«El resto se le desvanecerá aquí por vista de ojos» (Bartolomé José Gallardo)
Jueves, 30. No quiero echar las campanas al vuelo; pero ahora que puede estar cerca la salida de esta crisis, miro la cantidad de apuntes que como borradores se quedarán sin publicar entre mis notas. Más retales de lo que todavía no he podido desarrollar. Por ejemplo, un comentario en la radio de un guionista de cine que, con marcado sarcasmo, deseaba que los niños pequeños se convirtiesen pronto en perros para poder salir un rato a la calle. No comprendí nada, de verdad; porque tenía entendido que a los perros no les afectaba el coronavirus. Y a los niños tampoco (¿?). Había otra apuntación provisional sobre lo poco que usaron mis estudiantes mis horas de tutorías antes del 13 de marzo y cómo luego me han venido escribiendo casi diariamente correos electrónicos incluso en fin de semana. Siempre los he atendido y sigo en ello. Otro día anoté que me da la sensación de que ahora leo cosas tremendas, como una novela en la que ella dice a su padre que ha visto la porquería de los ojos de un hombre que la miraba lascivo. Muchas de esas notas deslavazadas e incompletas quedaban a la espera de retoques con su número de entrada. Hay una con el XXV, otra con el XXVII y otra con el XXX. Todas ya superadas por otras entregas. Hay una más que no he llegado a publicar que llevaba ya su epígrafe de encabezamiento: «Ese ruido, qué quieren que les diga, es el que se produce en una mesa de despacho cuando uno hace un programa desde casa» (Ricardo de Cala). Lo dijo la noche de un sábado el presentador del programa «Maestros cantores» de Radio Clásica. Por cierto, disfruté mucho de las cuatro horas, desde las siete hasta las once, de esa delicadeza que ahora también me acompaña gracias a los podcasts de Radio Nacional. Escucho ahora a Maria Callas. En la segunda semana, un viernes, anoté un «Espero no venirme abajo. Tengo muchas cosas que hacer». Infra: «No sé si podré permitirme escribir todos los días aquí». Es tremendo. Esta es la entrega cuadragésima novena de este diario. Bueno, he limpiado algunos rastrojos de uno de los documentos que me sirven de base para escribir aquí. Como quedan todavía días, quedo a expensas de lo que ocurra y de los retazos más grandes que espero publicar sin pisar aún la calle con la normalidad deseada. [La fotografía es mía, cuando volvía del supermercado a las cuatro de la tarde]
4 comentarios:
Yo tengo apuntes sobre los usos lingüísticos en esta pandemia...
Pues, Pedro, merecería la pena leerlos en tu blog. No sé si me los he perdido. Recuerdo lo de la «nueva normalidad», je.
Un abrazo,
Miguel Ángel
Empezando por ese, claro. Todavía no he dedicado a esta cuestión una entrada, quizá lo haga. Es muy interesante la construcción lingüística sobre todo esto.
Sí, Pedro, hazlo. Un abrazo.
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