El último lunes de julio vi en La 2 Hermanos, una película danesa (2004) de Susanne Bier, la directora de Después de la boda. Dura, muy dura, casi sin concesiones. Fría también, como la procedencia de su directora. (Para mí el frío, que no me desagrada, empieza en Béjar). Me gustó. Será que en estos tiempos lo único que soporto es que me hablen con crudeza de lo que ocurre, que denuncien, que se proteste. Será que me siento mal con la evasiva y con el dolce far niente como si no pasase nada; con el caluroso verano, vamos. La película de Bier lleva con la cámara la tragedia de un combatiente en Afganistán a su vivienda familiar, a su entorno, sus padres, sus dos hijas, su mujer y su hermano. Cuando el protagonista Michael (Ulrich Thomsem) está preso por los talibanes junto a otro soldado, deshecho y acojonado por su futuro, éste le pregunta si van a morir. La respuesta parte de una certeza irrebatible que me da pie para inventar este diálogo:
—¡Oh, Dios mío, vamos a morir!
—¡Sí, imbécil! Vamos a morir; pero todavía no.
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