lunes, agosto 30, 2010

Sobre Juan Marsé (I)

Tardé en hacerme con este libro, y mucho más he tardado en escribir aquí unas líneas sobre él. Dicen los créditos que la primera edición es de septiembre de 2005. Lo desmiente el depósito legal de 2008. Se corresponde con lo dicho en un Simposium Internacional sobre Juan Marsé celebrado en noviembre de 2003 bajo el título que se ha llevado al libro: Celia Romea Castro, Coord., Juan Marsé, su obra literaria. Lectura, recepción y posibilidades didácticas. Barcelona, Horsori Editorial (Cuadernos de Análisis, 17), 2008, 261 págs.  Recuerdo esta reunión porque Arturo Pérez-Reverte, que participó en el simposio, escribió a su vuelta uno de esos artículos verbalmente violentos en el que hace elogios merecidos a base de insultos desaforados a los supuestos enemigos del elogiado. "Últimos años con Marsé" se titulaba aquel artículo de El Semanal de 23 de noviembre de 2003 —poseo recorte—, que terminaba: "A buenas horas, hijos de la gran puta". Lo dice también en el libro, en el que se reproduce el diálogo que mantuvieron, moderados por Beatriz de Moura, el autor de Rabos de lagartija, Pérez-Reverte, Joan de Sagarra y Javier Coma: "Yo me he comprometido ante Marsé a que, si él palma antes que yo, a escribir un artículo que se titule A buenas horas, hijos de la gran puta." (pág. 86). Todo fue porque "No había nadie, rediós. O casi nadie. Estaba allí Juan Marsé en persona, y se habían juntado cuatro gatos: medio centenar de alumnos de la Universidad de Barcelona, algún profesor y dos o tres periodistas. Hacíamos más bulto los invitados, los amigos del escritor y los estudiosos europeos y norteamericanos especialistas en la obra del homenajeado. Y al contar cabezas me quedé de pasta de boniato. Anda la leche, pregunté. Dónde carajo están todos. Profesores, catedráticos, concejales de cultura. Gente así. Hasta ese momento había creído que un simposio internacional de tres días y quince conferencias y mesas redondas, una detrás de otra, sobre la obra del autor de Últimas tardes con Teresa, en la ciudad que tiene el privilegio de contarlo entre sus vecinos, sería un tumulto de gente dándose de hostias en la puerta para conseguir un asiento desde el que asistir al despiece minucioso de la obra de quien, con el buen abuelo Delibes, es uno de los dos grandes novelistas españoles vivos de la segunda mitad del siglo XX. Pero nasti de plasti. A pocos metros de allí, por los pasillos de la universidad, me había cruzado con profesores y alumnos que salían de clase. Algunos de esos profesores, pensé, enseñarán Literatura. Supongo. Cobrarán un sueldo por eso. Y en vez de estar ahora sentados aquí con sus alumnos, zascandilean por ahí tomando un café o rascándose los académicos huevos. Imbéciles."
Está claro; en el fragor de la cita —literal—, voy a seguir sin escribir sobre el libro.

domingo, agosto 29, 2010

El falsete

Me conmovió mi madre diciéndome, casi sin venir a cuento, que ella no sabía que la vejez era así. Quiso llorar; y yo le quité importancia. Pero conmueve. Decía que era una lástima que no tuviese apetito; pero ese día se pimpló una caña sin alcohol con su correspondiente pincho después de misa y a la noche se comió una tapa de queso antes de cenar un filete de lomo de cerdo y un yogur. Hoy cumple ochenta y siete años. Mi madre, que a veces se confunde y me llama Josemari, ayer me sacó de dudas cuando le pregunté cómo se llamaba la puerta por la que entrábamos desde la casa en la que vivíamos hace más de treinta años hasta la oficina de mi padre, que estaba en la planta baja.
—El falsete —me dijo inmediatamente. Sin dudar.
Luego no supo acordarse de la palanca del teléfono —un conmutador que permitía compartir el teléfono de la oficina y el del domicilio familiar— ni del motor —necesario para llevar el agua del pozo hasta el depósito— que había que apagar bajando a la oficina por el falsete  cuando avisaba el chorro de agua que caía desde el depósito hasta el patio, dos claves de aquella casa y de aquellos tiempos. La memoria. Felicidades.

