Hace ya unos meses que me dijo Antonio Sáenz de Miera que estaba leyendo Egos revueltos (Barcelona, Tusquets Editores, 2010) de Juan Cruz y que le estaba gustando. Poco después, en febrero, le compré mi ejemplar a Antonio, el librero de El Buscón, que me lo trajo a la lectura de Pilar Adón en el Aula José María Valverde de Cáceres. Terminé de leerlo no hace mucho. Se lee bien. Tenía razón Antonio Sáenz de Miera, y he compartido la misma opinión con alguien que escribió sobre este libro y que trabaja en el mismo periódico que Juan Cruz, Javier Rodríguez Marcos.
Con la premisa de escribir desde el oficio de editor —"opaco, una sombra detrás de la luz de los autores"—, y no desde el de periodista —que lo tiene que contar todo—, Juan Cruz escribe unas memorias de los otros. Hasta la fecha en que vuelve a su oficio de periodista. Se lo dijo a Carlos Fuentes en junio de 2005, que regresaba al periodismo, y se insiste en ello en el pie de la foto de la página 280 sin numerar. Sin embargo, se subtitulan como memoria personal; entre otras razones, porque, si no, incumplirían las bases del Premio Comillas. Pero en realidad, insisto, sus memorias son memoria de los otros, y lo dice Cruz: "el relato de esta vida con otros, de esta excursión entre egos revueltos". Ahora bien, también es el gran ego del autor del relato, claro, que es el que más presente está y que también se esconde, paradójicamente; porque cree Juan Cruz que para hablar de otros egos vale un cierto distanciamiento, que el lector comprueba en la evitación del pronombre en primera persona yo. Hasta que aparece. Ya desde el principio, sí, y en el pie de alguna fotografía: "Desde donde estoy yo, Rosa Regàs, Tomás Eloy Martínez, Carlos Fuentes y Sealtiel Alatriste". Algo así podría representar el genoma de este libro.
En este libro, escrito entre 2007 y 2009, se mueren Haro Tecglen, Rafael Conte y José-Miguel Ullán; pero hay más muertes y más vidas, las que caben entre 1972 y ese junio citado de 2005, que sirve de límite del relato. En ese tiempo, viven y mueren Juan Benet, Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar, Francisco Umbral, Camilo José Cela, el ego "más grande de los que yo haya conocido", dice Cruz; y tantos otros, como Dulce Chacón, que, también asiste a las muertes de otros. En este libro es reconocible el perfil iberoamericano del autor, pues son Borges, Cortázar, Cabrera Infante, Onetti, Severo Sarduy, Mario Vargas Llosa, José Donoso, García Márquez, los autores en los que más se demora Juan Cruz. Y Rafael Azcona, claro, que fue ciudadano del mundo. Hablando de mundo; creo que voy a necesitar más espacio para esto.
lunes, mayo 31, 2010
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