Acabo de ver y escuchar una entrevista con Mario Vargas Llosa en la que de lo que menos se ha hablado ha sido de literatura, de su obra literaria. El sábado fuimos a ver la exposición sobre Góngora en la Biblioteca Nacional y en el folleto que cogimos no había ningún libro, ni la reproducción de una letra de época. Sin embargo, a mí me temblaron las piernas ante el Manuscrito Chacón —cuya presentación multimedia no funcionaba— y ante la carta de varios de los grandes del 27 para preparar el homenaje a Góngora en el Ateneo de Sevilla. Hace tiempo, en verano, creo, fue un viernes, de eso estoy seguro, a las nueve y pocos minutos —lo recuerdo porque fue a la vuelta de un paseo a hora fija escuchando la radio— en la SER, después de que Francino diese algunas noticias en el parte, se cortó la emisión —yo creí que era la enojosa publicidad— y solo se escuchaba en el receptor un enojo, unos tacones, música de fondo y la conversación de los que trabajaban en la emisora sobre las tareas del día. Las voces, radicalmente distintas a las que se oyen en antena. Y los tacos. Y los tacones. Me pregunto dónde buscaremos la verdad el día de mañana. Sabemos dónde está ese día de mañana —delante de nosotros—, cuándo vendrá —mañana mismo—; pero me pregunto de qué manera vendrá vestido. Presiento que, nuevamente, llegará travestido, disfrazado de lo que no es, como una mujer con tacones o un hombre con peluquín, que son grados distintos de incomodidad y de falta de naturalidad. No sé.
1 comentario:
En la entrevista se habló de toros, de hipopótamos, de supuestas peleas...La vida misma. Y la verdad del día de mañana se parecerá al Retablo de las maravillas, al traje nuevo del emperador, al visto y no visto, al burdo juego de ahora lo ves ahora no lo ves, realizado por trileros mucho más torpes que los de cualquier feria.
Una entrada preciosa.
Pilar Galán
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