sábado, noviembre 28, 2015

Penal de Ocaña en el Casar


A esta hora (20:30) se representará en La Nave del Duende (Casar de Cáceres) el segundo pase —ayer viernes fue el primero— de Penal de Ocaña, la adaptación teatral a cargo de la compañía «Nao D'Amores» de la novela de Mª Josefa Canellada, y de la que ya hablé aquí. Ni ayer ni hoy he podido acompañar a Ana Zamora, nieta de Alonso Zamora Vicente y de M. J. Canellada, y a su equipo en esta segunda visita a Extremadura con esta obra —se representó en la Sala Trajano de Mérida en febrero—; pero confío en que entre finales de abril y principios de mayo pueda acudir al Teatro de La Abadía de Madrid para ver esta manera de mirar a la realidad de nuestro pasado.

viernes, noviembre 27, 2015

I Premio de Poesía Joven Á. C. P.


En un rato salgo para San Vicente de Alcántara, pueblo natal de Ángel Campos Pámpano, a quien volvemos, un año más, a recordar. En este caso, con motivo de la entrega del I Premio de Poesía Joven «Ángel Campos Pámpano», convocado en su día por la Asociación Vicente Rollano, y que eligió como ganadora la obra Do soneto à prosa poética passando por Camões, oitava real e a minha frustração, de José Pedro Ribeiro-Rosa, del Instituto Español Giner de los Ríos de Lisboa; y que concedió un accésit a la obra presentada con el título de Poema-Memória, de Joana Cortes, de la Escola Secundária Mouzinho da Silveira, de Portalegre. Será en el trascurso de una cena literaria en el restaurante «La Fragua», a las 20:30 horas.

jueves, noviembre 26, 2015

Carlos Pardo en el Aula literaria "José Mª Valverde"

El escritor Carlos Pardo (Madrid, 1975) interviene esta tarde en el Aula literaria «José María Valverde» de la Asociación de Escritores Extremeños. Será a las 19:15 horas en el salón de actos del Palacio de la Isla. Mañana lo hará ante estudiantes de Secundaria y Bachillerato en el IES Ágora, a las 12:15 horas. Desde finales de 2014, estos últimos tiempos han sido pródigos en novedades de este poeta y novelista. Esta tarde espero hacerme con Los allanadores, su libro de poemas (Valencia, Pre-Textos, 2015), y aún no he terminado su novela El viaje a pie de Johann Sebastian (Cáceres, Periférica, 2014). Me está gustando.

miércoles, noviembre 25, 2015

7 años. Á. C. P.


© Ángel Campos Pámpano. Fragmento manuscrito de La semilla en la nieve (2004)
Todos los años en esta fecha nos llega el recuerdo vivo de nuestro amigo Ángel Campos Pámpano, fallecido el 25 de noviembre de 2008. Todos los años sus amigos Álvaro Valverde y Elías Moro se acuerdan de él en sus blogs. Este año también José María Cumbreño nos ha permitido recordar el espléndido programa sobre Ángel que dedicó El lince con botas en 2002 y que encierra toda una lección humana y literaria del maestro. Este viernes volverá a hacerse presente en su pueblo, San Vicente de Alcántara, en donde se entrega el primer Premio Hispano-Portugués de Poesía Joven «Ángel Campos Pámpano»

