Museo del Prado. Madrid
Llevo un tiempo con la lectura errante del volumen de estudios que Prensas Universitarias de Zaragoza ha dedicado al profesor Leonardo Romero Tobar. Volveré sobre ello, pues el maestro lo merece. Se titula Aún aprendo, muy a propósito para representar el talante intelectual del homenajeado. Sin embargo, hoy, octogésimo noveno aniversario de mi madre, el lema —título de un dibujo de senectud de Goya— tiene ese otro matiz que los coordinadores de este volumen evocan en sus páginas introductorias y que está en el adagio bis pueri senes (los ancianos son dos veces niños). Y tanto. Lo sabemos quienes tenemos una madre con la que repetimos los gestos ya lejanos que aplicábamos a los hijos cuando bebés, en la higiene personal o en el cotidiano sustento. Es, lamentablemente, un aprendizaje por regresión; y es ley del tiempo, que al pasar nos invita cruel a comparar lo pasado con lo presente. Mi madre en esto es un espejo claro. De las entradas que aquí le he dedicado, prefiero ésta, titulada "Las macetas de mi madre". También me gusta "Censura previa", por la fotografía. Me apetece recordarlas hoy, en su cumpleaños. Igual que la de hace dos años, "El falsete". Su lectura es un paseo entreverado de gusto y de melancolía junto a un río inaprensible, cuyo cauce contemplo, desposeído, de la mano de mi madre, que no comprende muy bien por qué le digo: —Felicidades.
miércoles, agosto 29, 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Que sea doble la felicidad: a tu madre, por su cumpleaños; y a ti, por seguir disfrutando de su esencia. Que sea por muchos años.
Afortunadamente.
Publicar un comentario