sábado, agosto 28, 2010

Una 'zeja' de asombro

Permítaseme el juego del título sobre Una ceja de asombro (Madrid, Huerga & Fierro Editores, 2010), el último libro de poemas de Ezequías Blanco (Paladinos del Valle, Zamora, 1952), un activista literario fichado como responsable de la revista Cuadernos del Matemático y como autor de más de una docena de libros de poesía, una novela para jóvenes, Memorias del abuelo de un punk, dos novelas para menos jóvenes, Tres muñecos de vudú e Islandia, y un libro de relatos de título muy ocurrente: Tienes una cabeza apuntando a tu pistola, publicado también por Huerga & Fierro, y que aún no he leído. A Ezequías le conocí, cómo no, a través de Ángel Campos Pámpano, que junto a Tomás Sánchez Santiago, componía una de las parejas de amigos de quinta de Ezequías, aunque fuesen cinco años más jóvenes. La otra pareja la conformaban Aníbal Núñez y Luis Javier Moreno, entre ocho y seis años mayores. No está mal el elenco.
Aquella primera versión de los poemas de Palabras de la Sibila, publicada en La Centena de Antonio Gómez en 1992, fue lo primero que leí de Ezequías Blanco. Luego, a través también de Ángel, lo que éste le publicó en Del Oeste Ediciones (las Memorias del abuelo de un punk y Tres muñecos de vudú); y luego tuvimos un grato y corto encuentro en Badajoz, con Ángel, con Julio Llamazares, Manolo 'Cerebro' González, en el décimo cumpleaños de la editorial Del Oeste, en 2004. Luego escribí aquí un poquito, pero con intención, sobre su libro de poemas Los caprichos de Ceres (2007); y luego vendría nuestro más reciente encuentro, sin Ángel.
Ahora he leído Una ceja de asombro, que tiene lo que algunos renombrados libros clásicos, una exhortación lírica al lector como primer poema. "Fruto que deseo sacar de mis poesías" titula Cadalso uno de los primeros textos de sus Ocios; Meléndez Valdés encabezó sus odas anacreónticas con un preámbulo poético "A mis lectores"; Ezequías Blanco se dirige a un tú al que dedica su escritura, presente permanentemente a lo largo del libro: "Comienzo este poema..."; "Con el fatalismo que me infunde la osadía / comienza este poema."; "Termino este poema con la torpe amplitud / con la que acaban todos los poemas"... Se trata de una llamada de atención sobre las palabras, sobre ese afán de buscarlas, nuevamente, para decir de un modo que provoque en el lector una reacción siempre positiva. La poesía de Ezequías Blanco muestra esa actitud espléndida del poeta ante lo que hace. El poeta quiere que el lector acaricie el poema, que lo lea "de un modo sibarita", dice uno de los treinta y cinco textos del libro agrupados en un único bloque, al que se suma un epílogo con otro poema ("La vida es simplemente un tobogán"). En este caso, es una confesión de la pasión por la escritura, por la poesía, que se me antoja creacionista. Y por eso esa presencia del yo poético. Del yo con su intención y su sentir, por encima de lo poético en algunos poemas.

martes, agosto 24, 2010

Cartilla republicana, en Zafra

"¿Qué significa la palabra Rey?
El derecho, el privilegio exclusivo de un hombre dedicado a sostener el derecho y el privilegio exclusivo de unos cuantos, sobre los legítimos derechos de los más.
¿Quién es el Rey?
Es un ser que reasume en sí, por una absurda e incomprensible depradación [sic], la soberanía del pueblo" […]
Así comienza la "Introducción" de esta Cartilla histórico política. El Rey, el poder absoluto de un hombre y la República, de Francisco Moreno, editada en Zafra, en la Imprenta de Juan Lima, en 1871. La difunde en una edición facsimilar el Centro de Estudios del Estado de Feria y el Museo de Santa Clara de Zafra con motivo de la fiesta cultural De la luna al fuego en su pasada edición de junio de este año y dentro de un encomiable programa de publicaciones que rescata diversos documentos relacionados con la historia de Zafra. Dice mi hermano José María Lama, autor del breve y dos veces bueno estudio preliminar que sirve de presentación al texto, que la más evidente vinculación con Zafra de este "librito" es su pie de imprenta, ya que hay dudas sobre la identidad de Francisco Moreno, el autor; si era de Zafra. Sólo consta que un Francisco Moreno García perteneció a la corporación municipal como concejal republicano en 1871. El caso es que este "tosco republicano", como se autodenomina, hace una contundente apología de la república; pero singularmente desde una firme convicción religiosa, que hace pagano el gobierno absoluto y cristiana la justicia social. Texto menor en la producción literaria del republicanismo español, como dice Josemari, pero revelador en una ciudad que se significó como un importante núcleo del republicanismo extremeño. Me da rabia que esté tan mal editado este modesto y oportuno facsímil. Editar mejor no es editar más caro, y nada cuesta esmerarse y no llamar la atención por haber sacado a la calle algo mal hecho. Lástima. El opúsculo consta de sesenta páginas y se reproduce facsimilarmente, como ya se sabe. Así que los errores y torpezas se concentran en las ocho páginas que se anteponen. Hasta en el interior de cubierta, en donde se puede leer "ISBN: En trámite." Nada cuesta ponerle una portada al libro; nada cuesta ser más generoso con los márgenes para que la página respire; nada poner cursivas en los títulos y en los muchos avisos sic que el presentador usa cuando hace citas literales, en muchos casos sin marcar y que hacen casi ilegible el texto; nada cuesta, pues, evitar estas erratas —varias en cada página. Lástima.

