Ayer fuimos al cine. Vimos Elefante blanco, la película del argentino Pablo Trapero, con Ricardo Darín como uno de los protagonistas. Once personas en la sala en la sesión de las ocho y diez, algunas de ellas conocidas. Pocas, y por poco. Porque hoy he sabido por el periódico que ya no está en la cartelera. Merecería estar más tiempo. Y debería proyectarse, además, durante las misas de los domingos. En San Juan, por ejemplo, aquí en Cáceres. Sería un mal trago para sacerdotes y feligreses. No por la dureza de la película y por cómo muestra la violencia y la miseria en una villa de Buenos Aires, una especie de favela atroz en la que el poder está en los traficantes de la droga y el sacrificio en el de un grupo minúsculo de curas (Ricardo Darín, Jérémie Renier) y una trabajadora social (Martina Gusman); sino por la manera de relatar cómo se interpreta la fe cristiana. Porque la mirada de Trapero no es tanto hacia dentro de ese submundo de una ciudad oscura, sino hacia fuera, hacia la luminosa ciudad de Buenos Aires, hacia sus munícipes y obispos, que no salen bien parados, como no puede ser de otro modo en un mundo como este. Dan ganas de creer en Dios cuando uno conoce cómo luchan y sufren algunos de los que creen. La película de Trapero está bien hecha, creo yo, y aunque podría uno ponerse a poner reparos leves, solo quiero destacar lo más potente —y hay mucha potencia, violencia y fuerza en la película— para mí, en relación con lo arriba dicho. Cuando en dos ocasiones —si no son más— se reza el avemaría del rosario. Las imágenes de las manos en las cuentas y la voz de Ricardo Darín... y todo el contexto, duro y tremendo. Quizá, para mí, lo mejor de esta encomiable expresión de la entrega por unas ideas. Las mejores ideas. Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. Suena distinto dicho así.
1 comentario:
Lástima no haberme enterado antes. Qué poco duran en Cáceres las pelis buenas, cuando llegan, que es casi nunca.
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