Leo en varios sitios de referencia científica que el ritmo respiratorio en un adulto medio es de quince respiraciones por minuto. No es cierto. De toda la vida han sido trece. Dicen los libros que en reposo puede ser alrededor de eso, y que quizá en situación de un ejercicio intenso puede llegar a las sesenta respiraciones por minuto, aproximadamente. Nada, no se mojan. Quien sí se mojó fue Gabriel Celaya, con su precisión poética: «Poesía para el pobre, poesía necesaria /como el pan de cada día, /como el aire que exigimos trece veces por minuto, / para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica». Este apunte está escrito después de la muerte de la poeta Paca Aguirre el sábado 13 de abril de 2019, en su recuerdo. Ese mismo día, el diario Información de Alicante publicaba un texto de José Luis Ferris en el que se lamentaba del exceso de ignorancia, de la escasa sensiblidad y de la supina inoperancia de quienes no supieron gestionar que la poeta tuviese una calle con su nombre en su amada ciudad, y que «Francisca Aguirre se fuera de este mundo sin ver la promesa cumplida».
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