domingo, agosto 22, 2010

Mann

Mi compadre me ha traído de Sevilla este espléndido regalo: los Cuentos completos de Thomas Mann, con un prólogo de Marisa Siguán (Barcelona, Edhasa, 2010). Me ha hecho dos recomendaciones: que los lea como si no estuviese trabajando y que los lea —"tal vez", me dice en la dedicatoria— con música de Schoenberg. Haré ambas cosas. Miguel sabe lo que dice, pues la escritura de Mann se aviene a la perfección con la escucha musical. Creo que fue su novela Doktor Faustus la que provocó su controversia con Schoenberg. Aquí no viene. Aquí se incluyen —por primera vez en lengua española— todos los cuentos de Mann, treinta y dos textos, con La muerte en Venecia y Tonio Kröger; pero sin las novelas mayores. Leeré otros relatos con la música de Schoenberg; la que tengo, un disco con Noche transfigurada y la Sinfonía de cámara núm. 1. Pero para leer el cuento Sangre de Welsungos me pondré a Wagner. Dice Marisa Siguán que se inspira en el primer acto de la Valquiria, el incesto entre los hermanos gemelos Sigmundo y Siglinda.

sábado, agosto 21, 2010

El lector de periódicos

A Toño Ruiz Fernández de la Lopa, en su cumpleaños

Me gustaría saber escribir una estampa al estilo de las de John Berger en Fotocopias. Recuerdo a mi padre muchas veces con un periódico en la mano o con varios sobre el mostrador de la Librería Guerra de Zafra, hasta que cerró definitivamente. Cuando éramos niños, todos los días entraba en casa, al menos, un períodico; y hoy es un hábito que tenemos los cuatro hermanos. A pesar de internet. Ahora compro dos periódicos al día y los llevo conmigo por la calle. Quizá por eso me fijo y  compruebo que es una imagen poco vista. Ya no es tan habitual ver a alguien paseando el periódico de la mano. Que alguien compre dos o tres periódicos al día y que no sea conserje de un organismo público es cada vez más raro. En los bares, la gente lee el periódico de la casa, no el propio. Por eso a veces tengo la sensación de que el dueño va a pararme en la puerta para que no me lo lleve. En una ocasión, tomando una cerveza, dejé mis periódicos en la barra, a mi lado; y un cliente cogió uno de ellos sin decirme nada; creyendo que era el ejemplar de la casa. Cuando nos íbamos, intenté recuperarlo. Es que lo estoy leyendo —me dijo. Es que es mío —le respondí. Y me lo entregó disculpándose. Hace años, me cayó simpático un vecino sólo por verle leyendo en la piscina con dos periódicos regionales y otros dos nacionales.

viernes, agosto 20, 2010

A Russell P. Sebold

Casi voy a repetir mi entrada aquí de hace cinco años. La actualizo, le pongo una foto que sé que a él le gusta, y la rescato de ese limbo de la blogosfera en este cuaderno. Ando ahora escribiendo más por extenso sobre uno de sus últimos libros y hoy es un día especial leyéndole. Dije en su día que el interés por España de los que no son de aquí siempre ha propiciado mi admiración. Más que por el objeto, por la actitud interesada y generosa de afanarse en el aprendizaje de la lengua, de las costumbres, y en el conocimiento de las gentes de un país distinto. Fundamentalmente, conozco esto por filólogos hispanistas. Y suele ocurrir que su interés y amor por España nos enseña más que nuestro conocimiento directo o nuestra acomplejada autoctonía. Así he conocido mucho de mi propio entorno, desde una excelente y mítica casa de comidas de Madrid, pasando por algunas buenas librerías de viejo, hasta, sobre todo, la necesidad de mirar lo propio sin complejos.
 A Russell P. Sebold, catedrático jubilado y emérito de literatura española en la Universidad de Pennsylvania, que nació un 20 de agosto de 1928, buen amigo, buen maestro, le debo la intención —al menos— de tener esa mirada distinta. Él es el autor de libros fundamentales para conocer la literatura española del siglo XVIII. El primer trabajo que yo leí de él me lo recomendó —me ‘obligó’ a leerlo en su asignatura— Jesús Cañas, y fue un artículo publicado en Papeles de Son Armadans, “Contra los mitos antineoclásicos españoles” (1964). Yo tenía dos años; cuando se publicó, claro. Es Académico Correspondiente de la Real Academia Española y de la de Buenas Letras de Barcelona. Es Doctor Honoris Causa por la Universidad de Alicante. En 2000, la Universidad de Salamanca le concedió el premio “Elio Antonio de Nebrija” a la mejor trayectoria del hispanismo. Es el padre de la novelista Alice Sebold y es un buen amigo de Santiago Castelo. Fue el director durante casi treinta años de la prestigiosa revista Hispanic Review. “Hondo lector y crítico maduro” y “castizo en español” le llamó Francisco Rico en un soneto. Sebold es alguien que es capaz de sacar poesía y utilidad trascendente, además de Rafael Morales, más o menos, al hecho de sacar la basura todos los días. Alguien que dice que nació a los quince años, que es a la edad que emprendió el estudio del español, una “aventura cultural”, como él la llama. Un tipo curioso y un sabio cordial. Qué alegría poder felicitarle por escrito —por segunda vez en este día— ahora en esta página en su cumpleaños. Son ya 82 añazos.

