En las casas modernas el trastero suele estar en el subsuelo, donde también guardamos uno de nuestros bienes más preciados y objeto de ostentación: el coche. En la mía está arriba. Vendría a ser lo que antiguamente era el desván. Sin embargo, al mío no se accede desde casa; sino que hay que salir a la escalera compartida con un vecino y subir hasta el cubículo en el que guardo casi solo papeles —también materiales sobrantes de las obras de reforma, juguetes antiguos de mis hijos, libros y folletos…— y se acumula el polvo. Tengo que pedir ayuda para limpiarlo, me digo algunos días. Otros no, pues puedo solo. O podo suelo. O lo uso como suelo. Ya empiezan a rondarme los juegos palindrómicos para los que no estoy dotado como amigos inteligentes. A mi coche lo tengo subrogado fuera, aunque cerca de donde duermo. Me gusta subir al trastero. Allí encuentro restos del tiempo que llevo en esta casa; y sobre todo papeles que son los que siempre me distraen de la tarea de limpiar, tirar y ordenar lo acumulado en tan reducido espacio. Ha habido días que me han llevado muy lejos, como cuando me bajé un ejemplar de hace cuarenta y un años de un suplemento que publicaba el diario Hoy titulado Seis y Siete, que, para ilustrar un informe sobre los hábitos de los jóvenes españoles del momento —«se drogan poco y son bastante apolíticos»— publicó una fotografía en la que se nos veía a la pandilla en el Parque de Zafra. Teníamos entre diecisiete y dieciocho años. Fue en aquella revista que recogía al final la programación de solo dos canales, el «normal», y el «UHF», que el lunes 7 de julio de 1980 emitió en el programa A fondo, presentado por Joaquín Soler Serrano, una entrevista al escritor Francisco Candel. En estas páginas con marcas de la edad hay una colaboración de F. Moreno Guerrero sobre la editorial Esquina Viva y sobre José Antonio Zambrano, a quien llamaba «poeta sentío», que es uno de los que yo siento entre mis papeles, entre algún archivador rotulado en el ancho frente como «Creación ajena», en el que se especifican muchos nombres queridos. Lo importante es que mi propio presente ronda parecidos intereses sobre otras creaciones, como la de Zambrano. Ahí sigo, escribiendo sobre él, como puedo. Sobre el hombre —y son palabras removidas del último poema de su último libro— que sostiene en sus manos un barco de papel que fija el rumbo sobre un mar que mantiene su condición de espacio.
jueves, julio 01, 2021
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