“ARTÍCULOS, artículos, artículos. Una forma de autodestrucción. He vuelto a hacer artículos. Cientos, miles de artículos. Los artículos, primero, fueron mi procedimiento para irme autoestructurando. Eran una construcción piedra a piedra, paso a paso, el hacerse un nombre, un hombre y una vida día a día, palabra a palabra. Ahora, consumado todo, son una autodestrucción, y con cada artículo voy quitando un soporte a mi vida, a mi obra, voy desarticulando pieza a pieza el armazón trabajoso e inútil de mi vida. Los críticos, los lectores, las gentes dicen que el escritor puede quemarse con tantos artículos, pero el escritor, contrito, aterido, solo, doliente, huérfano de todo, lo que quiere es eso, más que nada, y ha encontrado en el artículo una forma de arder, de desaparecer, una labor inútil y fragmentaria en la que deshojarse y morir. El artículo fue mi hacha de guerra, mi estilete, el arma que me dio la vida para entrar a saco y vencer, la espada corta y segura con que conquistar y construir un pequeño imperio personal. Y ahora lo vuelvo contra mí, deshago mi obra en artículos, me disperso, me fragmento, porque hacer libros es construir con voluntad de pervivencia, con fe arquitectónica, y eso me resulta ya siniestro. He hecho algunos libros, no muchos, demasiados, en todo caso. Y haré algunos más, quizás, atraído por el vértigo de la inutilidad, por esa concentración del vacío que es un libro. Pero lo que quisiera es este suicidio del artículo. Ya que no he tenido valor para destruir mi vida, voy a destruir mi obra, a fragmentar en artículos dispersos lo que pudiera haber sido un todo completo y edificado. Con cada artículo que escribo pierdo la posibilidad de hacer un poema, un ensayo, un relato, algo más resistente y continuo. Y así, en cada artículo entierro y amortajo para siempre una dirección de mi vida, o varias direcciones, dejándolo todo incompleto, insinuado, quebrado, roto, maltrecho y malogrado.
Estoy llegando, sí, a esta voluptuosidad negativa del artículo de periódico como sacrificio, como inmolación, como amortajamiento de criaturas que pudieron crecer y vivir. Con cada artículo desanudo el nudo de la trama de mi existencia, y me voy quedando suelto, ligero, vacío de posibilidades, irrealizado.
Con miedo, con sudor, con temblor, con frío, con calores, con inseguridad, con rabia, con luz o sin luz, escribo artículos todos los días y así hago el revés de mi obra, y contemplo el cristal suntuoso que pude fraguar, roto en los mil añicos de los artículos, deslogrado para siempre. No quiero hacer una obra, sino deshacerla. Me arranco artículos como el que se arranca la piel a tiras, como el leproso que se arranca la carne en pellas. He descubierto que el artículo es una brillante forma de fracasar.”
Francisco Umbral, Mortal y rosa (1975). Edición de Miguel García-Posada. Madrid,
Ediciones Destino y Ediciones Cátedra (Letras Hispánicas, 393), 1995, págs. 217-218.
martes, agosto 28, 2007
Umbral
Publicado por Miguel A. Lama en martes, agosto 28, 2007
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3 comentarios:
Fíjese, profesor Lama, que antes de abrir su blog ya me figuraba yo algo de esto, lógicamente. Aparte de decir que el texto que ha escogido es bastante significativo y revelador, muy acorde con el personaje, si se quiere, poco más tengo que añadir. En fin, otro santo al altar de los genios...
mucha gente dice que no le gusta umbral sin haberlo leido,si leyeran mortal y rosa cambiarian de opinion.Muchos libros suyos deben ser leidos y la mayoria de sus columnas son geniales.Recuerdo una-todavia de El Pais- en la que decia que una imagen valia mas que mil palabras...siempre que la imagen fuera de Baudelaire.
Pues mire, anónimo. Yo echo de menos a José Hierro y echaré de menos a Ángel González (también a Billie Holiday y a Frank Sinatra, pero ésa es otra historia). A Umbral, no; aunque yo también me imaginaba cierto tipo de homenaje en el blog de un profesor de Literatura. Leía siempre -yo, no Lama- los artículos de Umbral: algunos maravillosos. Otros, horribles. En mi casa hay varios libros suyos, en el mismo lugar de la estantería desde hace lustros. Y yo no he podido pasar de la segunda página... Mortal y rosa incluido. Y me da igual que fuera un arrogante, me dan igual sus palabras insolentes cuando Sampedro fue elegido para ocupar un sillón de la Real Academia Española y sus disparos a diestro y siniestro a los colegas de profesión que vendían mucho más que él. No juzgo a un escritor por su imagen pública. Lo juzgo cuando no puedo pasar de la segunda página...
(Y voy a demostrar la edad que tengo: este texto es una rallada. Que creo que se escribe con "ll", porque vendría de "rallar", de desmenuzar con un rallador... ¿no?).
El último párrafo es coña, que luego no nos entendemos...
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