jueves, agosto 19, 2010

El rizo negro (2)

Quizá sean las de Publio Hurtado, entre las colaboraciones literarias que se publicaron en la Revista de Extremadura, las de mayor interés y calidad, aunque en aquellas páginas hubiese nombres como Carolina Coronado, José Mª Gabriel y Galán o Manuel Monterrey. Entre ellas, este curioso relato que es El rizo negro. No, no es una novela. Es una narración de poco más de veinte páginas. Y yo creo que lo que "causó furor", como decía el artículo al que me referí anteriormente, fue el hecho en el que al parecer está basada la pieza de Publio Hurtado; pero no el relato en sí mismo, que se publicó en 1903. El "erótico capricho", en palabras de P. Hurtado, de un importante señor de Cáceres, que se trajo a su morada, un castillo señorial a pocos kilómetros de la ciudad, a una guapa gitana de Sevilla, con la que supuestamente vivió hasta su muerte. Publio Hurtado sabe jugar con el lector en el preámbulo de su relato para que se pregunte qué hay de verdad y qué de leyenda en lo que cuenta. "Yo mismo no lo sé" —dice. A su personaje lo llama Antonio el Manchao. "¿Era ese su verdadero nombre?... No nos importa. Para la sociedad pudiera tener otro: para la leyenda con aquél le basta." (pág. 27). A la gitana la nombra Rosario. La sociedad pondría sus nombres; Publio Hurtado puso éstos; y hoy todavía se habla de un protagonista real, el Marqués del Reino, y de un lugar conocido, el castillo de las Arguijuelas de Arriba. Lo puso por escrito  hace poco Sergio Lorenzo a propósito, entre otros asuntos, de la publicación de un estudio histórico sobre la villa de Torreorgaz (Cáceres).
El cuento de Publio Hurtado tiene mucho que destacar. Sabe conectar el origen del episodio con la mejor tradición literaria, desde la gitanilla de Cervantes a la Preciosilla de Don Álvaro o la fuerza del sino, más cercana a Hurtado, más presente, a mi modo de ver.  Ahí, en la taberna del tío Canillejas, es donde sorprende el escritor cacereño con eso de la "anacreóntica en acción", en donde mezcla "los olores a regüeldo de peleón" con la sensualidad incitadora del retrato de la muchacha, la hija mayor del gitano Canillejas, disgustado por que la Rosario sólo tenga ojos —y rizos— para el Jeromo, "un gitanillo de veinte primaveras, alto, cenceño y de perfil estatuario".

Estoy queriendo a un chabá
y a mi padre no le gusta;

y yo digo que er queré

tiene lisensia asoluta.

El rizo negro del título es un elemento dramático que adorna el argumento amoroso. Publio Hurtado hace que se emancipe de su atadero, como una espiral de ébano, y que se pose en el corazón del chabá. Lo mejor es leerlo. Está publicado en el tomo V (1903) de la Revista de Extremadura, del que hay edición facsimilar publicada por Cicon Ediciones en 2003.

martes, agosto 17, 2010

España directo

No me acordaba de este programa desde que estuve en Portugal, en donde hay uno parecido; pero que, al menos, tiene el nombre bien puesto: Portugal em directo. No como aquí, que se llama España directo. Como mi madre lo ve todas las tardes, intento trabajar mientras me meto en la casa de un tipo con síndrome de Diógenes, en la cocina en la que están haciendo un pulpo a la gallega, un pollo en escabeche, un arroz con liebre, una dorada a la sal, unas cocochas de merluza, unos pestiños..., en otra casa en la que sufren las inconveniencias de un vecino esquizofrénico, en una zanja de Jaén que es muy peligrosa, en un tejado que está a punto de derrumbarse —si no se ha derrumbado ya—, y en la habitación de una reportera que está buscando a gente que tenga cara de ser millonario mientras hace un pulpo a la gallega, un pollo en escabeche, un arroz con liebre, una dorada a la sal, unas cocochas de merluza, unos pestiños... No sé, es muy difícil digerirlo todo. No salen nunca libros en este programa. Ni libros ni gente normal que enseñe en un colegio cómo se escribe Mi mamá me mima. Eso sí: yo mimo a mi mamá.

