Saludo con alborozo la
publicación de esta revista de mi Facultad:
Heterónima.
Revista de creación y crítica (núm. 1, primavera de 2015). Nace dirigida
por Antonio Rivero Machina —que
acaba de ganar el XVII Premio de Poesía
«García de la Huerta» y que pronto
publicará nuevo libro poético,
Contrafacta,
como finalista en el Premio de Poesía Joven «Antonio Colinas» promovido por
Ediciones de la Isla de Siltolá— y con un elenco de colaboradores distinguido y
cercano —conozco a la mayoría que ha estado vinculada, o sigue estando, con la
Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres. La «Salutación» del director
introduce cuatro secciones tituladas «Heterográficas», «Alteridades»,
«Creación» y «Crítica», y está claro que las dos primeras necesitan
explicación; y por eso llevan sendos textos introductorios que se supone que
están redactados por Antonio Rivero desde su mismísima «alteridad», pues él en
la primera escribe sobre otro grande —además del Pessoa que está en esta
revista de la mano de Antonio Sáez Delgado— como António Ramos Rosa. El afán de
mostrar unas señas de nacimiento que tiendan a la heterogeneidad y a la
heteronimia y la vocación fronteriza con Portugal colorean este número; pero
también rebajan el sentido de las dos secciones de «Creación» y «Crítica», ya
que en las anteriores hay tanto crítica como creación. De hecho, poetas como
Ben Clark, Martha Asunción Alonso, Silvia Gallego, Sandra Eisenheim y José
Manuel Díez no escriben en «Creación», pues lo hacen en «Alteridades», y sí
Javier Pérez Walias con su poema anotado —se me hace presente la intrapoesía,
la poesía crítica, la poesía didáctica con la que en los últimos tiempos recala
Julio César Galán, otro
hijo de esta
Facultad—, o Jorge Luis Pérez Reyes, y Alberto Escalante con un relato-diálogo
de sabor antiguo. Un consejo muy personal: que se dé aire a la poesía en la
página. Quedan los poemas como en una corrala. En términos editoriales nunca
fue despilfarro el poema por página. Con este número de
Heterónima en las manos no puedo evitar hacer recuento de las
revistas que he conocido en
la casa —algo hace Antonio Rivero en su
salutación, en la que cita
Luar y
Laurel, que no fue de la Facultad; pero
que agradezco en la mención—; y me acuerdo de
El gayinero —años 79 y 80—, con algún texto de César Nicolás o de
Ricardo Senabre sobre Blas de Otero; de
Residencia
—que nació en la «San José» de su cabecera y que hicimos en la Facultad hasta
1989 y su número 15—; de
La Nueva Letra
—¡ay!, Antonio Maqueda, Diego Fernández Sosa, Laly Martínez Zamora, Manuel
Remedios Gil, José Antonio Llera (Lleru)—, de la que solo encuentro ahora el
número 1, de diciembre de 1991; de
Baciyelmo,
que impulsó Laura Puerto Moro, hoy filóloga y editora de Rodrigo de Reynosa, y
de la que solo salió el primer número de 1998, que publicó textos de Álvaro
Valverde, de Javier Rodríguez Marcos y de Basilio Sánchez, entre otros; o de
Luar, la revista —también salió solo un
número, el cero— de Fernando de las Heras, ya en 2004. Ojalá que de estos
últimos precedentes comparta
Heterónima
el ímpetu y las ganas, y no la vida editorial, y que esta iniciativa se
sostenga. Son otros tiempos, sí; y por eso esta revista de Letras nace en
la red —con sus ejemplares en papel—, con más difusión y con voluntad de perdurar.
Son otros tiempos; pero las circunstancias han propiciado una vinculación entre
la revista de Filosofía y Letras más reciente y la más antigua, entre
Heterónima y
El gayinero, por la presencia en el recuerdo de Ricardo Senabre
—fallecido el pasado febrero— en el texto firmado por José Luis Bernal Salgado,
actualmente decano de la Facultad que fundó el primero —nunca mejor dicho—, y que
se puede leer en la última sección de «Crítica», en la que además escriben
Alberto Venegas sobre
La estetización del
mundo, de Lipovetsky y Serroy, y José Manuel Sánchez Moro sobre el Fernando
Aramburu poeta. Y
nota bene: dice
Sánchez Moro sobre Ricardo Senabre que «no recuerdo quién, valorando su labor
rigurosa, de pocos parabienes, como crítico literario, se acordaba de él
aludiendo a que igual bregaba por el medievo que por el último libro de
Fernando Aramburu». Se lo digo
yo.