domingo, noviembre 22, 2015

La sentencia de Santiago Castelo


La sentencia (Madrid, Visor, 2015) es el libro póstumo de José Miguel Santiago Castelo (1948-2015) que fue reconocido el pasado junio con el XXV Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma. Cuenta la nota preliminar anónima —me pregunto si redactada por Juan Manuel de Prada, amigo de Castelo y miembro del jurado— que precede a los poemas del libro que desde que empezó a escribirlo el poeta tuvo claro que el título iba a ser ese, que es el de su primer poema, «La sentencia», dedicado a Carmina González Enguita, «pilar de mi quebranto», dice el poeta sobre su médico, su uróloga, de la Clínica de la Concepción de Madrid («Sonó la palabra. Seca y rotunda lo mismo que un disparo»). Y que también tenía claro que quería presentarlo al premio Gil de Biedma. Es —continúa la nota— la crónica de una enfermedad y fue concluido a mediados de febrero de 2015 y entregado en marzo a su colaboradora Sara García Monge para que mecanografiase un manuscrito sin apenas tachaduras, en un cuaderno de hojas cuadriculadas, algunas de cuyas páginas se reproducen en esta edición. Santiago Castelo pudo saber que su libro estaba entre los finalistas; pero murió el 29 de mayo y no supo que había sido premiado. La lectura del libro estremece; a pesar de que incluye algunos descansillos —poemas traídos de otras circunstancias, dedicados a amigos, algunas elegías— que el lector agradece en la empinada subida que se hace dura hasta el último poema, el último peldaño, «La otra orilla». La sentencia es un libro que emociona, con poemas en los que hay una fuerza y una intensidad poéticas y de ánimo que conmueven, y de una alta calidad literaria. Pero me resisto a la idea de que sea el libro principal o más notorio de su autor, el que sea más recordado (que lo será). Intenté expresarlo ayer en el homenaje que la Asociación de Escritores Extremeños (AEEX) le rindió en Badajoz. Fue una mañana muy agradable en el recuerdo del escritor entrañable amigo de la vida. Allí, Isabel María Pérez González, promotora con la AEEX del homenaje, sus amigos Juan Ricardo  Montaña, Nieves Moreno, Víctor Guerrero, Manuel Pecellín, Pilar Molinos, Carmen Fernández-Daza, José Luis Bernal, Francisco Muñoz Ramírez, Luis Sáez, Antonio Reseco, colegas de profesión como Teresiano Rodríguez Núñez, paisanos como Mailo Corrales o Felipe Gahete, alcalde de Granja de Torrehermosa. Lectores, curiosos, conocidos, más políticos —el presidente de la Junta de Extremadura, el de la Diputación Provincial de Badajoz, el alcalde de Badajoz—, que se portaron bien en el uso de la palabra y facilitaron que una jornada tan densa se desarrollase casi estricta sobre su pauta y con el colofón de la proyección de la lectura que Castelo hizo en el Aula literaria «Díez-Canedo», en la Biblioteca Pública «Bartolomé José Gallardo» de Badajoz en 1993. Y la familia Pérez González, en el sentido recuerdo de la amistad de don Fernando Pérez Marqués y de su hijo Fernando con Santiago Castelo, evocada en las palabras y el poema de este que leyó Paco Muñoz Ramírez. Entre todos comenté que, por muy conmocionado que todavía esté uno por la lectura de un libro como La sentencia, un caso tan paradigmático en la corta historia de la literatura en Extremadura como el de Santiago Castelo, que más de cuarenta años de trayectoria literaria, no pueden reducirse a estos dignísimos ejemplos poéticos en tremendas circunstancias. Todo se andará. Por el momento, los cuarenta y cinco textos que conforman La sentencia son casi cuarenta y cinco golpes —salvo los descansillos— en la conciencia de cualquier lector; pero un poco más en la de aquellos que nos beneficiamos del inmenso corazón de un hombre de una bondad grande y que nos reconocemos en los adioses que en forma de dedicatoria nos fue dejando en un libro transido de dolor y de rabia humana nada trascendente. Ojalá que este libro sobre la muerte sea un estímulo para leer sobre la vida; quiero decir, sobre toda la obra anterior de José Miguel Santiago Castelo.