lunes, agosto 16, 2010

El epistolario de Azara

Por mi cumpleaños ha entrado en casa este volumen de mil cuatrocientas cuarenta páginas —y 99 €— que contiene el epistolario entre 1784 y 1804 de José Nicolás de Azara (1730-1804). Proviene de la tesis doctoral de María Dolores Gimeno Puyol, y lo publica Castalia con la colaboración de la Institución Fernando el Católico y el Instituto de Estudios Altoaragoneses de la Diputación de Huesca. Se editan más de setecientas cartas del diplomático y humanista del siglo XVIII, el editor de las obras de Garcilaso después de un siglo, el mecenas y coleccionista de arte... Son las cartas de su etapa de madurez profesional y personal, hasta su muerte, con Aranda, Godoy, Lorenzana, Bernardo de Iriarte... No se editan otras, y las hay interesantes, como las que cruzaron Azara y el tipógrafo Giambattista Bodoni entre 1776 y 1802, y que publicó en 1979 Angelo Ciavarella. No obstante, Mª Dolores Gimeno declara no renunciar a editarlas en otro proyecto. Es una edición muy importante ésta, que merece una lectura demorada. Bueno, no es que la merezca, es que es exigida, si se quiere hacer. Sólo el estudio preliminar, la cronología, la bibliografía y los criterios de edición ocupan más de doscientas páginas y contienen una información muy valorable. Son, sin embargo, chocantes el modo de referencia de las notas complementarias (2i, 3ii, iii ...)  y un índice onomástico que sólo se corresponde con el cuerpo principal de las cartas, y no recoge los nombres citados en el estudio preliminar, en el apéndice ni en las notas complementarias. Dicho sea por las ganas de sacarle más provecho a obra tan provechosa.

domingo, agosto 15, 2010

No portazo

§ El inglés, a diferencia de otros idiomas como el español, es una lengua menos flexiva, más simple y escueta […]
José Mª Tempranillo, Saber idiomas. Cáceres, Ediciones Barrio Nuevo, 2010, pág. 31.

sábado, agosto 14, 2010

El rizo negro (1)

Secuencia 1. Interior. Noche. En casa. Una búsqueda en el ordenador me trae un artículo de El Periódico Extremadura de marzo de 2007 que dice de Publio Hurtado (1850-1929) y de "su novela El rizo negro, que causó furor (no exento de escándalo) en el Cáceres de la época". El marqués y la gitana. Me lo anoto. Veo en el listado de autores de la página del Archivo-Biblioteca de la Diputación de Cáceres que hay un item: Publio Hurtado, El rizo negro. No compruebo nada más.
Secuencia 2. Exterior. Día. 10:15 horas. Adarve de La Estrella en Cáceres. Nieves y Jaime Naranjo en un coche van a su librería, Boxoyo Libros. Nieves detiene el coche a mi altura. Conversamos a través de la ventanilla. Les pregunto si Publio Hurtado publicó El rizo negro en una edición suelta, si existe un volumen. Jaime me dice que no conoce la novela como tal, en un volumen. Ellos siguen cuesta abajo. Yo, a la Casa de los Ribera.
Secuencia 3. Interior. Día. 12:00 horas. Pintores, 10. Archivo-Biblioteca de la Diputación de Cáceres. Víctor y Lucía —Queca Fajardo está de vacaciones— me buscan en el catálogo El rizo negro. Eficientes. Es la narración corta (págs. 17-37) que Publio Hurtado publicó en la Revista de Extremadura, en el número de enero de 1903, que tengo en casa, gracias a la edición facsimilar de Nieves y Jaime Naranjo. No salgo del inmueble y saludo a Tomás Pavón en la librería de la Diputación —cuánto ganaría con todo o casi todo el catálogo histórico mostrado por allí. Le hablo de mi pesquisa. Más cosas. Salgo.
Secuencia 4. Interior. Día. Bar Adarve. Con Montaña y Mercedes Pulido. Pregunto a Mercedes por lo de Publio. El rizo negro sólo se publicó en la Revista de Extremadura y no es una novela, sino una narración, un relato corto. Más fiable que Mercedes..., ni Google, con perdón.
Secuencia 5. Interior. Tarde. En casa. Leo El rizo negro.

jueves, agosto 12, 2010

En la calle

Cáceres, ayer. A la puerta de un supermercado, dos tipos:
—Ya te digo, como en las obras de teatro: artículo primero, artículo segundo y artículo tercero.

