No estoy capacitado para el cálculo rápido; y no sé si podría aproximarme a una medida de las horas de satisfacción que me ha dado la lectura de Galdós, que murió tal día como hoy hace cien años. Como profesor, por ejemplo, pienso en la cantidad de tiempo que le he dedicado para preparar mis clases y luego el buen rato que, junto a mis alumnos, he pasado en torno a obras como Doña Perfecta, La desheredada, El doctor Centeno, Tormento, La de Bringas, La corte de Carlos IV, El amigo Manso, Nazarín, Halma…, que son algunas de las novelas que he tenido el placer de incluir como textos en mis asignaturas a lo largo de muchos cursos académicos. Recuerdo la sorpresa de algunos cuando les leía una cita de alguna de esas novelas y la introducía diciendo que aquello lo había escrito Benito Pérez. Se reían con la broma de omitir su segundo apellido, que informalmente o en carteles y titulares siempre ha desplazado al primero: «Galdós para entender la España de hoy» encabeza el texto de Almudena Grandes que publica hoy El País (pág. 27); «100 años sin Galdós. Un episodio extraordinario» aparecía ayer en la portada de El Cultural, monográfico, desde el artículo de Anson («Galdós. El océano de las letras») hasta la «entrevista» final, incluyendo la mayoría de los anuncios publicitarios del número, que recomiendo, pues hay colaboraciones muy fundamentadas sobre un escritor tan total que ha podido llenar cada una de las secciones de la revista —letras, teatro, música, arte y ciencia— y ya es difícil. Germán Gullón, Marta Sanz, otra vez Almudena Grandes —sobre los Episodios nacionales—, José Esteban, Antonio Muñoz Molina y otros ofrecen trazos de interés sobre el gran escritor. Comienza un año que va a estar lleno de actividades de celebración —publicaciones, congresos, documentales…—, como la exposición que pude ver en la Biblioteca Nacional «Benito Pérez Galdós. La verdad humana», que estará hasta el 16 de febrero, y que me pareció excelente muestra del personaje y de su tiempo. Demasiada gente en algunos sitios; pero suficientemente extensa como para moverse con cierta comodidad si uno decide modificar el itinerario de su transcurso. Espero seguir el hilo galdosiano de 2020 en este blog en el que aparece bastante don Benito —incluso, en mi página de clases, es uno de los autores con más entradas después de Cervantes. Vuelvo a El Cultural del viernes en el que otro de sus colaboradores, Ignacio Echevarría, escribía que «sigue sin desaparecer la ligera incomodidad que produce invocar su magisterio» (pág. 21). No lo comparto. Será una apreciación personal sin voluntad categórica, porque yo me siento muy cómodo cada vez que lo invoco. Claro, yo no soy novelista.
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