jueves, noviembre 19, 2015

miércoles, noviembre 18, 2015

Cartografía y literatura


Recuerdo vivamente los primeros días en Cáceres de mi compañero y amigo Enrique Santos Unamuno, profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada aquí. Fue hace ya quince años. Él venía de Milán, en cuya universidad había sido lector de lengua y cultura españolas. Había estudiado Filología Hispánica en Salamanca —lógico— y allí se doctoró con una tesis dirigida por Ricardo Senabre sobre Jorge Luis Borges e Italo Calvino que, años después, convirtió en un libro publicado por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura. No sé cuánto tiempo seguiremos orgullosos por la presencia de Enrique entre el claustro de profesores de nuestra universidad; inquieto y rampante como el personaje del barón de su estudiado italo-cubano, no me lo imagino aguantando carros y carretas de esta empanada de formalidades superfluas en la que están convirtiendo la enseñanza universitaria unos pocos con poder. Y es que en el tiempo que lleva este profesor en nuestra UEX han sido diversos los proyectos y propuestas de carácter científico que ha promovido. Entre los más recientes y activos, los que han surgido del grupo CILEM que dirige, sobre «Lenguas y cultura en la Europa Moderna: discurso e identidad», que, ahora, junto a otro proyecto de investigación de la Universidad de Santiago de Compostela —dirigido por Fernando Cabo Aseguinolaza— y el grupo de Desarrollo Sostenible y Planificación Territorial de la UEX, se concreta en otra propuesta interdisciplinar. Esto es. Durante dos nutridas jornadas, mañana jueves 19 y el viernes 20, va a desarrollarse en Cáceres (Salón de Actos de la Biblioteca Central de la UEX) el congreso internacional Las humanidades ante el giro cartográfico. Influencias y confluencias entre geografía y estudios literarios. Ponentes invitados de varias universidades e instituciones extranjeras (Zurich, Viena, Roma, Lancaster) y otros participantes de Santiago de Compostela, de Huelva, de Extremadura, abordarán el uso de modelos geográficos en el ámbito cultural contemporáneo, y específicamente en el literario. Tomemos nota: del París de Rayuela o la Galicia de Pardo Bazán, hasta Las Hurdes o la Ribera del Marco de la ciudad de Cáceres.

martes, noviembre 17, 2015

Carmen Fernández-Daza en Letras


© Diario HOY
Mañana miércoles 18 de noviembre, en el aula 31 de la Facultad de Filosofía y Letras, a las 12:00 horas, Carmen Fernández-Daza Álvarez pronunciará la conferencia «Los viajeros románticos y Carolina Coronado», invitada por el Departamento de Filología Hispánica y Lingüística General de la UEX, como actividad complementaria de la asignatura de «Textos de la literatura española del siglo XIX» que imparte la profesora Isabel Román Román. Carmen Fernández-Daza Álvarez es licenciada en Filología Clásica y doctora en Filología Española por la Universidad Complutense de Madrid, y actualmente es directora del Centro Cultural Santa Ana de Almendralejo y de la Biblioteca IX Marqués de la Encomienda, que fundara su padre, Mariano Fernández-Daza y Fernández de Córdova. Entre 2002 y 2011 fue presidenta de la Unión de Bibliófilos Extremeños (UBEx). Es autora del monumental estudio El primer conde de la Roca (Mérida, Editora Regional de Extremadura, 1995), sobre el extremeño Juan Antonio de Vera, sobre cuyo Centón Epistolar ha publicado varios ensayos. Ha traducido y editado a Epicuro, a Cicerón y a Séneca, entre otros textos clásicos. En 2001 apareció su edición de José Mª Gabriel y Galán, Antología poética (Madrid, Clásicos Castalia) y en 2011 otro libro fundamental en su trayectoria investigadora, el estudio biográfico La familia de Carolina Coronado. Los primeros años en la vida de una escritora, publicado por el Ayuntamiento de Almendralejo en conmemoración del primer centenario de su muerte. Sobre la autora de Jarilla trató su discurso de ingreso como académica de número de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, titulado «El paseo epistolar de Carolina Coronado», leído el pasado 5 de septiembre.

lunes, noviembre 16, 2015

De mi cuaderno de clases


Hoy se ha alborotado una estudiante en clase al escucharme pronunciar la palabra «mierda». Ha sido en el momento de «¡Qué carga tan insufrible / es el ambiente vital / para el mezquino mortal / que nace en sino terrible! / ¡Qué eternidad tan horrible / la breve vida! Este mundo, / ¡qué calabozo profundo / para el hombre desdichado / a quien mira el cielo airado / con su ceño furibundo». Y, sobre todo, en este otro, cuando el personaje se queja por haber tenido un solo día feliz en su vida desastrada: «Así en la cárcel sombría / mete una luz el sayón, / con la tirana intención / de que un punto el preso vea / el horror que le rodea / en su espantosa mansión». ¿Qué estaremos enseñándoles?