NGLE (2)

Los demostrativos. Los demostrativos son pronombres, determinantes o adverbios que expresan la situación espacial o temporal de alguien o algo en relación con la que corresponde al hablante o al oyente.
El capítulo 17 del primer volumen trata los determinantes demostrativos (este libro, esos papeles, aquellos días), los pronombres demostrativos (esto, eso, aquello;  también este, ese, aquel, en algunas de sus interpretaciones) y los adverbios demostrativos (aquí, hoy, así, entonces).
Si la Gramática habla de situación temporal es porque lo que designa una unidad deíctica está también en función de la situación temporal de los interlocutores. Por ejemplo, cuando se dice el día de hoy o aquel domingo, que se diferencian en que el último ejemplo es una deixis en ausencia y el primero no. Me gusta.

martes, agosto 10, 2010

Marichal

Mi recuerdo para Juan Marichal (1922-2010) a partir de este librito: Tres voces de Pedro Salinas (Madrid, Taller de Ediciones Josefina Betancor, 1976). Lo compré a principios de los ochenta siendo estudiante de Filología. No sólo me iluminó en aspectos de interés de la obra del autor de La voz a ti debida, su suegro; sino que me pareció siempre un modelo de escritura en estudios literarios y de actitud ante la historia. No destacó tanto como dieciochista. Creo que la tesis doctoral se la dirigió Américo Castro en Princeton sobre Feijoo. Si no recuerdo mal, fue Ricardo Senabre quien nos recomendó en clase uno de los libros importantes de Marichal, La voluntad de estilo. Más lejos me quedan sus investigaciones sobre grandes figuras como Manuel Azaña o Negrín, canario como Marichal. No sé si entre las pasiones del ánimo cabe esto que pasa cuando uno toma un libro de alguien así que ha desaparecido: afecto intelectual.

lunes, agosto 09, 2010

Fulgencio

Ayer me llamó mi amigo Fulgencio y me dio una gran noticia. Ha aprobado las oposiciones de Secundaria, para dar clases de Lengua y Literatura. Él dice que ha sido porque tenía bien preparado un tema de los menos escogidos, el 72, sobre las literaturas catalana, gallega y vasca. Me imagino al tribunal cansado de escuchar lo mismo y llegar mi amigo Fulgencio para hablar del Noucentisme, de Pla, de Llorenç Villalonga, de Blanco Amor, de Atxaga... Me alegro. Yo creo que lo hizo bien y que el tribunal percibió sus ganas, su vocación, su persistencia, su manera de vivir la lengua y la literatura, su modestia; y no se dio cuenta de que, a veces, a Fulgen le falta confianza en sí mismo... Estuvo hace pocos años dando clases en Montánchez. Una sustitución. Me consta su afán en ese tiempo. Y su manera de ser, que yo veo en la foto de arriba, que debe de tener doce años. En ella está él con su hijo Juan. Probablemente, la foto la hizo Concha. En ese tiempo, faltaba por llegar Emilia, la niña, que tanto me gustó traer por aquí. Es todo tan importante... Ahora habrá que convencer a Fulgencio para que no entre en clase el próximo septiembre como un recién llegado. Él dice por modestia que es igual que cuando se sacó el carnet de conducir: —Ahora ya sólo te falta aprender a conducir —dice que le dijeron. Genio y figura. Una alegría.

El torero

Hay que reconocer que ha tenido gracia y contundencia el tipo que ha dejado hoy su mensaje en el Buzón de Voz del programa de Tomás Fernando Flores en Radio 3,  Siglo 21.
—Amigo defensor del torero, te informo: el toro de lidia no se extinguirá con la prohibición de las corridas; el único animal que se extinguirá será el torero. Je, je, je, je...
Es para escucharlo. Está, más o menos, en el minuto 30 del podcasts de hoy, después de un tema de Eminen de su nuevo disco y de la francesa de origen chileno Ana Tijoux, también rapera.

