Anteayer sorprendí a mi madre con uno de mis libros en la mano. Era un estudio sobre la obra literaria del escritor tinerfeño José de Viera y Clavijo (1731-1813), de Victoria Galván, profesora, amiga en Las Palmas. Quería ponérselo en la cabeza, pero le resultaba muy pesado, me dijo mi madre. Al parecer, una de las enfermeras del Servicio de Rehabilitación al que acude todas las mañanas le ha recomendado, para corregir un encorvamiento propio de su edad (que, dicho sea de paso, no es lo que le tratan allí), que camine en casa un ratito con un libro sobre la cabeza. La gentileza de la enfermera es directamente proporcional a su candidez. Quizá mi madre le dijo que en casa había libros y la sanitaria encontró el remedio.
Le di los Estudios sobre Fray Luis de León, de Ricardo Senabre, que editó la Universidad de Salamanca en 1998. Mucho mejor. Ciento cuarenta y ocho páginas frente a las seiscientas veinte del tomo del Cabildo de Gran Canaria. Las escasas dotes de equilibrista de quien me dio el ser dieron con el bello librito de Senabre en el sofá. Menos mal, me dije, porque no estaba yo para estropear mis volúmenes con ejercicios dudosos.
Entonces, tomé un ejemplar barato, de escaso miramiento bibliofílico, uno de los volúmenes, el último, de la colección “El viajero” de EL PAÍS, el 35, País Vasco II (Interior). Pero las cubiertas plastificadas lo hacían resbalar con gran facilidad desde la cabeza de mi madre, ya encarando el pasillo para llevar a cabo el ejercicio en toda ley. No podía ser. Y fue con otro librito, éste de escaso peso, pocas páginas, poco más de cien, y con unas cubiertas en cartulina rugosa: Voces del extremo (Las voces de la poesía española al otro extremo de la centuria), Béjar, Fundación Juan Ramón Jiménez, 1999, testimonio de una de esas reuniones poéticas en Huelva organizadas por Antonio Orihuela. Perfecto. Mi madre con ese tomo en la cabeza pasillo arriba pasillo abajo. Encantada. Así anduvo un rato. Al terminar, me dijo que le guardase el libro para mañana. Ése, y no otro, claro está. Tengo que contárselo a Antonio Orihuela. Que nos llevan de cabeza los libros. Feliz Año Nuevo.
jueves, diciembre 29, 2005
De libros de cabecera
Publicado por Miguel A. Lama en jueves, diciembre 29, 2005