sábado, noviembre 14, 2015

domingo, noviembre 08, 2015

Cuadernos dieciochistas


La revista Cuadernos dieciochistas cumple este año quince desde su fundación. Auspiciada por la Sociedad Española de Estudios del Siglo XVIII (SEESXVIII), en su cabecera se añade que es Revista consagrada al estudio de la historia, el pensamiento, la literatura, el arte y la ciencia del siglo XVIII, y está editada por Ediciones Universidad de Salamanca (EUSAL). Su primer director fue el historiador Antonio Morales Moya (1933-2015), a quien Mariano Esteban de Vega dedica una necrología en el volumen 15, correspondiente a 2014, última entrega en papel de unos Cuadernos dieciochistas que inician ahora una nueva etapa electrónica y para la que la SEESXVIII ha querido contar conmigo para coordinarla, con la ayuda de Fernando Durán López, profesor de Literatura Española en la Universidad de Cádiz, que continúa siendo el secretario de la publicación. Desde 2002 hasta ahora, la revista ha estado dirigida por María José Rodríguez Sánchez de León, doctora en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y profesora de Teoría de la Literatura en la Universidad de Salamanca, en la que desde 2010 hasta 2014 fue responsable de sus publicaciones (EUSAL). 
Formada también en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en donde trabajó en el equipo coordinado por Julio Caro Baroja, y profesora, antes que en Salamanca, en la Universidad de Alcalá de Henares, es autora de estudios sobre La crítica dramática en España (1789-1833) (Madrid, CSIC, 1999), y de ediciones como La crítica ante el teatro barroco español (siglos XVII-XIX) (Estudio introductorio, selección y edición de M. J. R. S. de León. Salamanca, Ediciones Almar, 2000), además de ensayos sobre la poesía en certámenes y academias, sobre literatura y política, teoría del gusto o prensa y literatura en el siglo XVIII. Su labor al frente de los Cuadernos dieciochistas en estos años deja muy alto el listón para mantener la revista en los patrones de publicación que miden la calidad y el impacto de las revistas científicas en nuestro campo humanístico.

jueves, noviembre 05, 2015

El novio de Betty Boop

El viernes pasado me dio Tomás Pavón (Cañaveral, 1959) su último libro, El novio de Betty Boop (Cáceres, Asociación Cultural Letras Cascabeleras, 2015), una novela breve en la que vuelve a aferrarse a sus personales mitologías modernas en un relato realista y urbano con un punto de lirismo nostálgico afín al penúltimo Juan Marsé de Noticias felices en aviones de papel. El rasgo distintivo de este relato de Pavón es su sabor pop y su manera de poblarlo de personajes que provienen de faunas actuales reconocibles. El novio de Betty Boop es el protagonista de esta novela, denominado siempre como N, y tiene una familia compuesta solo por hombres: su abuelo, su padre y su hermano. Ellos son los que aportan los colores al relato —el padre es un hippy de los sesenta, motero y devoto de Jim Morrison; el abuelo octogenario tiene novia veinte años más joven y toma viagra; y el hermano es un artista plástico pop y clásico y tiene una novia emo. A Betty Boop, la novia de N, le gusta vestirse a veces como las flappers, y en el espacio urbano de barrio obrero hay artistas de calle seguidores de Bansky o de Haring, gafapastas e hipsters, gamers y frikis. Eso sí, la paleta se nutre de otros tonos de menos tendencia: marroquíes de nucas rapadas, rumanos alcohólicos, brasileños del vale tudo, latinos de electro dance, inmigrantes de Las Cañadas... Lector de Marsé, sí; pero sobre todo de un escritor como Manuel Vicent, al que le gustaría parecerse, Tomás Pavón crea el retrato de una familia a partir de la visión itinerante de un N que se desplaza en bicicleta por su barrio y que sirve al narrador para poner su mirada reflexiva y crítica sobre la realidad que nos rodea. El resultado es literariamente estimulante y se me antoja un surtido de todos los registros que Tomás Pavón ha venido frecuentando desde sus artículos en prensa, sus prosas poéticas de El cuaderno de Corto Maltés (1999), hasta la novela El desván de la memoria (2009). Porque hay la reflexión propia de un cronista de la actualidad («El destino siempre es imprevisible, y siempre elige a sus víctimas de forma caprichosa. Vivir no consiste más que en recorrer un campo minado sorteando cadáveres aún calientes, entre el silbido de las balas y las luminarias de los obuses. Luego están los sueños y esos momentos de tregua en que la plenitud alcanza por sorpresa todas las regiones del cerebro, esos momentos fugaces y prodigiosos sobre los que la felicidad levanta sus castillos de naipes. Todo lo demás aparece en los manuales de prestidigitación o es pura entelequia, no hay mayor misterio. De modo que mejor olvidarse de los sofistas catódicos y de los iluminados que pululan por los afters hablando del tacto frío y rugoso de la piedra filosofal», pág. 15). Vaya una novela, dirá alguno. Porque hay trazos que parecen acotaciones valleinclanescas («Barrio viejo y arrabalero, ecos de bulería y de rumba bajo una luna de uralita que refulge en el filo de una navaja», pág. 95). Porque persiste la obsesión por el paso del tiempo: «Así va configurándose el relato de este tiempo, y así lo recogerán los anales por los que pasarán de puntillas las generaciones posteriores el día que toque estudiar en clase la era del pensamiento líquido» (pág. 85). Quizá por ese deambular de Tomás Pavón sobre las fronteras de los géneros, no está interesado en lograr un objetivo de novelista; y quizá por ello ni se inmuta por continuar con la etopeya de sus personajes a cinco páginas del final, cuando habla de los tatuajes del padre de N, por ejemplo. Un novelista que se precie endilga esto al lector desde el principio, para qué esperar. Y es que en realidad no hemos llegado a ningún sitio. Lo importante ha sido el recorrido, como el que el protagonista, el novio de Betty Boop, hace a lomos de la aleación que sea de su bicicleta Kross repintada de rojo. A mí, por eso, esta obra de Tomás Pavón me recuerda en su dispositio —y por eso me gusta— a esas películas del neorrealismo italiano en las que la voz en off del narrador iba presentando a las figuras circunstantes del relato. No hay nada más. Quiero decir, que el lector no espere un desenlace. Algo así como que «hasta el viaje de ida y vuelta al trabajo, con sus permanentes contrariedades e infortunios, se tornará placentero» (pág. 98). Eso sí, sin el relato de las contrariedades e infortunios. Y acabo. Uno de los atractivos de la edición de esta novela por Letras Cascabeleras son las ilustraciones de Pámpano Vaca, con sus guiños sobre el texto de Pavón. Sin duda, dan al libro un aire que está en el propio texto. Pero voy a ejercer de clásico, convencional y maniático y expresaré mi deseo de leer esta novela con un cuerpo de letra más generoso, sin ilustraciones y sin ese rasgo de liviandad y aparente facilidad que aportan los párrafos cortos y espaciados. Como un texto compacto. La pura letra. Pues bien, esta novela se presenta mañana viernes 6 de noviembre en la escuela Maltravieso Teatro (C/ Parras, 23, de Cáceres), a las 20:30 horas.