sábado, agosto 07, 2010

Sobresalto

Dicen los diccionarios que un sobresalto es una sensación. Vale. Una sensación cuyo origen es algo imprevisto, añaden. Un susto repentino. O sea, una sensación. Yo creo que es una putada, que también viene en el diccionario, pero con un significado que no cuadra para lo que quiero decir. Putada en el DRAE es "acción malintencionada que perjudica a alguien"; y yo al responsable del sobresalto no lo ubico ni creo que tenga mala intención. Una putada, en mi diccionario de uso, es también lo malo que te pasa. Y un sobresalto es lo malo que te pasa de repente, sin esperarlo, aunque al final no resulte tan malo. O sea, uno de los muchos tipos de sensaciones. De pronto, envías una carta y el sobresalto te dice que la carta ha llegado pero que no ha servido de nada; que tu amor no la ha leído y que tu amor está mal. Y tú, hasta que no la ves, no sabes ciertamente qué le pasa. La sensación del sobresalto sobreenciende luego todos los sentimientos y activa un montón de diminutos circuitos de tu cerebro. Acaricias una mano y besas unos labios y estás viéndote a ti mismo una hora atrás escribiendo que te espero cuando salgas del trabajo para tomar algo. El sobresalto es decirle a quien quieres buenos días y no saber que te estás despidiendo. En la mayoría de los casos, el sobresalto no es tan dañino y lo escribes. No pasa nada, que conste. Y lo escribes.

viernes, agosto 06, 2010

José Eusebio Caro

¿Es guapo? Mi amigo Russell P. Sebold me ha enviado este retrato del poeta colombiano José Eusebio Caro (1817-1853). Se lo pedí después de leer su ilustrativo artículo —que me envió— sobre este escritor ("La entrega del poeta al lector. En la intimidad de José Eusebio Caro", en Boletín de la Real Academia Española, tomo LXXXIX, cuaderno CCXCIX, enero-junio de 2009, págs. 193-208). Como en tantos otros trabajos, Russell P. Sebold escribe sobre unos textos que salen de ediciones que están en su rica biblioteca, como la de las Poesías de Caro, impresas en Madrid por M. Tello en 1885. De ahí proviene este retrato, que provocó en la mujer de Sebold, como él mismo escribe en las primeras líneas de su artículo, una reacción muy positiva: "¡Qué hombre más guapo! ¡Qué sensibilidad más intensa tiene en los ojos!" Yo creo que tiene razón.

miércoles, agosto 04, 2010

Isidoro Máiquez y sus espejos


Por la edición y el estudio preliminar de este libro del erudito Emilio Cotarelo y Mori (Isidoro Máiquez y el teatro de su tiempo, Madrid, Publicaciones de la Asociación de Directores de Escena de España, 2009), Joaquín Álvarez Barrientos recibió ese año el Premio Leandro Fernández de Moratín que la ADE otorga a estudios teatrales. Reúne la obra dos grandes valores, ambos atribuibles al estudioso dieciochista Álvarez Barrientos, investigador científico del CSIC: la reedición de un clásico de los estudios literarios como el libro de Cotarelo, cuya primera edición es de 1902, ya que fue el propio Álvarez Barrientos quien la sugirió a Juan Antonio Hormigón, secretario de la ADE, y el estudio preliminar "Emilio Cotarelo, Isidoro Máiquez y la melancolía", que ocupa algo más de ochenta páginas y se cierra con una extensa bibliografía.
Hace meses ya que leí este libro y que quería escribir una nota en este cuaderno. Mejor dicho, que leí el jugoso estudio preliminar de Joaquín Álvarez Barrientos. Mucho más tiempo hace que manejé la edición de 1902, que sigue siendo una gran fuente de información —con algunos errores— para la historia del teatro español del último tercio del siglo XVIII y las dos primeras décadas del XIX; por eso valoro tanto el tener este volumen en el que ahora me he recreado con la lectura de algunos capítulos y el hojeo de sus apéndices. Además, en clase, en quinto de Filología Hispánica sobre la novela del XIX tratamos La Corte de Carlos IV de Pérez Galdós, en donde uno de los personajes históricos más interesantes es precisamente el gran actor Isidoro Máiquez (1768-1820). Fue, como dice Álvarez Barrientos, quien lideró el proceso de institucionalización y de normalización del oficio de actor. Fue un buen actor, que buscó nuevos modos de interpretación, como decir el verso y no cantarlo. Fue el actor de los espejos, un instrumento controvertido. Alguno de sus biógrafos contó que los tenía de cuerpo entero, como recuerda Álvarez Barrientos, para estudiar la gesticulación y la figura. Es hoy, creo yo, una figura que puede interesar mucho en el mundo de la interpretación y entre actores interesados en saber sobre sus padres y abuelos; pero a través, sobre todo, de la excelente visión que nos da Joaquín Álvarez Barrientos, cuyo análisis supera —salvando las distancias que haya que salvar— el de Cotarelo en su tiempo. La percepción de Joaquín Álvarez Barrientos sobre la melancólica personalidad creadora de Máiquez es un valor fundamental de esta sobresaliente recuperación de nuestra historia teatral.

martes, agosto 03, 2010

Una imagen

© CMD
De paseo por Guimarães nos trajimos de los días de vacaciones estas imágenes de la sede del Partido Comunista Portugués en el centro histórico de la ciudad que será Capital Europea de la Cultura en 2012. Me llamó la atención cómo destacaba por encima de toda la sobriedad de las fachadas y balcones el rótulo del PCP; igual que por encima de una casa lindante asomaban desde un patio hasta la calle las ramas de un gran árbol, que podía contemplarse a través de los huecos de los balcones de un solar desnudo. Me pareció una imagen digna de ser recogida, sin más connotaciones que la de cierto realce histórico que todavía es presente en Portugal, más que aquí en España.

