"Cuando el favor desmaye y observe yo en el inmenso semblante asomos de ceño o de cansancio, me dejaré caer poco a poco del lado de la oscuridad, hasta quitarme de en medio completamente, siempre con la debida reverencia." Así cierra Benito Pérez Galdós el prólogo, fechado en noviembre de 1885, para la edición ilustrada de sus Episodios nacionales de ese año. El "inmenso semblante" es el del público, "el único poderoso de la tierra, cuya munificencia no tiene límites y cuyos dones se pueden admitir siempre sin ofensa del decoro, porque es el único que sabe y puede ser Mecenas en los tiempos que corren."