lunes, noviembre 02, 2015

De un epigrama

Edición de Plaza & Janés, 1974
 No he preguntado nunca a Manuel Simón Viola qué motivó aquella entrada en su blog sobre el escritor cacereño Pedro de Lorenzo (1917-2000), su libro Tu dulce cuerpo pensado (1947) y el epigrama que le dedicó Juan Pérez Creus (1909-1999). Viola la tituló «Tu dulce cuerpo pesado» y siempre me ha parecido obvio que su interés era dar noticia de aquel genial epigrama que decía: 

     Tu dulce cuerpo pensado 
     una gran errata tiene.
     Al participio pasado
     le está sobrando una ene.


Me he acordado ahora porque yo sí tenía anotado en uno de mis cuadernos lo que motivó mi conocimiento de esos versos del poeta satírico jiennense que se quitó la vida en 1999, el mejor epigramista español —en palabras de Manuel Alcántara— desde Villamediana para acá. Se tiró desde el balcón de su casa unos meses antes de que Ricardo Senabre, a quien entrevisté el 6 de septiembre de aquel año para un documental sobre la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres, me contase que Pérez Creus escribió aquellos versos a propósito de Tu dulce cuerpo pensado —sobre un verso de Salinas— de Pedro de Lorenzo. No recuerdo que Senabre me dijese que Pérez Creus había muerto; pero sí que la mofa en cuarteta se la dedicó a la esposa de Pedro de Lorenzo, la maestra y escritora Francisca Martínez Senderos (1916-2009). Y, como siempre, Senabre dejó al lector —al oyente que era yo en aquel momento— que sacase sus conclusiones sobre la pesadez del objeto de la sátira. Así me pareció ver que era Pérez Creus. Y Senabre. Y el creador de aquella cubierta de la edición de Plaza & Janés que al propio Pedro de Lorenzo (ABC, 27 de enero de 1980) le pareció «llena de gracia: las solas letras revelando el cuerpo».