© CMD

lunes, agosto 02, 2010

¡Ya te lunaste!


Un silbo más de Miguel Hernández, esta vez de afirmación en la Tierra, merecería la noticia:

"La Fundación que gestiona la memoria del poeta ha llegado a un acuerdo con una empresa de la NASA para que sus versos aterricen en la luna." 

Merecería figurar en una antología de lo inane. Aunque, quién sabe. Alguien debe de creer que llamar la atención logra mucho más que llevar ejemplares de los libros de Miguel Hernández a las bibliotecas o que leer sus versos a los jóvenes terrícolas. Me consta que se hace; pero siempre habrá alguien con espíritu deportivo que quiera batir marcas.
[El principio del quinto verso de la octava de Perito en lunas sobre el torero ("Por el lugar mejor de tu persona") alude a la cogida del matador con el eco gongorino de la Soledad segunda, en la que hay un novillo tierno de "mal lunada frente". Hernández escribió "¡Ya te lunaste!" El poema "El silbo de afirmación en la aldea" ahonda en el tópico del poeta no hecho al asfalto de la ciudad ni a la muchedumbre del progreso.]

domingo, agosto 01, 2010

Juan Carlos Mestre en Siluetas

Hoy domingo ha entrevistado Manuel Ventero en su programa Siluetas (RNE) al poeta Juan Carlos Mestre. Por cierto, hace tiempo ya que encontré y leí su espléndido libro La casa roja (Madrid, Calambur, 2008), por el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía el año pasado. La conversación con Ventero ha girado en torno a la poesía, a los poetas y a la palabra. Supongo que a los que no conocían la voz de Juan Carlos Mestre habrá sorprendido su timbre, su carácter grave y el tono pausado, esa manera cadencial de hilar las frases sin anacolutos en las que las palabras van posándose; no como otros, que vamos torpes a la caza de las mismas con un prolongado titubeo cuando hablamos sin papeles. Lo suyo no es facilidad de palabra, que uno asocia a los charlatanes; se trata de esa especie de parentesco natural de la consanguinidad con la palabra. No sé. A la calidez propia del programa de Manuel Ventero Juan Carlos ha añadido la lumbre del "poeta que cruza en ambulancia los campos de girasoles" ("El poeta", en La casa roja), y ha hablado de Antonio Gamoneda, de John Keats, de Rafael Pérez Estrada, de sus paisanos de Villafranca del Bierzo Antonio Pereira, Enrique Gil y Carrasco y Gilberto Núñez Ursinos. Contaré el de esta tarde como un nuevo encuentro personal con Mestre, sin duda.

Indignante

©Laura Covarsí. Detalle de la fotografía que ilustró la cubierta del número extraordinario de la revista Espacio/Espaço Escrito en homenaje a Á.C.P. de noviembre de 2009
Por septiembre del año pasado di al traste con el propósito de mi amigo Álvaro Valverde de que expresásemos nuestra indignación por que no se concediese a título póstumo una de las Medallas de Extremadura a nuestro querido Ángel Campos Pámpano (1957-2008). Álvaro me propuso que firmásemos un texto para enviarlo a la prensa y pergeñamos unos primeros borradores del mismo. Sin medalla, iba a titularse, y en él recordábamos los méritos de Ángel y la falta de generosidad del Presidente de la Junta de Extremadura y de su Consejo de Gobierno, que son quienes proponen y deliberan, respectivamente, sobre el asunto. Sin embargo, y lamentablemente, convencí a Álvaro de que quizá fuese mejor no escribir nuestro enojo y dejar abierta la posibilidad de que el próximo año, o sea, éste de 2010, se le reconociese con esa distinción. Personas muy cercanas y conocedoras del paño me aconsejaron no hacer ruido y me aseguraron que el nombre de Ángel Campos Pámpano era ya firme para la convocatoria siguiente. Algo así como un número uno en lista de espera. Una pucha.
Felicidades a los distinguidos este año, entre los que hay personas tan próximas como Joaquín González Manzanares, como Paco Valverde, tío de Álvaro, tan apreciadas como Víctor Guerrero o Ángeles Luaces... Y mi lamento —nuestro lamento, Álvaro— por la escasa sensibilidad de quienes representan a nuestra Extremadura por alguien que hizo tanto. Un error. La incultura.