A la memoria de Manuel Camarero (1955-2002)
El día de la llegada de su padre, el joven Cadalso, en compañía de su ayo, se puso en camino para encontrarse con él. Pasó una silla de posta y se dijo: —Ahí va mi padre. Pero el ayo no hizo caso.
El padre de Cadalso, que venía acompañado de un amigo, en el camino, dijo: —Aquel muchacho es mi hijo. Pero su amigo no hizo caso.
Al cabo de unas horas, cuando padre e hijo se encontraron, dijo el primero: —¿No dije que éste era mi hijo? Y el hijo dijo: —¿No dije que éste era mi padre?
Se vieron poco luego; pero se intuyeron.
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