía: coches. Coches, que, como creo que dijo Ferlosio en algún momento, son el síntoma más preocupante de la degradación de la vida en las ciudades. Sin coches, más alma y más vida. La Plaza de San Juan tiene vida, mucha vida. Y coches, muchos coches.
lunes, mayo 24, 2010
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2 comentarios:
Efectivamente, la plaza de San Juan tiene mucha vida y mucho encanto. Quizás sea su privilegiada ubicación en ese pequeño promontorio donde desembocan varias calles de zonas peatonales a accesos también especiales de la ciudad. O el empedrado portugués, sordo viajero foráneo que se quedó a vivir entre nosotros con el beneplácito de los ciudadanos a pesar de su procedencia estilística ajena. O su jardín, discreto, pero oxigenante, testigo parlanchín de que a la Plaza Mayor se le arrancaron los árboles con gran descaro irrespetuoso. Seguramente, esta encantadora plaza es mejorable, pero a la vista del desatino gigantesco de la remodelación (acatada por los cacereños mirando para otro lado, el de la crisis, seguro)de Sta. Clara, es mejor que no se tiente a la mala suerte que anda rondando las intervenciones urbanísticas en esta ciudad. Ah, no olvidemos otro espléndido despropòsito: el perpetrado en la plaza de la Concepción. Pero como nadie dice nada...
Gracias, Juanjo, por el comentario, atinado y afinado. Estoy de acuerdo contigo, como es natural. En lo que dices de la plaza de San Juan y en la tropelía de la de Santa Clara (¿cuántos euros?) y en lo que se proyecta sobre la Concepción.
Por cierto, de San Juan no hay fotos en los libros al uso. Al menos, yo no encuentro muchas que den protagonismo a la plaza. Las que he puesto son propias. Tengo más.
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